Mas sólo puede dimitir

G. García-Alcalde

Cruelmente apaleado en las elecciones catalanas, Artur Mas solamente tiene ante sí la puerta de la dimisión. Las urnas que él ha querido plebiscitarias no le han dado la mayoría excepcional, ni la absoluta, ni la amplia diferencia sobre la segunda fuerza que graduaron a la baja su requerimiento a los electores. Por el contrario, los escaños de CiU en el Parlament han caído estruendosamente, precarizando la mayoría relativa de 2010. El anticipo de las elecciones y su llamada soberanista han sido vampirizados por Esquerra, verdadera ganadora de los comicios como intérprete genuina del indepedentismo sin matices, que es , sin embargo, claramente minoritario. El que la suma de ambas opciones siga dando mayoría (justa y también descendente) a los partidarios de la fractura, no prefigura, ni mucho menos, un hipotético resultado favorable a la escisión.

El incremento de la participación respecto a las últimas autonómicas no pasó demasiado del 60% global, y de estos votantes son muchos los que rechazan cualquier forma de segregación. Lo previsible en un referéndum con participación más amplia es que no ratificaría las tesis del nacionalismo, como suele pasar en Canadá y ocurrirá en Escocia. Recordemos también el Plan Ibarretxe. El Gobierno y las Cortes españolas ya tienen base para autorizar una consulta sin riesgo.

Entre las opciones de CiU para constituir la mayoría parlamentaria, el pacto con Esquerra parece el más consecuente con la campaña. Para el partido de Mas y Pujol puede ser el peor de los posibles si los radicales reproducen, por ideología y por estrategia de poder, los esquemas del pasado tripartito. CiU será prisionera y rehén de Esquerra, no solo en la presión por la independencia a las bravas, indeseada por el electorado de centroderecha que es la masa crítica de los convergentes, sino porque el marasmo económico y social de los dos años de gobierno de Mas, criticados ferozmente por Esquerra, será irrecuperable en un mayor enfrentamiento con el Gobierno español.

El declinante poder de CiU en un fragmentado Parlament, el papelón representado ante las instancias comunitarias e internacionales y la cruda realidad de las amputaciones de la crisis, ya indisimulables entre ensoñaciones soberanistas, son el saldo de una interpretación delirante de la manifestación de la Diada. Artur Mas ha pasado de importante activo nacionalista a grave estorbo para su partido y para la recuperación que debe intentar desde hoy mismo. Su mejor servicio puede ser la dimisión antes de encontrarse con una moción de censura. La negociación que hoy necesita Cataluña requiere otro interlocutor.

Además del palo a CiU, un PSC con pérdidas reales bastante menos desastrosas que las sondeadas), las mejoras discretas del PP y espectaculares de ICV y Ciutadans, demuestran que Cataluña es una realidad social y política bastante más compleja de lo que creen ciertos líderes. Por fortuna.

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