El PSOE (lo que queda de él) no decidió ayer el sentido de su voto ante una (hipotética) nueva sesión de investidura de Rajoy. Pero como si lo hubiera hecho.

Ya lo dijo el viernes en sede parlamentaria el presidente del Principado de Asturias, Javier Fernández, llamado ahora a regir los destinos del partido en una coyuntural gestora: "O gobierna la lista más votada o vamos a elecciones". Se sabe cuál fue la lista más votada en los comicios del 26-J. Y se sabe que los socialistas no quieren ir a una tercera cita con las urnas.

Conclusión: el líder del PP es el principal beneficiario del tormentoso comité federal de ayer, en el que, sin votar lo que el defenestrado Sánchez quería (o Rajoy o él), el partido no pudo evitar decantarse por la primera de esas dos opciones (ése es su drama).

Sorpresa de infarto sería que después del bochorno que ayer pasaron y nos hicieron pasar a los demás, los detractores de Sánchez se enrocaran también en el "no es no". Probable, mucho más probable, es que se las ingenien para presentar la abstención de los 85 diputados socialistas del Congreso (o de los 11 que una suma de escaños de PP, C's y CC precisa) como un impagable servicio a los intereses generales.

Claro que para que eso suceda igual tienen que recordarle a Rajoy que quería ser investido cuanto antes, para cumplir con Europa, fijar los objetivos de déficit y demás. Lo digo porque la tentación del gallego de volver a las unas y merendarse lo que queda del PSOE podría ser grande. Pero es una idea malsana, no tiene por qué ocurrir.