Recuperados a medias del shock inicial, prosigue el escrutinio de un comunicado de la Casa del Rey que pronto será el documento más analizado de la historia de España. De ahí surge la peligrosa convicción de que Felipe VI habla más como hijo defendiendo a su padre que como monarca al frente de cincuenta millones de posibles contagiados del coronavirus. La instalación en el extranjero de Juan Carlos I, que ya pasaba largas temporadas en asuntos exteriores incluso cuando reinaba, disculpaba un raptus emotivo. Por desgracia, la situación del país no permite efusiones de esta índole.

La dureza de Pedro Sánchez, sin precedentes en el abordaje de un jefe de Estado por parte de un presidente del Gobierno, no basta para camuflar el sentimentalismo del hijo en el adiós a "tu padre". Felipe VI ha de despojarse a toda prisa del vínculo paternofilial. Puede tomar ejemplo de su madre la Reina Sofía de Grecia, que ha recibido la noticia del exilio definitivo de su marido sin conmoción aparente, en cuanto sigue residenciada en el palacio de verano de la Familia Real. En circunstancias tan duras como el abandono oficial de un país que se ha gobernado durante casi medio siglo, la compañía de la esposa también oficial parecía un requisito que no necesita de mayores explicaciones.

Los entrenadores de fútbol son más duros que los reyes, borran cualquier rastro de sus predecesores en el banquillo. Mientras Felipe VI aplaca su duelo sin pronunciar palabra en público, subsiste el asombro ante el comportamiento de su padre. Juan Carlos I es el rey que mejor entendió a los españoles, y ha cometido supuestos delitos que sus convecinos nunca podrían perdonar en plena crisis.

Si Juan Carlos I se inclinó hacia la socialdemocracia encarnada en el PSOE, no fue solo por el rechazo a personajes como Aznar, fácil de compartir, sino porque leía con atención las encuestas que situaban a la mayoría en el centroizquierda. Obtuvo una confianza ilimitada de los ciudadanos, pero no les pagó con la misma moneda, literalmente.

El decreciente reducto de fieles pretende salvar a Juan Carlos I con la presunción de inocencia, olvidando que es inocente por Decreto. Omiten que hace solo unos años revestían a la Corona de ejemplaridad, comportamiento modélico, espíritu de sacrificio, exigencia suplementaria de limpieza, transparencia y vida familiar. Yo en Marivent, y tú en Santo Domingo.