¿Qué opina del llamado movimiento M-15?

Es un movimiento muy esperanzador. No es la primera manifestación sobre los efectos de la crisis que se ha vivido en estos tres últimos años, pero sí es la que engloba un mayor repertorio de temas de protesta y la que los plantea desde la base, con autonomía y distancia de los partidos políticos y sindicatos. En vísperas de las elecciones, el movimiento se ha beneficiado de un efecto amplificador en los medios de comunicación que prolongará su expansión. Este espacio le ha permitido transmitir un programa provisional de cambios, que se recogen en su manifiesto, que, curiosamente, obtendría resultados electorales muy notables si se presentase en las elecciones del 22-M. Sintoniza bien con un gran bloque de la ciudadanía. Independientemente de que alcance mayor o menor duración tras las elecciones del domingo, el movimiento ha triunfado ya. Su capacidad de denuncia ha sido muy amplia, ha recogido una solidaridad mayoritaria, ha demostrado que es posible organizar una protesta.

Cree que este movimiento irá más allá del 22-M?

Creo que este movimiento tiene un carácter preparatorio para otro más intenso que se producirá en 2-3 años con el PP en el gobierno de España. Rajoy se ha mostrado ahora muy tranquilo y comprensivo con estas protestas que perjudican a su antagonista Zapatero, pero ya veremos qué opina cuando un movimiento similar recorra las calles de las grandes ciudades durante su gobierno. En ese momento, la tasa de paro no habrá variado apenas y se situará, según los analistas, en un 17-18%. Los sistemas de protección social no podrán dar cobertura al enorme número de parados cuyos subsidios estarán agotados. Las protestas emergentes serán secundadas además por un movimiento sindical, menos taciturno que el de estos años y por un PSOE a la contra, en postura similar a la del PP en estos años, que da como resultado la forma rudimentaria de hacer política que nos ofrecen ambos. Con este panorama, el M15 constituye hoy la fase de preparación de protestas futuras más agudas, contra un gobierno de derechas que ahondará los recortes sociales tras el primer año de mandato. Hasta entonces, el éxito actual del movimiento le dotará de capacidad para ir apareciendo intermitentemente conforme la agenda de recortes sociales vaya agudizándose a lo largo de 2011-2012.

¿Tiene algo que ver con las revueltas árabes o con el movimiento «Voces del Pueblo» de Islandia en 2008?

Tiene que ver con los numerosos actos de protesta que se han sucedido tras la crisis en muchos países europeos y no especialmente con los de Islandia, que llevan meses produciéndose con unos efectos muy notables y resolutivos. Tampoco particularmente con los del mundo árabe, cuyas causas son muy diferentes a los problemas que se viven en Europa. Estas comparaciones con Islandia o con el mundo árabe son simplificaciones, que se producen por la necesidad de ponerle nombre y de conectar periodísticamente realidades que solo están ligadas muy tangencialmente. Islandia entró en bancarrota en 2008, la bolsa suspendió su actividad ante una caída de más del 70%, la ciudadanía se manifestó y ello conllevó la caída del gobierno, se produjeron cambios constitucionales, la nacionalización de la Banca y un referéndum que ratificó la negativa de los ciudadanos islandeses a pagar la deuda externa. Yo diría que el ejemplo no es comparable con el caso de las protestas de estos días, no encaja con nuestra realidad y no estamos en ciernes de un movimiento de este tipo en España.

¿Es la era de las revoluciones del Twitter y de las redes sociales?

Cada movimiento de protesta lleva sus formas de propaganda y comunicación, las máquinas multicopistas, la radio, las pintadas del mayo del 68, los iconos fotográficos difundidos mundialmente en la protesta universitaria contra Vietnam. Todos estos modos de comunicación forman ya parte de la historia. Ahora están de moda las redes sociales y hoy Internet ofrece modalidades de comunicación muy eficaces tanto para lo bueno como para lo menos bueno. Por ejemplo, seguro que estas redes y modalidades de comunicación han ensamblado a los miles de jóvenes que se han concentrado en la Puerta del Sol, pero habría que mirar a los otros 200.000 que se contentan con apoyar con un pequeño mensaje y siguen navegando desde su casa en el océano de variopinta información que ofrece Internet. Las redes traen las dos cosas a la vez, expanden y limitan la participación. Más que en las formas de comunicación, creo que hay que centrar la atención en las ideas y los contenidos.

