El PP ha vivido dos años convulsos desde su aplastante victoria electoral de 2011; la que podía haber sido una travesía estable acompañando al Gobierno de Mariano Rajoy se ha tornado en un camino duro, con medidas económicas difíciles de defender, y empañado en el último año por el caso Bárcenas.

La desafección que ha provocado la crisis económica y las políticas para atajarla ha pasado factura al PP, que desde la llegada de Rajoy a La Moncloa ha cumplido con la fidelidad que se espera de un partido hacia su Gobierno, aún sabiendo que algunas de las medidas tomadas no sólo no estaban en su programa electoral, sino que incluso eran contrarias a éste.

En todo momento, el PP ha defendido con vehemencia la necesidad de los ajustes económicos y de las reformas emprendidas, aun asumiendo la reacción ciudadana que provocaron, con protestas desde el inicio de la legislatura, y las tensiones internas que también, en ocasiones, han causado en el partido durante este periodo, como ocurrió con la subida del IVA.

Pese a las diferencias de criterio en algunas de las decisiones tomadas, o las que siguen surgiendo en asuntos cruciales como la financiación autonómica, el PP siempre ha sido un partido muy disciplinado, y por eso ahora todos los dirigentes populares se han unido al discurso de Moncloa y Génova y proclaman que ya se ha iniciado la recuperación.

Así, dos años después de las elecciones, gobernantes y dirigentes del partido subrayan casi al unísono que lo peor ha pasado, que los esfuerzos de la ciudadanía están dando frutos y que las políticas de Rajoy, aunque duras y difíciles, están funcionando.

Pero no todo ha sido la economía, y en este periodo se pueden distinguir claramente dos etapas: antes y después del estallido del caso Bárcenas.

Aunque la imputación del extesorero en el caso Gürtel venía de atrás, el descubrimiento, el pasado enero, de sus cuentas millonarias en Suiza y la supuesta contabilidad B que según Bárcenas ha tenido el partido durante años cayeron en el PP como una bomba cuyos estragos todavía no han desaparecido.

El caso Bárcenas -que se instruye en una pieza separada del Gürtel en la Audiencia Nacional- ha dado lugar a momentos inimaginables un año antes como la declaración como testigo de la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, o el juicio en Toledo que enfrentó a ambos por la demanda que la 'número dos' interpuso contra el extesorero.

Aunque el culebrón judicial continúa, el partido trata de alejar el fantasma de Bárcenas y se ha empleado en los últimos meses en centrar su discurso público en la economía.

Pero al PP le aguarda ahora mucho trabajo en clave interna, pues en los próximos meses se tiene que decidir, entre otras cosas, el cabeza de lista para las europeas o el candidato que se enfrente a una socialista en alza, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz.

Además, el partido ha perdido, en estimación de voto, diez puntos con respecto a los logrados en 2011 -así lo apunta la última encuesta del CIS- y muchos populares no esconden su preocupación ante la próxima cita con las urnas, la de las elecciones europeas, que temen refleje esa pérdida de confianza que dan los sondeos, aunque sitúen al PSOE por detrás.

Dos años después de las elecciones del 20 de noviembre de 2011, lejos quedan ya aquella histórica victoria, el congreso del partido que apuntaló a Cospedal en febrero de 2012 y otros momentos dulces como los comicios gallegos de marzo de aquel año, que compensaron de alguna forma la decepción de otoño en Andalucía -donde el PP ganó pero no obtuvo mayoría para gobernar-.

El partido busca ahora rearmarse con la economía como telón de fondo, mientras apela, en pleno debate soberanista catalán, a la unidad de España y a su discurso único en todos los territorios.

Un tema este último que preocupa sobremanera a los populares, que por otra parte han sufrido otro duro revés: la sentencia europea que tumba la 'doctrina Parot' y cuya consecuencia inmediata ha sido la excarcelación de numerosos etarras y otros delincuentes.

Otra piedra en el camino que ha provocado el alejamiento de un colectivo tradicionalmente afín al PP, el de las víctimas del terrorismo.

El PP llega pues al ecuador de esta legislatura con numerosos frentes abiertos y el difícil reto de recuperar la confianza que propició hace ahora dos años su mayoría más absoluta.