Barreras bajadas. Puesta a punto en algunos locales. Calma y poco tráfico en algunas de las calles más concurridas del verano mallorquín. Magaluf, uno de los destinos preferidos del turismo británico, despide el mes de junio con una imagen inusual: hoteles cerrados, bares vacíos y comercios funcionando a medio gas a la espera de una reactivación que parece que no va a llegar.

Todo son rumores no confirmados: "He oído que hoy abren el Vistasol". "Me han dicho que el Niki Beach ya abre". Un búsqueda por internet confirma que los apartamentos Vistasol están funcionando desde el 26 de junio y que el Niki Beach retoma la actividad el 2 de julio. A principios de semana Mauricio Corbellada, presidente de la Asociación hotelera Palmanova-Magaluf, explicó a este periódico que se prevé que abran tres hoteles en Magaluf la primera quincena de julio. Así mismo, el touroperador británico TUI UK anunció que retomaría las conexiones con Mallorca y otros destinos españoles a partir del 11 de julio. Por su parte el Gobierno de Boris Johnson planea la creación de puentes aéreos hacia destinos vacacionales considerados de bajo riesgo entre los que se encuentra España. No será hasta mañana que el Ejecutivo británico confirme la creación de estas conexiones y si se exime a los pasajeros de estas rutas de cumplir la obligatoria cuarentena de 14 días.

De camino a Punta Ballena, en la avenida Magaluf, Susan Lisle pone a punto la boutique donde trabaja. La tienda lleva abierta desde el domingo pasado, pero Susan explica que no hay turistas, solo vecinos y que estos no consumen. Ante la posible llegada de compatriotas, esta dependienta británica expresa sus temores ante el hecho de que el Reino Unido ha vivido un confinamiento más "suave" que el español. Luisa y Ana López de Soria se dirigen a la playa, pero antes paran a mirar unas sandalias en una de las pocas tiendas abiertas de la zona. "Hace un año que vivo aquí", dice Luisa, "y el verano pasado para caminar por esta calle tenías que dar codazos". Esta vecina confiesa que no es muy optimista sobre el futuro: "Lo veo muy mal. Da pena la de gente que está en paro. En un restaurante que hay aquí cerca, que siempre tenía lleno, me dijeron que con suerte abrirían el 15 de julio". Vane Liste trabaja desde hace dos años en un estanco situado en la calle Punta Ballena y no da crédito a la temporada que está viviendo: "Esto parece enero, pero con calor. Nosotros tenemos el mismo personal y el mismo horario que en invierno". Explica que a estas alturas de la temporada serían cinco o seis empleados trabajando: "Ahora estoy yo sola". Vecina de la zona desde siempre, Vane se muestra sorprendida: "Nunca pensé que podría pasar algo así, pero estamos esperanzados. Yo creo que la temporada podría alargarse cuatro o cinco meses, el clima es muy bueno". Sin embargo, la ansiada vuelta de los turistas se mezcla con el temor a un posible rebrote: "Estamos esperando. Nadie sabe nada", concluye. La calle Punta Ballena, la zona de ocio británico juvenil por excelencia, muestra una imagen insólita. Barreras bajadas en la mayoría de los negocios, aunque en algunos locales hay cierta actividad: cambio de rótulos, limpiezas a fondo, colocación de mobiliario. En la terraza de uno de los pocos bares abiertos resuena Despacito para tres o cuatro clientes. "¿Como va la temporada? Ya lo puedes ver", dice una mujer desde detrás de la barra.

Hay avisos en los cristales que prohíben acceder al interior del establecimiento para cumplir con las medidas de seguridad implantadas con motivo de la covid-19. Pantallas gigantes enmudecidas, rótulos llamativos que invitan a acceder a locales vacíos. "Nunca beberás solo en Magaluf", reza un cartel pegado en la cristalera de otro establecimiento. Hoy es Magaluf el que está solo y expectante. De vez en cuando una pareja, una mujer con un niño o un bañista solitario cruzan hacia la playa que también permanece prácticamente desierta. Nadie bajo las sombrillas, las embarcaciones de ocio acuáticas quietas en la arena, a la espera de que alguien las alquile.

En la primera línea de la playa Richard Vdmerwe reabrió su restaurante Chili Lounge hace tres semanas. Ninguno de sus vecinos lo ha hecho todavía. "Poco antes del confinamiento lo pintamos y arreglamos, abrimos y al cabo de cuatro días tuvimos que cerrar". Richard dice que no hay turistas pero que su clientela es una buena mezcla de gente local y visitantes. "Aquí se está recuperando muy lentamente, en Palmanova parece que funciona mejor". Desde hace diez años regenta este establecimiento en el que esta temporada emplea a tres personas cuando normalmente daba trabajo a una decena. "Hemos reducido el menú y abrimos de viernes a domingo", explica este empresario.

"Hay preocupación, parece que estamos en el mes de marzo. Dicen que a partir de mediados de julio la cosa irá in crescendo, pero no lo parece". Juan Luis, residente en la zona, es partidario de ver el lado positivo: "Está muy tranquilo, hay que aprovechar la parte buena de lo que te toca vivir y disfrutar un poco de nuestra isla".

Incertidumbre

En un pequeño salón de peluquería de la avenida Magaluf dos hermanas han acudido a hacerse tratamientos. Por primera vez en más de treinta años estas vecinas de la zona se encuentran en la extraña situación de no tener trabajo en temporada alta. Las dos están empleadas en un hotel de Palmanova y sus jefes ya les han confirmado que el establecimiento no abrirá el mes de julio. Normalmente están empleadas de abril a octubre, una temporada que se les hace corta, pero este año no tienen la seguridad de que su hotel abra el mes de agosto. "Seguimos confinadas, pero por la economía", sentencia una de ellas. "Nunca viví un verano que fuera invierno", interviene la peluquera.