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Madrid rojo, la trinchera de la izquierda

Los barrios madrileños de tradicional voto progresista asisten desmovilizados a la campaña electoral

En las antípodas del liberalismo castizo de “cañas y toros” que propone Isabel Díaz Ayuso, existe un Madrid de perfil progresista y espíritu republicano que entronca con el que lloró en el entierro de Tierno Galván hace 35 años y fio a la izquierda la puesta en marcha de las primeras instituciones autonómicas. Un Madrid obrero que madruga, pero no se siente interpelado por los eslóganes de la ultraderecha, y que hace justo diez años encendió la mecha del 15-M en la Puerta del Sol. Un Madrid que también cuenta, opina y vota.

¿Pero realmente vota? De la respuesta que se dé a esta pregunta el próximo 4 de mayo va a depender el resultado de las elecciones. En los comicios autonómicos de 2019, el 47,56% de los madrileños eligió las papeletas de PSOE, Más Madrid o Podemos. Sin embargo, el voto progresista no suele repartirse por igual a lo largo y ancho de la Comunidad, sino que tiende a concentrarse en el centro y los barrios del sur de la capital y en su extrarradio meridional.

Los estudios demoscópicos revelan que el votante conservador se puso en pie el día que la líder del PP anunció la cita con las urnas. A diez días de las elecciones, el ‘Madrid rojo’ no parece tan entusiasmado con la idea de ir a votar.

Lavapiés, espíritu de resistencia

No es casual que Pablo Iglesias eligiera la plaza Nelson Mandela de Lavapiés para arrancar su campaña electoral. De varias casas ‘okupa' de este barrio salieron las primeras tiendas que acamparon en Sol el 15 de mayo de 2011 y aquí nació Podemos tres años más tarde. Desde entonces, la fisonomía del lugar ha cambiado mucho y su vinculación con la formación morada, también. En las autonómicas de 2019 no fue Iglesias, sino Errejón, quien logró cosechar hasta el 40% de los votos. Lavapiés es hoy, principalmente, una zona de ocio sobre la que ha puesto sus ojos la especulación inmobiliaria.

Aun así, un cierto espíritu de resistencia pervive entre sus habitantes. “Este es un barrio de trinchera. El modelo sostenible que propone Lavapiés no tiene nada que ver con el que nos quiere imponer la derecha”, distingue Lola Sierro, propietaria de un local de restauración a espaldas del museo Reina Sofía, mientras señala el solar de ‘Esta es una plaza’. “Desde los tiempos de Gallardón, el Ayuntamiento está intentando especular con este espacio, pero ahí sigue, resistiendo. Tenemos un huerto urbano y ecológico en el centro de Madrid para disfrute de los niños del barrio”, explica.

En Lavapiés, donde viven 46.000 vecinos de 80 nacionalidades distintas y uno de cada tres habitantes en inmigrante, la versión turística del barrio multiétnico de intensa vida cultural –sus calles albergan 15 teatros y sus aceras son una terraza sin fin donde se sirven sabores de medio planeta- convive con una marcada conciencia política que se expresa en las pintadas reivindicativas que cubren muchas de sus paredes. Por cada bandera de España que cuelga de sus balcones, se cuentan cinco republicanas o arcoíris, o sábanas con lemas que reclaman más sanidad pública y menos fondos buitres.

“En Lavapiés seguimos cultivando un discurso de izquierdas que planta cara a ese liberalismo que quiere vender el barrio al mejor postor”, cuenta Ruth Sánchez, socia del Teatro del Barrio, la sede donde se presentó Podemos en enero de 2014 y una referencia del activismo político en Lavapiés. El próximo lunes, en este escenario está anunciada la función ‘Durruti, hijo del pueblo’ y hasta final de mes se representa la obra musical ‘Mundo obrero y otras canciones’, protagonizada por Alberto San Juan.

Vallecas, el puente de la abstención

Las expectativas de que la izquierda le doble el brazo a la derecha el 4 de mayo descansan sobre un cálculo matemático: en 2019, en el barrio de Salamanca, siete de cada diez papeletas fueron conservadoras y votó el 73% del censo; en cambio, en Puente de Vallecas, donde la izquierda se hizo con el 70% del escrutinio, solo acudió a votar el 59% del censo. Esos 11 puntos de diferencia de participación ponen cifra al tópico de que Madrid es una comunidad de derechas.

