El choque, señalan en la Moncloa, ha ido demasiado lejos. El conflicto entre el PSOE y Podemos por la ley de libertad sexual debería haber quedado zanjado el pasado martes, cuando el Consejo de Ministros aprobó el anteproyecto y todo el Gobierno lo asumió como propio. Pero ha ido a más, con el propio Pablo Iglesias acusando de "machismo" a los socialistas por sus pegas a la norma y nuevos estallidos en el seno de la coalición, que ahora cierra su peor semana. Socialistas y morados insisten en que hay que pasar página, que esto debe quedar aquí, pero por el camino la confianza entre ambos se ha visto socavada. También el relato que quiere impulsar la Moncloa.

Poco después de constituir el Gobierno, los dirigentes del PSOE no dejaban de elogiar la actitud de Podemos. Contaban, por ejemplo, que pidieron a Iglesias que él y el resto de miembros morados del Ejecutivo tuviesen gestos como tomar posesión de sus cargos acatando la Constitución y aplaudir al Rey durante la sesión constitutiva del Parlamento. Podemos cumplió. Por esas fechas, tras el primer Consejo de Ministros, continúan las mismas fuentes, un ministro morado le dijo a otro socialista: "La verdad es que cuando estás de este lado, ves las cosas de otra manera". Fueron síntomas que hicieron creer a los socialistas que todo iba a ir mejor de lo pensado, que tras los ataques de la campaña arrancaba un nuevo tiempo de coordinación y lealtad. Ahora no lo tienen tan claro.

Varios colaboradores de Pedro Sánchez consideran que los múltiples roces de esta semana revelan dos defectos de sus socios: las prisas por aprobar cuanto antes sus proyectos y la inexperiencia a la hora de sacarlos adelante. Podemos, según los socialistas, quiere ir muy rápido, algo que plantea problemas de organización y también puede suponer a medio plazo una dificultad para el partido, porque a mitad de legislatura, con las nuevas elecciones acechando, quizá se queden sin ningún proyecto que ofrecer desde el Ejecutivo. Los morados, insisten los socialistas, conocen poco cómo debe funcionar el Gobierno, con sus pesos, contrapesos y diversos intereses y competencias en juego.

El anteproyecto de la ley de libertad sexual, que delimita el consentimiento a la hora de tener relaciones y sanciona el acoso callejero, es un buen ejemplo, señalan en la Moncloa. Su aprobación fue un compromiso recogido en el pacto de gobierno, pero Podemos insistió en que debería estar listo antes del 8 de marzo, y la Moncloa, pese a las dudas, accedió. A principios de febrero, durante la reunión informal que mantuvo Sánchez con todo el Gobierno en la finca de Quintos de Mora (Toledo), la ministra de Igualdad, Irene Montero, dio en mano a su homólogo de Justicia, Juan Carlos Campo, el texto de la norma que consideraba definitivo.

Aquello sentó mal a los socialistas. Primero, porque no habían sido consultados hasta entonces, cuando se trata de una ley muy compleja. Y después, porque el texto tenía "fallos técnicos". Confundía disposiciones finales y adicionales, entraba en colisión con otras leyes e invadía competencias autonómicas, errores que Justicia detalló en un extenso informe, provocando el enfado de Podemos.

Porque los morados consideran que las pegas del PSOE no tenían que ver con la norma en sí misma. En el fondo, sostienen, escondían dos cuestiones ajenas a ella. Los "celos" de la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, que fue también ministra de Igualdad hasta que llegó la coalición y ahora ha quedado tocada como encargada de la coordinación del Gobierno, y la visión retrógrada de Campo, el titular de Justicia. Podemos llevaba días deslizando estas tesis en privado, pero el martes, pocas horas después de que se aprobara el anteproyecto, Iglesias les puso cara y ojos. "Hay mucho machismo frustrado en las excusas técnicas", dijo el vicepresidente segundo en los pasillos del Senado, elevando la tensión entre los socios y forzando a la portavoz parlamentaria socialista, Adriana Lastra, a salir a desmentirlo. "No hay ministros machistas", sentenció.

Nuevos roces

A partir de aquí, los choques continuaron reproduciéndose a lo largo de los días siguientes. El Gobierno recurrió la sentencia que obligaba al Estado a indemnizar a Couso, un cámara de televisión asesinado durante la invasión estadounidense de Irak, y el grupo parlamentario de Podemos difundió un comunicado en el que mostraba su contrariedad. Trabajo, dirigido por la morada Yolanda Díaz, publicó una guía sobre el coronavirus en la "actividad laboral" y la Moncloa contestó que Sanidad, en manos del socialista Salvador Illa, era el único ministerio responsable ante la epidemia. Podemos pidió la apertura de una comisión de investigación en el Congreso sobre las presuntas cuentas opacas de Juan Carlos I y el PSOE advirtió de que votaría en contra. El relato de una izquierda que se une, aparca sus diferencias y gobierna frente a una derecha inmersa en sus líos internos (relevo traumático en el PP vasco y primarias en Cs) ha empezado a tambalearse.

¿Y ahora qué? "Ahora, a seguir trabajando", contesta un colaborador de Sánchez, que confía en que esto no sea más que un tropiezo, del que Podemos debe "aprender". Otras fuentes, menos optimistas, reconocen que la dinámica con la que ha venido trabajando el Ejecutivo se ha visto trastocada, y que eso es "complicado" de recomponer. Unos y otros coinciden en que la semana que ahora acaba ha sido "horrible".