La dirección de Ciudadanos estaba convencida de que había frenado el flujo de deserciones después de la sacudida que sufrieron a raíz de la moción fallida de Murcia, pero el mazazo de las elecciones madrileñas no da tregua y las aguas han vuelto a revolverse con nuevas fugas.

Desde la cúpula naranja minimizan esta segunda oleada de bajas y creen que no irá mucho más allá porque la circunscriben a la resaca electoral en Madrid, que ha dejado al partido desarmado para afrontar estos dos años que quedan por delante hasta las nuevas elecciones generales. Pero está habiendo golpes duros pese a ser esperados, como la baja de Marta Rivera de la Cruz, exconsejera de Cultura en el Ejecutivo madrileño de coalición con el PP, que, previsiblemente repetirá en el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, como ésta ha dejado entrever al poner de relieve la buena sintonía entre ambas.

También difícil de encajar ha sido la marcha el viernes de cuatro diputados de las Cortes Valencianas, donde los naranjas tenían dieciocho escaños, representando un territorio clave en la expansión del partido. Clave como Andalucía, comunidad en la que cuentan con 21 escaños, y como lo ha sido Madrid hasta que el 4M se ha llevado de una tacada los 26 diputados que tenían y que les han permitido cogobernar con el PP durante estos dos últimos años.

Los cuatro cargos valencianos de Cs han seguido los pasos y los argumentos de Toni Cantó al alegar que abandonaban el partido por el giro ideológico de Arrimadas y su mano tendida a Pedro Sánchez. Una justificación un tanto extemporánea, al producirse a renglón seguido de la derrota en los comicios madrileños, en los que precisamente el eje naranja de la campaña fue apostar por la reedición de la coalición con el PP.

Por distinto motivo, se han dado de baja los cinco concejales del municipio de Vila-Seca (Tarragona), en su caso por estar completamente en desacuerdo con la estrategia municipalista del partido, y en Baleares tres parlamentarios se han rebelado contra la portavoz del grupo designada por la dirección nacional, que les ha abierto un expediente disciplinario.

Todo esto en menos de una semana, lo que pone de relieve que el desastre de Madrid podría dar la puntilla al partido de Arrimadas, que esperaba un milagro en las urnas para coger aire y recomponerse, pero la catástrofe ha sido de tal magnitud que sus posibilidades de supervivencia han caído en picado. Las voces que piden una asamblea extraordinaria vuelven a elevarse y se están organizando en torno a Renovadores, una corriente crítica que activó el vicepresidente de Castilla y León, Francisco Igea, para impulsar su candidatura en las primarias frente a Arrimadas. Una vez perdida esa batalla por el liderazgo, Igea se ha guardado las críticas, aunque ahora anda defendiendo un acuerdo con el Partido Popular para desalojar a Sánchez de la Moncloa.

Renovadores quiere la dimisión de Arrimadas y un nuevo cónclave para enmendar las decisiones que ven equivocadas, promover nuevas propuestas y "reencontrarse con la militancia", pero no tienen fácil sacar adelante sus demandas porque necesitan reunir al menos la firma de un tercio de los afiliados como requieren los estatutos. Tampoco parece probable que el comité ejecutivo o el consejo general abran esa vía del congreso cuando Ciudadanos celebró hace apenas un año la asamblea que dio el relevo a Arrimadas.

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De momento, la líder de Cs cuenta con el respaldo de su equipo, que ha cerrado filas con ella, descartando dimisiones y achacando este nuevo descalabro electoral, que se suma al de las catalanas de febrero, a la polarización política. Aunque reconocen desde su núcleo más cercano que hay cierto descontento fuera de la dirección, nadie ha pedido su dimisión porque es evidente, señalan a Efe, que su llegada al partido, hace solo un año, está condicionada por la debacle del 10N, con Albert Rivera, la pandemia después y los distintos procesos electorales.

Fían la supervivencia de la formación a una estrategia basada en "relanzar el centro", convencidos de que es necesario este espacio reformista y centrado, y en poder retener a la militancia que les queda. Por eso celebrarán una convención nacional en julio y visitarán en los próximos meses las agrupaciones de todas las comunidades con el fin de que las bases se sientan parte de un proyecto que aseguran que está aún muy vivo.