Aina Vidal fue una de las protagonistas de la investidura de Pedro Sánchez. La ausencia de la diputada de En Comú Podem en la primera votación despertó críticas y suspicacias hasta que ella explicó el motivo: tenía un "cáncer raro, extendido y agresivo". Pese a ello, ante la sombra del 'tamayazo', acudió a la decisiva cita en el Congreso, que le brindó una sonora y emotiva ovación. En medio del huracán mediático no quiso hablar y ahora rompe su silencio para hablar de su enfermedad y reivindicar la sanidad pública.

- ¿Cómo se encuentra ahora?

- La verdad es que bastante optimista. Queda mucho tratamiento por delante y tengo que guardar muchas fuerzas porque lo que viene no será mucho más fácil que lo vivido. Pero me encuentro con fuerza, ganas y optimista. Así que, a por el tratamiento. Sigue siendo siendo un cáncer grave y extendido pero hemos conseguido reducirlo un poco y aún queda bastante camino para poder llegar al objetivo, que es la operación. Confío plenamente en los profesionales de la salud pública que me están atendiendo. Soy optimista por naturaleza, pero con esto necesito serlo más aún. Pese a la enfermedad y lo que supone me siento una persona tremendamente privilegiada. Porque tengo altavoces, que la inmensa mayoría de enfermos no tienen. Y eso ha permitido que miles de personas se hayan dirigido a mí con un cariño al que les estaré permanentemente agradecida. Pero sobre todo estoy agradecida porque no tengo problemas en mi trabajo, sigo teniendo ingresos y al miedo a la enfermedad no le he tenido que añadir el miedo a perder el trabajo. Y además tengo la suerte de tener una red familiar y de amigos extraordinaria y no me he visto sola. No me puedo imaginar que sería vivir el cáncer sola o sin recursos. Y hay miles de personas que la pasan así. Y creo que uno de los compromisos que tendríamos que tener desde la política es este: no dejar a las personas solas, que se vean en una situación de desamparo tan enorme como el que te da una enfermedad como esta. Y el compromiso de seguir invirtiendo en ciencia e investigación para encontrar nuevas curas. No seríamos nada sin las personas que nos cuidan, a los que estoy también muy agradecida. Y eso se tendría que ver reflejado en políticas públicas que a día de hoy no están a la altura de las necesidades de los enfermos que estamos en estas circunstancias.

- En su momento prefirió no hablar. ¿Por qué?

- Porque la visibilidad que dí a las personas que estamos enfermas de cáncer ya fue muy grande. Creo que en ese momento no hubiera aportado nada más y me hacía falta concentrarme en la enfermedad y en mí misma. No es sencillo, menos probablemente por la edad que tengo (34 años), enfrentarte a ciertas preguntas que probablemente no tocan. Necesitaba concentrarme en el tratamiento y en lo que pudiera venir, fuera o no positivo.

- La ovación que le dio el Congreso fue una de las imágenes de la investidura. ¿Cómo vivió aquello?

- Fue un día de emociones muy cruzadas, muy contradictorio. Ese día no sabía si me tratarían, si habíamos llegado a tiempo o no. El día de la investidura no sabía si volvería nunca más a Madrid, tampoco lo sé ahora. Tenía mucha incertidumbre pero también mucha emoción, porque creo que hicimos algo muy importante por lo que mucha gente nos había votado: llevar el cambio a las instituciones y tener un gobierno de progreso. Era un día para estar felices. Y emocionada por la reacción que tuvo la gente. Yo lo hice público porque sabía que se iba a filtrar y no me hacía gracia que una información tan delicada y personal no la controlara yo. Prefería explicar yo misma qué me estaba pasando. Y porque me di cuenta que entre nuestra gente recorría el fantasma del 'tamayazo', que la investidura se podía ir al garete. Y me pareció necesario que todo el mundo supiera que estaríamos allá, votaríamos y que tendríamos un gobierno como tocaba.

- ¿Le dolieron algunos comentarios?

- Sinceramente no. No recuerdo muchos comentarios desagradables y los que hubo siento más pena que otra cosa por esas personas. Me quedo con la oleada de cariño y amor que recibí y que agradezco infinito. Y que a día de hoy me ayuda aún a aguantar un tratamiento que no es nada sencillo.

- ¿En qué punto se encuentra del tratamiento?

