Una vez más, y en los últimos tiempos empieza ser lo habitual, las encuestas electorales no vieron venir la fulgurante entrada de la formación ultraderechista Vox en el Parlamento andaluz con nada más y nada menos que 12 diputados en las elecciones del pasado domingo. Un resultado que da la posibilidad a esta joven formación nacida a finales de 2013 de poder ser la llave que abra el palacio de San Telmo a una alianza entre el PP y Cs -y tal vez no por este orden-, para sustituir a la socialista Susana Díaz al frente de la Junta de Andalucía. Desde el pasado domingo tanto populares como la formación naranja no han perdido la oportunidad de dejar la puerta abierta a un acuerdo entre las tres fuerzas de la derecha.

Desde la disolución del movimiento franquista Fuerza Nueva en 1982, ningún partido ultraderechista en España había conseguido obtener un escaño a nivel estatal o autonómico, por lo que políticos de todo el arco parlamentario han coincidido en reconocer que el panorama de la cuarta economía de la zona euro no volverá a ser el mismo tras el 2-D andaluz.

Y es que la sensación que han dejado estos comicios la resumió muy bien el expresidente socialista Felipe González el pasado martes: «la única anomalía europea que no teníamos», dijo, en referencia al auge de movimientos de derecha populista en el Viejo Continente en los últimos años, que han sabido instrumentalizar el discurso antiinmigración e identitario de una Europa sacudida por la gran crisis económica de 2008 y por la llegada masiva de refugiados en 2015.

El resultado inesperado de Vox saltó a las páginas de la prensa internacional. Así, el diario francés Le Monde dijo al día siguiente de los comicios andaluces: «España era uno de los pocos países que hasta ahora había permanecido impermeable a los discursos xenófobos y euroescépticos. Esta excepción ha terminado».

Ahora, en el panorama político que se dibuja en el horizonte tras los resultados en Andalucía aparece la consolidación de la fragmentación política en el espectro ideológico de la derecha -algo que ya ocurría en el centroizquierda con PSOE y Podemos- y una creciente polarización, especialmente sobre el modelo territorial del Estado y el control de la inmigración. Un complicado escenario que se suma a un año electoral de vértigo, con elecciones autonómicas, locales y europeas el próximo mayo, y un ejecutivo, el liderado por Pedro Sánchez, en una posición vulnerable ante el bloqueo a sus presupuestos.

Revitalización nacionalista

«Lo que sucedió el domingo lo cambia todo», aseguró Narciso Michavila, el director de la empresa de sondeos GAD3, a la agencia Reuters. Vox «ha entrado por la puerta grande en España» y «va a empezar a subir rápidamente en las encuestas a nivel nacional», sostuvo por su parte a la agencia AFP Pablo Simón, de la Universidad Carlos III, quien no albergó dudas de que este partido conseguirá representación el próximo mayo.

Entre las claves del resultado de Vox se debe apuntar a su intensivo y eficiente uso de las redes sociales para lograr colar su mensaje y el hecho de que muy pronto la campaña electoral derivó hacia la política nacional, con PP y Cs y el mismo Vox entregados a hacer de los comicios un enmienda a la totalidad a Pedro Sánchez a cuenta del conflicto catalán.

El profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid, Fernando Vallespín, también en declaraciones a AFP, afirmó que «la crisis catalana indudablemente tenía que tener un efecto y ha tenido el que muchos temíamos: la revitalización de un nacionalismo español también extremo». Al contrario que en otros países europeos donde el adversario de la ultraderecha «es Europa, los inmigrantes y las propias élites políticas», en España «el adversario es quien no comparte une determinada idea de España, una idea bastante franquista de una España unitaria», sostuvo.

Rasgos comunes

En muchos aspectos, Vox tiene propuestas similares a las de otros partidos de extrema derecha en Europa como Alternativa para Alemania (AfD), la Liga Norte italiana que lidera Matteo Salvini o el Frente Nacional de Marine Le Pen. Y aunque su líder, Santiago Abascal -una persona que hasta 2013 estuvo muy ligada al PP, y muy especialmente a Esperanza Aguirre-, rechaza la etiqueta de «extrema derecha», lo cierto es que una de las primeras felicitaciones internacionales al partido provino de la misma Le Pen. Aunque la felicitación más polémica se la dio vía internet David Duke, histórico líder de la organización racista estadounidense Ku Klux Klan.

La baja participación y las ganas de regeneración política también son factores que han jugado su papel en las elecciones andaluzas. Pero también ha habido un contexto propicio para que el mensaje de Vox calara. La segunda comunidad autónoma más grande de España tiene una de las tasas más altas de desempleo y a sus costas llegan mes tras mes centenares de inmigrantes, una consecuencia del progresivo cierre de las rutas del Mediterráneo oriental y central.

La analista del grupo Politikon Berta Barbet, en declaraciones a la BBC, afirma que la presencia de vox en el parlamento andaluz es «preocupante». «Primero porque llega con un discurso que quiere acabar con muchos consensos», como el Estado autonómico o la lucha contra la violencia de género. Pero, sobre todo, dice, «porque tenemos la experiencia en otros países de que a veces la entrada de un partido de estas características genera una atmósfera de enfrentamiento». El terremoto llamado Vox ya ha sacudido el panorama político, está por ver cómo de intensas serán las réplicas.