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Análisis

El PP se asoma a la irrelevancia en Cataluña y el País Vasco

El CIS otorga a los populares un único escaño en estas dos plazas, donde hay en juego un total de 66

La bandera española ha sido protagonista en todos los actos de Pablo Casado desde su victoria en las primarias del PP. ricardo rubio / europa press

La hegemonía del PP en la política española nunca se ha forjado en Cataluña y en el País Vasco, plazas donde formaciones nacionalistas como la extinta CiU o el PNV han aglutinado el voto conservador. Allí el electorado, consciente de la importancia de contar con un grupo parlamentario con capacidad de influencia en Madrid, ha relegado tradicionalmente a los populares a ser tercera o cuarta fuerza. Pero la debilidad del PP allí está a punto de convertirse en irrelevancia, según el último barómetro del CIS publicado el martes. Según sus proyecciones de escaños, el PP bajaría de los seis asientos obtenidos en 2016 en Cataluña a solo uno, cediendo su espacio a Ciudadanos y Vox, que podrían lograr cuatro y tres representantes respectivamente. No se intuye un panorama más halagüeño en el País Vasco, donde arrancaron dos diputados en las últimas generales y ahora se quedarían sin representación, siempre según el CIS. En total, de los 66 diputados que reparten estas dos autonomías, el PP lograría uno.

No parece casualidad que la pérdida de escaños llegue tras el ascenso de Casado. Y tampoco se entiende sin el contexto del 'procés' de fondo. El líder popular se ha visto atrapado entre pasado y futuro. Por un lado, la criticada gestión de su antecesor, Mariano Rajoy, de la crisis catalana. Criticada por el independentismo pero especialmente también por una facción del PP. Acusado de inacción y de falta de contundencia, Casado no dudó en darle la espalda al «marianismo» de camino al trono popular.

Endurecimiento del discurso

El estallido del 'procés' puso al Ejecutivo de Mariano Rajoy bajo los focos. Casado usó la crítica a la gestión de éste como principal arma en su carrera a la dirección del partido, pese a que ocupó cargos destacados en el Gobierno durante los dos mandatos de su predecesor. Desde entonces, el nuevo líder se ha envuelto en la bandera para hacer de la unidad territorial y la recentralización los ejes fundamentales de su discurso, como demuestra su programa presentado el lunes.

En cualquier caso, su llegada a la cima del partido no relajó su discurso. Sus referencias al «golpe de Estado» vivido en Cataluña y su reivindicación de un 155 «más duro» han sido una constante desde entonces. Su vocabulario también se endurecido paulatinamente. De llamar «felón» al presidente del Gobierno a asegurar que al Ejecutivo socialista le gustan más las manos «manchadas de sangre que pintadas de blanco», en referencia al apoyo recibido por el PSOE de EH-Bildu.

Presionado por Cs y Vox, Casado quiere enderezar el rumbo del PP y enterrar la idea de que su partido no supo frenar a tiempo al «golpismo». De ahí la designación de Cayetana Álvarez de Toledo como número uno de su partido en Cataluña. Azote de Rajoy y miembro de FAES, su nombramiento marca la línea de tolerancia cero del nuevo PP con el independentismo.

Una estrategia arriesgada

Y lo que está por llegar es Vox. En el viraje recentralizador que ha emprendido el PP de Casado es fundamental la irrupción de la ultraderecha a nivel nacional y el papel de Cs en Cataluña. Ambos partidos han sabido jugar sus cartas para arrinconar a los populares. El partido de Abascal, igual que Cs, ha crecido a la sombra del 'procés' y no esconde su intención de acabar con el estado de las autonomías, mientras que los de Rivera son ya el principal partido opositor a la mayoría independentista en el Parlament. De hecho fue la fuerza más votada en las últimas autonómicas de 2017, en la que el PP perdió casi la mitad de sus votos obtenidos en 2015.

El programa electoral presentado el lunes ahonda en la idea de priorizar el problema territorial en su campaña y apela al votante de Vox con su visión centralista. En él se habla de «prevenir» que «otras comunidades» pongan «en jaque» la «unidad de España», en alusión al País Vasco y desgrana otras recetas de Casado para preservar la unidad territorial, como un endurecimiento de la pena de rebelión, una moratoria de transferencias a las comunidades autónomas o la dotación de capacidad sancionadora al Estado en materia educativa.

Y ese es el riesgo. La apuesta de Casado por radicalizar el discurso y la posición de su partido ante los nacionalismos catalán y vasco fía todo a una carta. La de tener buena acogida a nivel nacional, pues parece claro según el CIS que sus ideas no gustan en estas comunidades principalmente afectadas. Por el momento, no parece reconciliarse con el voto conservador, pues según el propio CIS, más de un 11 % de votantes del PP en 2016 cambiará el azul por el verde.

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