- Me hacen dos tratamientos: inmunoterapia y quimioterapia, y estoy justo en la mitad. Estoy luchando por la operación. Tenía el cáncer muy extendido y de entrada no me podían operar, teníamos que reducir mucho el tumor y la metastasis. Y ahora estamos reduciendo y en la batalla de la operación.

- ¿Le han cancelado o reprogramado sesiones por la pandemia?

- Una de las cosas que más me ha sorprendido, porque desconocía como es en realidad un tratamiento de estas características, es todo lo que lo engloba. No solo te ponen la quimio, te pasa a ver a tu médico o pasas por el hospital de día de oncología. Hay muchos otros servicios, como psicología o atención familiar, que fueron los primeros que me llamaron enseguida para darme la opción de reprogramar o hacerlo de forma telefónica. Están poniendo a disposición todas las herramientas telemáticas, muchísimas facilidades no solo para los tratamientos en sí sino para que estemos seguras y no ponernos en riesgo innecesariamente.

- ¿Cómo ve como usuaria la situación de la sanidad pública con el coronavirus?

- Tanto con el coronavirus como con el cáncer, una de las cuestiones que estamos aprendiendo estos días es algo que ya sabíamos pero esta bien que nos los recuerden y que recordemos: una de las joyas de la corona es la sanidad pública y no podemos perderla. Hemos visto las consecuencias de años y años de denostarla y recortarla y será uno de los elementos que tendremos que recordar en el futuro cuando hagamos y rehagamos los presupuestos. La salud y sanidad pública debe de ser recompensada presupuestariamente. No se trata solo de aplaudirles sino de darles el sueldo que se merecen. Y las condiciones necesarias para que puedan hacer su trabajo. No se trata solo de dar palmaditas en la espalda, sino políticas públicas a la altura de las necesidades que tenemos. Y a día de hoy eso no pasa. El reto será no solo aplaudirles a las ocho de la noche sino desde el Congreso, el Parlament y las distintas administraciones estemos a la altura para darles el reconocimiento económico y social que se merecen.

- ¿No es un poco triste que sea necesaria una pandemia para que muchos descubran la importancia de la sanidad pública?

- Sí, es triste que tenga que pasar una desgracia para que actuemos de golpe. Los propios profesionales nos recordaban desde hacía tiempo la necesidad de tener los recursos suficientes. No solo en temas directos en hospitales y de salud, sino también en ciencia e investigación. La ciencia es una de las grandes olvidadas en los últimos 10 años y la ciencia es vida. Lo decimos poco. Necesitamos una ciencia e investigación a la altura de los retos de salud que tenemos como sociedad. Es una de las conclusiones que deberíamos sacar de la crisis del coronavirus.

- ¿Ha cambiado su enfermedad la forma de ver la vida? ¿Cree que la pandemia ayudará a cambiar la forma de ver la vida de la sociedad en general?

- Me ha cambiado mucho la enfermedad. No solo en la forma de ver la vida, sino también en pensar en la muerte y creo que como sociedad pensamos poco en ella. A menudo cuando nos pasa algo malo la reacción inicial que tenemos es rodearnos de frases un poco estúpidas que no nos ayudan a tirar hacia adelante. Estaría bien que pudiéramos profundizar un poco más. De pensar, de ser más empáticos emocionalmente hablando. Tenemos que desarrollar mucho más la inteligencia emocional. Y creo que de esto va también la inteligencia colectiva. Cuando tenemos una persona delante, que no se encuentra bien y que está pasando algo tan bestia como un cáncer o una pandemia como un coronavirus, sería bueno que más allá de proclamas nos parásemos a pensar y nos preguntásemos cómo estamos. Y escuchásemos antes de tener respuestas inmediatas.

- ¿Qué hacía antes del confinamiento?

- Me lo diagnosticaron el cáncer el 23 de diciembre. Al principio tenía mucho dolor y muchas dificultades para poder caminar y ser autosuficiente. Por suerte he podido mejorar mucho. Pero me ha impedido hacer una vida normal. Cuando empecé a mejorar en términos de dolor, salía a hacer la compra, intentaba caminar. Es muy importante que los enfermos crónicos o de larga duración no perdamos la capacidad física, también de cara a la operación. Me obligaba a salir mínimamente. El 8M fui a la manifestación porque me vi con fuerzas y creía que era fundamental poderme unir en la defensa de los derechos de las mujeres.

