El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha empezado este lunes el día animando a madres, padres y profesores a estar tranquilos porque los colegios son lugares "seguros" frente al coronavirus. La realidad demostró otra cosa. Con confianza en los profesionales de la enseñanza, con la seguridad de que los críos se saben de memoria las normas anti-covid, pero con el miedo incrustado en los huesos, millones de progenitores han dejado a las puertas de los centros a lo que más quieren: sus hijos, que se enfrentan al año académico más complicado e incierto de sus vidas. Navarra fue la primera hace ya días. Hoy ha sido el turno de Aragón, Euskadi, La Rioja, Comunidad Valenciana y Cantabria. Poco a poco se irán incorporando todas las demás. En la nueva normalidad escolar hay aulas en azoteas. Y en capillas. También hay mesas de pícinic convertidas en pupitres.

La comunidad científica está de acuerdo en una cosa: en los coles, institutos y universidades habrá brotes. Una de las primeras preguntas que nadie responde a los padres y las madres es qué pasará cuando sus hijos deban guardar cuarentena preventiva por haber estado en contacto con una persona infectada. ¿Se les concederá una baja laboral retribuida? "Se está dialogando con los agentes sociales", ha salido del paso el presidente del Ejecutivo. Los médicos ya avisan: en caso de que se apruebe, mejor que sea un papel administrativo y no una baja concedida por un facultativo. La atención primaria ya está lo suficientemente maltrecha como para cargarla con trabajo extra.

El poblema de los docentes

Mientras, el sindicato CSIF, mayoritario entre los funcionarios, ha abierto el curso escolar con una alerta demoledora: más de la mitad de los docentes extra anunciados por las comunidades autónomas no han llegado.

Con este panorama han abierto hoy muchos coles, cerrados desde marzo. Hervían de nervios, ilusiones, dudas y algunos llantos. Muchos respetaban la distancia de seguridad. Otros no. En algunos coles se tomaba la temperatura al entrar. Y también había padres que lo habían hecho en casa. El denominador común eran las mascarillas, obligatorias a partir de primer curso de primaria.

En las colas matutinas en Valencia, poco antes de la primera dosis de gel hidroalcohólico, los emocionados reencuentros se intercalaban con los debates. ¿Qué mascarilla más mola? ¿Y cuál protege más? ¿Cuánto durará el curso? Desde fuera de los centros, con un acceso mucho más restringido, se veían los innumerables cambios. Entradas por diferentes accesos y escalonadas, con las implicaciones que para la conciliación laboral en el caso de tener dos hijos. Los chats de padres y madres empezaron a echar humo, ajenos en parte al ingente esfuerzo organizativo que han hecho los coles.

Flechas, grupos burbuja, pegatinas para identificar itinerarios, mesas separadas, mamparas€ "Por una parte lo afrontamos con ilusión y por otra con miedo. Es una situación a la que no nos hemos enfrentado nunca pero hemos puesto todas las medidas de seguridad", explica Soledad Salcedo, directora del Mare Nostrum (València).

Azoteas y capillas

La necesidad de espacios ha obligado a los centros a multiplicar la imaginación: barracones-aulas construidos en azoteas, capillas desacralizadas para estudiar matemáticas y mesas de pícnic a modo de pupitres en los patios.

Ha habido centros (una minoría) que no pudieron abrir, bien por haber dado positivo sus responsables o profesores o bien por estar en una localidad confinada, como Benigànim.

Finalmente, con la caótica excepción de Madrid. Sí las hubo puntuales. Un colegio privado en Mos (Pontevedra) las hizo a sus cien docentes y veinte dieron positivo, algo que obligó a aplazar el arranque de las clases presenciales. También en un centro de Albal (València) han retrasado el inicio del año académico al miércoles a la espera de que llegue el resultado de una prueba a una profesora. Esta es la nueva normalidad de los colegios.