Alejandro es un nombre ficticio. Es un joven vecino de Gijón que nunca ha cometido un delito pero tiene miedo. Miedo de que la compañía para la que trabaja, Ryanair, tome represalias contra él. El asturiano no es afiliado de ningún sindicato pero está decidido a contar la verdad que sufren (tanto él como todos sus compañeros) en su trabajo diario. No tiene ningún problema en relatar, en pocas palabras y en primera persona, las razones que los han llevado a los trabajadores a convocar una huelga para los días 25 y 26 de julio capitaneada por la Unión Sindical Obrera.

Alejandro, licenciado universitario y con un título que le capacita para trabajar como auxiliar de vuelo, llegó a cobrar 6 euros por un vuelo entre Londres y Dublín. Y eso porque no le entró la sed. Sino la compañía le hubiera cobrado los mismos tres euros que cobra a sus clientes por un botellín. Conversar con este gijonés es ir conociendo, poco a poco, la historia de una esclavitud del siglo XXI.

Alejandro está contratado por una empresa de trabajo temporal. En realidad no le paga la nómina Ryanair, trabaja para una firma externa subcontratada pero también con sede en Irlanda, lo que le obliga a domiciliar su nómina en un banco de Dublín. "No puedo pedir una hipoteca en España ni un crédito, aquí no tengo forma de demostrar mi sueldo. Pero hay cosas peores. Tampoco tengo derechos laborales. Si me pasa algo tengo que acudir a un tribunal irlandés con un abogado de allí y pagándolo yo todo. Si te despiden no te vale la pena reclamar", explica. A pesar de que la compañía cuenta con miles de empleados en toda Europa estos trabajadores no tienen representantes sindicales. "Allí en Irlanda hay un comité al que nadie ha votado, que ni siquiera conocemos y que no nos representa", concluye Alejandro.

El gijonés empezó a trabajar en Ryanair hace año y medio. Cuando estaba estudiando su licenciatura, desde la biblioteca de Oviedo a la que acudía veía pasar todos los días a los estudiantes de una academia de tripulantes de vuelo. "Se les veía muy felices. Yo tenía muchas ganas de dedicarme a eso y al final, cuando acabé la carrera empecé a formarme", explica.

Lo que por aquel entonces no pensaba es que no iba a disfrutar ni tan siquiera de un sueldo fijo. Alejandro (como cientos de sus compañeros) lleva un año en la empresa de vuelos 'low cost' cobrando 6 euros por hora. Se le paga desde que cierra la puerta del avión hasta que vuelve a abrir. El tiempo que pasa en el aeropuerto o el que le lleva volver a casa son gratis. Es por eso que en un vuelo Londres Dublín (de media hora de duración) sólo gana seis euros. Pero lo peor, insiste, es la presión a la que se ve sometido cada vez que llega a su puesto de trabajo.

"Tienes unos mínimos de venta y te obligan a agobiar al pasajero. Tienes que estar todo el día encima para facturar entre 1.000 y 2.000 euros. Te sientes muy agobiado", explica haciendo hincapié en que un auxiliar de vuelo está para atender al pasajero, "por si pasa algo" pero no para vender rascas, colonias o cigarrillos.

Si los trabajadores quieren algo (cualquier comida o bebida) lo tienen que pagar de su bolsillo. No tienen ni siquiera un descuento. "En otras compañías les dan agua o un bocadillo en el aeropuerto, aquí pasas sed porque en seguridad a veces ni te dejan entrar con tu botellín de agua. Tampoco tenemos descuentos en vuelos para la familia, es como sino contáramos para nada", lamenta.

Alejandro no es el único que sufre esta situación. Son muchos los compañeros en todo el país los que se han visto abocados a una huelga que (son más que conscientes) les va a enfrentar a muchos pasajeros en pleno mes de julio. Los ejemplos que pone el asturiano son muy gráficos. "Tengo dos compañeros que están casados y trabajan los dos en Ryanair, no les da para mantener a su hijo ni casi para vivir", relata. En otros países hay situaciones incluso peores. "Tenemos compañeros en Grecia que no es da ni para comer", insiste. Si algo tienen en común todos los tripulantes europeos es que en cuanto tienen una oportunidad se van de la compañía.

Ahora, los españoles han dicho basta. Quieren un convenio colectivo y esperan no tener que llegar a ir a la huelga convocada para finales de julio. "es una cuestión no sólo laboral, también política, que los trabajadores que trabajan en España no coticen ni paguen impuestos aquí", expone Ernesto Iglesias, responsable de Vuelo de USO Sector Aéreo.