- ¿Qué piensa de la gente que se salta el confinamiento para hacer deporte o a pasear, con el riesgo de saturar la sanidad pública?

- Creo que son unos irresponsables, primero hacia ellos mismos. Deberían de ser más conscientes del valor que tiene la vida y la salud. No puedo entender que se pongan riesgo de esa forma. Pero creo que también son unos irresponsables de cara a la comunidad. Especialmente hacia personas como yo, que nos encontramos en una situación especialmente delicada y que el coronavirus nos la podría complicar más. Que corran en su casa.

- La otra crisis se costeó a base de recortes en servicios públicos como la sanidad. ¿Se evitará ahora esta receta?

- Creo que nos jugamos tres crisis importantes. La sanitaria la tenemos encima, es evidente. Pero hay dos pendientes: la económica y la social. Por eso era tan importante el plan de medidas del Gobierno para frenar estas dos. La respuesta que demos a esta crisis no puede ser bajo ningún concepto la del 2008. Creo que se están poniendo las primeras piedras para no sea así. El decreto del Consejo de Ministros habla de personas, habla de economía, de ciencia, de vida. Hay que minimizar los efectos de las crisis social. La gente no se puede quedar atrás. Y creo que hay que dar respuestas en el ámbito laboral y el de las empresas. Es fundamental que las empresas tengan certidumbres para no tener que cerrar y para que esta crisis sea solo un paréntesis y que podamos retomar la activida normal tras la crisis sanitaria. El decreto es un buen primer paso pero habrá que tomar otras medidas, no tengo ninguna duda.

- ¿El plan anunciado por Sánchez es suficiente?

- Creo que es el primer paso, pero que no es suficiente. Que en los próximos días hay una serie de medidas que se tendrán que trabajar. La inmensa mayoría de las personas que viven de alquiler viven la situación con gran preocupación. Y creo que desde el Gobierno se les tendrá que dar respuesta, igual que a los autónomos, colectivo especialmente vulnerable. Nunca nos habíamos encontrado una crisis así y habrá que ver cuáles son los sectores a los que no se está dando respuesta y dar forma coordinada y serena a las soluciones.

- ¿Cree que la respuesta del Gobierno español y del catalán ha sido suficientemente ágil?

- Creo que se ha sido ágil en la respuesta pero que habrá que serlo más. Es muy importante dejar rencillas al margen. Es momento de cooperar no de discutir o competir. Momento para trabajar y no para movernos para comparecencias permanentes antes la prensa. Es el momento de ver qué falla y de forma constructiva intentar evitar que se convierta en una crisis social de envergadura bíblica. Los gobiernos tienen que servir para aliviar la preocupación social. No entendería y no entiendo que haya administraciones que estén trabajando para generar alarma o cierto odio entre comunidades.

- Quim Torra ha insistido en confinar Catalunya. ¿Cree que era la solución?

- A día de hoy no se trata tanto de confinar territorios como de que nos confinemos en casa. Creo que la gente lo ha entendido. Los porcentajes de uso del transporte público o del coche que han bajado en picado dan una medida de que la gente lo ha entendido y se lo ha tomado en serio y que, cuando se lo permiten, se quedan en casa.

- ¿La forma de hacer política cambiará después de todo esto?

- Ojalá cambie. Ciertas reacciones a esta crisis me recuerdan al momento de la investidura que yo viví. Vale la pena poner la humanidad en el centro de la política. Que demostremos a la gente que la política también es humana. Y tenemos capacidad de colaborar y hablar entre nosotros. Sería extraordinario que de esta crisis sacáramos, entre otras cosas, la colaboración entre administraciones y una dialéctica más serena, más tranquila y menos bronca. Eso haría que tuviéramos unas políticas mejores que las que tenemos a día de hoy. Creo que la gente lo pide y que tenemos capacidad para hacerlo. Cuando pasan cosas terribles lo hacemos. Quizás valdría la pena que no tuviéramos que llegar a límites tan extremos para sacar lo mejor de nosotros. Quizás podríamos acordar que la vida es un bien demasiado valioso, que vale la pena tener relaciones humanas y tranquilas entre todos y que la política tiene que ser un reflejo de esto.