El Pórtico de la Gloria, una joya universal del arte románico, quedó ayer oficialmente inaugurado con su nueva apariencia tras una restauración integral de diez años de duración que permitió aflorar los pigmentos originales de las esculturas, revelando una intensa policromía oculta por el tiempo, la humedad, suciedad, restos biológicos y mortero que le daban un aspecto monocromático grisáceo y apagado. "¡Precioso!", exclamó la Reina Sofía bajo la obra del maestro Mateo mientras recibía explicaciones sobre el proceso constructivo y las distintas rehabilitaciones. La Reina emérita presidió el acto de inauguración de la última intervención, al que asistieron también el titular de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo; la presidenta del Congreso, Ana Pastor, y el nuevo ministro de Cultura, José Guirao, entre otras autoridades.

El resultado de los diez años de investigación y trabajos para restaurar el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago ya fue avanzado el pasado jueves a los medios de comunicación, pero ayer tocó su puesta de largo, su presentación oficial en sociedad. El público general aún tendrá que esperar casi un mes para poder contemplarla. La intervención se realizó con el mecenazgo de la Fundación Barrié, que invirtió en la recuperación del icono 6,2 millones de euros.

La Reina Sofía siguió con suma atención las explicaciones dadas por Daniel Lorenzo. "El pórtico mira a poniente y la luz que reflejaba era tan intensa que competía con la del sol", llegó a decir el presidente de la Fundación Catedral.

Al acabar, Su Majestad preguntó por la calidad de los pigmentos utilizados, así como por si con la restauración recién terminada los resultados perdurarían "cientos de años". "Si la mantenemos y la conservamos, sí", le respondió Lorenzo. "¡Precioso!", acabó diciendo la Reina sin dejar de mirar las figuras de la que fue la primera fachada de la catedral, después cubierta por otra de estilo barroco que es la que se ve ahora desde el Obradoiro.

La restauración permitió poner al descubierto hasta tres policromías fechadas en tres periodos distintos. La original, de hace ocho siglos, fue la más brillante por la calidad de los pigmentos. Se utilizó con profusión el lapislázuli, un elemento reservado para iluminar códices y escritos, y oro, para acentuar los reflejos. "Aquí está el oro más puro de la catedral", indicó Daniel Lorenzo.