Jorge Nacarino, presidente de la asociación vecinal Puente de Vallecas San Diego, conoce bien el desapego que sienten muchos habitantes de este barrio obrero hacia la política. “No es nihilismo, es desilusión. Piensan que ir a votar no arreglará sus problemas”, explica. En su opinión, lo sucedido recientemente con el scalextric de la M-30 da la medida de esa desconfianza. Más Madrid acaba de arrancarle al Ayuntamiento el compromiso de que derruirá la autopista elevada que separa el barrio del resto de la ciudad, una eterna reclamación vallecana. “Pero los vecinos me dicen: hasta que no lo vea, no me lo creo”, cuenta Nacarino.

¿Esta agitación política se traducirá en votos el 4 de mayo? “Aquí somos muy de manifestarnos, pero las restricciones impiden los actos públicos. No hay ambiente de movilización, la gente está cansada por la pandemia”, evalúa Pilar Cataño, propietaria de la librería-café 'La Libre' y ejemplo de que no toda la restauración madrileña bebe los vientos por Ayuso. “Esa mujer es un peligro. La antipatía que genera y el miedo a que gobierne con Vox pueden acabar activando a la izquierda”, pronostica.

A pesar de su menor implicación electoral, Vallecas presume de su férreo activismo izquierdista. En la plaza de la Constitución, conocida como ‘La Plaza Roja’, tuvieron lugar los altercados del mitin de Vox. Al día siguiente circuló por el barrio un llamamiento para “desinfectar Vallekas de fascismo” y la plaza se llenó de vecinos cargados de fregonas y lejía.

En la puerta del colegio público Javier de Miguel, junto a la bandera británica que colocó Esperanza Aguirre para etiquetarlo como “centro bilingüe”, el AMPA ha colgado una pancarta que recuerda: “El 4 de mayo, movilízate. Menos ratios y más recursos para la escuela pública”. A la entrada del mercado municipal, un cartel del Partido Comunista de los Pueblos de España responde al dilema que Ayuso plantea en su slogan electoral: “Elegimos comunismo”, reza el pasquín junto a una hoz y un martillo.

Que la izquierda ganará en el barrio donde vivía Pablo Iglesias antes de mudarse a Galapagar se da por descontado. Siempre ha sido así desde que llegó la democracia. La duda es saber cuántas papeletas habrá en las urnas vallecanas en la noche electoral.

Fuenlabrada, socialismo o Vox

Un paseo por el centro de Fuenlabrada, ciudad-dormitorio de 194.000 habitantes del extrarradio meridional madrileño, previene rápidamente del espíritu progresista que se respira en el municipio, gobernado por el PSOE desde 1979. En apenas 100 metros se concentran la Casa de la Mujer, el Centro Cultural 8 de Marzo, el Espacio de la Juventud y un enorme mural colocado junto a las vías del tren que clama: “La igualdad sienta bien, no moderes su consumo”, junto a la firma: “Entre jóvenas”.

En este ambiente de inspiración feminista decorado por los retratos de Ángel Gabilondo que cuelgan de las farolas, la noticia de la semana no ha sido de corte socialista sino de signo contrario. El lunes pasado coincidieron los mítines de Isabel Díaz Ayuso y Rocío Monasterio. Si el del PP estuvo ambientado y fue generoso en ovaciones para la candidata, el de Vox desbordó todas las expectativas de asistencia de público y fervor popular. ¿Está cambiando de color político el bastión socialista madrileño? “Cada día oigo a más clientes quejarse. Pero solo critican al Gobierno de España, no al de la Comunidad de Madrid”, señala Óscar, dependiente de la carnicería Ortega, situada en el casco antiguo del municipio.

En la última cita con las urnas –las generales de noviembre de 2019-, Vox se convirtió en la segunda fuerza política de la localidad. “Con mensajes simples como la defensa de los toros, que en Fuenlabrada importan mucho, la ultraderecha está conectando con un electorado poco ideologizado al que le da igual cambiar de papeleta”, advierte Faustino García, portavoz de la asociación de vecinos El Naranjo y apoderado del PSOE.

En incontables noches electorales, este líder vecinal ha sido testigo del voluminoso cesto de votos que reunía su partido, pero en el ecuador de la campaña no tiene claro qué pasará el próximo 4-M. “Veo a la izquierda plana, sin espíritu de victoria. O pasa al ataque y se vuelve agresiva, o no remontará”, pronostica.

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