La iniciativa en España ¿cree que ha sido preparada o espontánea?

En un metabolismo político lento, como es el caso español, donde tardan en divulgarse y cuajar las propuestas progresistas, este movimiento es una reacción tardía a protestas y eslóganes críticos que llevan meses repitiéndose por parte de la muy minoritaria izquierda parlamentaria y, sobre todo, por la variada izquierda extraparlamentaria con un tinte crítico anticapitalista. El éxito de la movilización ha sorprendido incluso a sus propios organizadores, que no habían articulado una organización que hiciera sospechar este éxito. Por ello puede dar la impresión de espontaneismo, pero responde más bien a una respuesta lenta a consignas que han ido calando.

Por las fechas en que ha surgido, en plena campaña, ¿a quién cree que beneficia a los partidos de izquierda o al Partido Popular?

Perjudica más al PSOE porque el movimiento 15-M expresa claramente que había otras opciones de respuesta a la crisis más allá de los recortes a los gastos sociales. En las manifestaciones se ha insistido en la necesidad de controlar a los grandes agentes económicos e investigar sobre la responsabilidad de la crisis, de la burbuja inmobiliaria y de los ataques a la deuda pública. Nada de esto se ha hecho, por ello el PSOE queda más al descubierto. En círculos académicos, algunos prestigiosos intelectuales han repetido la necesidad de implantar la noción de «crímenes económicos contra la humanidad» para actuar contra los responsables de la violencia económico-laboral que sacude a nuestras sociedades. El PSOE se ha limitado a borrar las huellas de estos delitos y dejar escapar a los culpables. Identificar a los banqueros especuladores con los políticos es algo que siempre perjudicará más al PSOE. El PP no necesita para su política desmarcarse de los bancos.

Más de la mitad de los jóvenes dicen que están al margen de la política.

Los jóvenes han sufrido un periodo de sequía política y de desmovilización especialmente fuerte. A los jóvenes no se les enseña a vivir la política, sino a ser buenos consumidores informados. En el mejor de los casos, la política es solo una faceta más y de las menos importantes dado el pésimo ejemplo que dan muchos políticos.

Crisis, paro, ¿qué futuro les espera?

A la muy estudiada crisis laboral de los jóvenes, hay que sumar una nueva amenaza, que se concreta cada vez más, y que se perfila a medio plazo como un problema estructural que alcanzará a buena parte de la juventud. Se trata de la amenaza de desclasamiento y de movilidad social descendente, que afectará sobre todo a los estratos sociales intermedios. Nos hallamos así frente a una juventud que tiene colapsadas sus vías de emancipación y no consigue acumular patrimonio propio. Ante este panorama oscuro que representa el futuro, el presente, la transitoriedad y la fugacidad ocupan la escena juvenil. Esta fugacidad tiene también expresión en la política: movimientos políticos intensos, lúcidos, pero fugaces, como ha sido el caso de las manifestaciones por una vivienda digna, contra Bolonia o contra el canon digital, por ejemplo.

¿A qué achaca ese conformismo o falta de iniciativas para salir a la calle como han hecho en otros países?

El grado de desmovilización que se ha alcanzado en estas dos últimas décadas en España ha sido mayúsculo. Durante este periodo lo que ha ocurrido es que hemos asistido a una pérdida de peso y poder del factor trabajo, que ha ido debilitándose por una serie de dinámicas que ya conocemos: el trabajo se ha precarizado, se ha flexibilizado, ha crecido la presión y la intensidad a través de las nuevas formas de gestión, el trabajo también se ha desocializado y ha padecido un fuerte individualismo y desmovilización. Ha crecido la incertidumbre sobre el futuro para los trabajadores. Mientras que el mundo de la empresa ha visto un panorama mucho más favorable y ha gestionado el empleo con unas reglas de juego muy favorables para ella. Ha acumulado poder y capacidad de control ideológico y ha convencido casi a todos de que conformándose mejoraría su calidad de vida.