Las elecciones vascas y gallegas de este domingo 12-J devuelven a España al clima electoral, medio año después de la investidura de Pedro Sánchez y antes de otra previsible cita con las urnas en Cataluña este año.

La crisis del coronavirus ha desplazado la fecha prevista para los comicios hasta encajarla en un calendario atípico, en pleno verano. Pero mientras la pandemia, con su trágico balance de fallecidos, condiciona nuestras vidas y amenaza con sacudir los cimientos de la economía, las encuestas no pronostican cambios sustanciales en ninguna de las dos comunidades.

Los sondeos prevén una clara victoria en Galicia de Alberto Núñez Feijóo, al que conceden una nueva mayoría absoluta, que sería la cuarta, mientras que en el País Vasco el PNV podría salir reforzado para seguir gobernando, con la posibilidad de elegir socio, con el PSE como opción más probable.

Históricamente, ambas comunidades, dos de las consideradas "históricas", no han sido el mejor fiel de la balanza para extrapolar los resultados al ámbito nacional. Feijóo se instaló en la Xunta ya con mayoría absoluta durante el segundo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y en 2016 la renovó por tercera vez a pesar de la implosión del bipartidismo en España. En Euskadi, el PNV no ha tenido rival en la democracia, salvo en el paréntesis del gobierno de Patxi López, entre 2009 y 2012, coincidiendo con la ilegalización de las formaciones del entorno de Batasuna, independientemente del menor o mayor apoyo a PP o PSOE en cada momento.

Pero, inevitablemente, el 12-J deparará una lectura nacional, porque, sin elecciones generales a la vista, la política española vive enganchada a una permanente tensión entre izquierda y derecha -con el independentismo catalán en una suerte de 'stand by'- que unos y otros se echan en cara, acusándose mutuamente de generar "crispación", la palabra de moda.

Por eso, en el País Vasco y Galicia, por sus peculiaridades, habrá que fijarse no únicamente en el ganador, sino también en otras tendencias menos evidentes.

El PSOE, por ejemplo, no solo se juega en Galicia la posibilidad de descabalgar a Feijóo de la mayoría absoluta, sino también ser la segunda fuerza, una posición que le disputará el BNG. Aquí, las encuestas, aunque con un resultado pobre, sí otorgan a los socialistas el liderazgo en el bloque de la izquierda nacional, por encima de Galicia En Común, la marca de Podemos, después de que en 2016 En Marea sumase tantos escaños como el PSdG, 14.

La misma disputa en la izquierda librará el PSE en el País Vasco con Elkarekin Podemos, tras el 'sorpasso' de 2016. Para los morados, con las encuestas en contra en ambas comunidades y dos candidatos de la órbita de Pablo Iglesias, los comicios suponen un examen a su papel como socios del PSOE en el Gobierno de Madrid.

En ambas comunidades las elecciones tendrán una evidente lectura en clave territorial, que determinará el voto a los independentistas de BNG y EH Bildu, el nacionalismo del PNV, la posición más ambigua de las marcas de Podemos y la postura de PSOE y PP, a la espera del resultado de Vox, con pocas opciones de acceder a ambos parlamentos.

El Partido Popular, en busca de un camino para la reconstrucción del centro derecha, deberá extraer conclusiones en un contexto igualmente confuso. En Galicia, una nueva mayoría absoluta concedería una victoria que vender frente al Gobierno de coalición del PSOE y Podemos, pero las especificidades del PP gallego y el personalismo de Feijóo, aferrado a una posición de centro derecha que no ha dudado en defender frente a determinadas posiciones de la dirección nacional, complicarían una lectura triunfalista. En Euskadi, la doble apuesta de elegir a Carlos Iturgaiz, candidato de la época de José María Aznar, y de optar por una alianza con el Ciudadanos, añadirá ruido a la interpretación de unos resultados que no se prevén buenos.

Difícil será también para la formación naranja obtener claves de los comicios en dos territorios que nunca le han sido favorables, mientras que Vox deberá esperar al resultado de su estrategia de explotar el descontento social con la esperanza de lograr representación donde tampoco la ha conseguido hasta ahora.