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Al principio nos daba respeto, ahora estamos acostumbrados»

María José Pardo reconoce que su marido dejó de trabajar en la central pese a que ganaba 5.000 euros de hace treinta años porque «le daba miedo coger algo»

María José Pardo nació en Cofrentes hace 74 años y ha visto de cerca como la central nuclear ha transformado la vida del pueblo. «La planta ha sido muy beneficiosa para Cofrentes. Si no llega a ser por la central, esto sería un pueblo abandonado. La única actividad antes era la de la central hidroeléctrica y la mayoría de los jóvenes se marchaban a trabajar a València o a Alicante. Al empezar la construcción de la central nuclear, la gente volvió. Después llegó tanta gente de fuera que ahora salgo a la calle y no conozco a nadie», confiesa desde la terraza de su casa donde se ve humear las dos torres de refrigeración. La mujer reconoce que a finales de los setenta la noticia de la instalación de la central nuclear en Cofrentes le inquietó. «Al principio daba respeto, ahora nos hemos acostumbrado», indica. El marido de María José trabajó de manera puntual en la central hace casi treinta años, pero lo dejó a pesar del dinero que ganaba. «Entraba en las paradas técnicas de recarga de combustible, pero le daba miedo coger algo. En 1993 trabajó tres meses y ganó 800.000 pesetas (cerca de 5.000 euros) al mes, pero lo dejó». María José Pardo, que durante años trabajó en la brigada de limpieza del Ayuntamiento de Cofrentes, asegura sobre las generales: «Yo creo que va a seguir el que está ahora o quiero creerlo». Y sobre el Consell también opina que Ximo Puig «lo ha hecho bien», aunque confiesa que no tiene mucha información.

Stefan Capraro, un inmigrante rumano que lleva ocho años en Cofrentes, subraya que el cierre de la central va a ser un problema grave para todos los pueblos del Valle de Ayora. «Son diez o quince pueblos que dependen de esto. Hoy por hoy no hay alternativas». Aunque no puede votar ni en la generales ni en las autonómicas, no tiene reparos en confesar su ideología. «Como obrero soy de izquierdas», destaca. Respecto al gobierno de la Generalitat Valenciana, agradece las políticas de integración. «Antes mi hijo no tenía derecho a la tarjeta sanitaria a pesar de haber nacido en España. Ahora sí», apunta.

El guardia civil en excedencia y responsable del servicio de seguridad de la central, Antonio García, cree que el anuncio del cierre es «poco viable porque no hay alternativa» energética.«En mi opinión puede tener una vida útil más larga. El reactor puede funcionar perfectamente hasta los sesenta años. Trabajo dentro y nunca he tenido sensación de peligro. Es imposible que ocurra algo como lo de Chernóbil o Fukushima. Incluso es imposible que un ataque terrorista dañe el reactor», asegura.

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