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El aumento de las agresiones homófobas dispara las alarmas en el colectivo LGTBI

En vísperas del Día del Orgullo Gay este lunes 28 de junio, los representantes asociativos denuncian el odio en el que se apoyan los incidentes homófobos y defienden la educación como vía para su lucha

El aumento de las agresiones homófobas dispara las alarmas en el colectivo LGTBI

Noche del 29 de mayo. En una playa de Barcelona dos parejas gais y una heterosexual hablan tranquilamente. Hasta que tres personas se acercan. Tras proferir varios insultos, se abalanzan solo sobre los cuatro homosexuales. Uno de ellos, el más malherido, acaba con una rotura maxilofacial. Cambio de escenario. Un parque de Basauri (Vizcaya) una semana después. De madrugada, un joven pasa el rato con amigos. Esta vez es un grupo de trece individuos el que, al grito de «maricón de mierda», lo golpea con puñetazos y patadas hasta que, con él ya inconsciente, los testigos alejan a los agresores. Ahora, en València, la noche de San Juan. Un joven de 17 años es agredido por el simple hecho de ir de la mano con otro chico. Los tres sucesos son diferentes, pero se entrelazan en un mismo trasfondo: la brutalidad de ataques homófobos que ya no son casos aislados.

«[Estas agresiones] están aumentando. La LGTBIfobia no nos la hemos inventado en 2021, pero la realidad es que está habiendo un incremento», señala Amets Martínez de Heredita, coordinador de Ikusgune, el Observatorio contra la LGTBI+fobia de Vitoria-Gasteiz, sobre una situación que varía en cada autonomía pero que, solo en Cataluña, deja este año, coincidiendo con el Día Internacional del Orgullo LGTB que se celebra este lunes, más de 90 incidentes registrados según l’Observatori contra l’Homofobia de Cataluña (OCH). No son datos infrecuentes. Si se observan las víctimas de delitos de odio por orientación sexual o identidad de género, el ‘Informe de la evolución de los delitos de odio’ en el año 2019 -el último con datos recopilados por el Ministerio del Interior en toda España- ya señalaba que al menos 321 personas habían sufrido ataques por estos motivos.

Discursos marcados por el odio

Para Rafael Ruiz, trabajador social de la asociación Lambda y coordinador del Servicio Orienta en València, detrás de estos ataques existe «un odio hacia los grupos vulnerables, un ‘no queremos que estés aquí’». Es una visión alimentada por los discursos lanzados especialmente desde la extrema derecha. En Madrid, sin ir más lejos, Vox ya ha pedido a la presidenta Isabel Díaz Ayuso que derogue las normas LGTBI autonómicas por ser «leyes de género propias de la izquierda más radical» y la presidenta del PP se ha mostrado dispuesta, al menos, a revisar algunas. Este tipo de mensajes -explica Rubén López, director de Observatorio Madrileño contra la LGTBI-fobia- da «una coartada a la gente que piensa que tiene el derecho a agredirnos», cumpliéndose en paralelo también el conocido como ‘triángulo del odio’: un mensaje discriminatorio, una persona convencida de éste y otra que resulta objetivo del mismo. Además, a estos tres pilares se unen, en muchas ocasiones, unas consecuencias legales inexistentes o muy laxas.

«El imaginario que se ha construido socialmente sobre el castigo que puede haber por agredir a una persona LGTBI es cero, es gratis», lamenta Eugeni Rodríguez, presidente del OCH y una de las personas que pudo hablar con la pareja de la víctima de Barcelona con lesiones más graves. «[Las víctimas] tienen una sensación de desolación absoluta, de no entender nada, de impotencia máxima», relata sobre un testimonio que no resulta único. Como reconoce Amets Martínez de Heredita, tras sufrir un ataque homófobo «hay gente que viene destrozada», casos que contrastan con otros que «te vienen queriéndose comer el mundo».

Ante esta dualidad, el coordinador de Ikusgune destaca la importancia del trabajo de empoderamiento de la víctima, porque «cuando estamos frente a un delito de odio como una agresión LGTBI-fóbica, no es una agresión concreta a esa persona, sino que están atacando a todo el colectivo». «Hay que enviar el mensaje de que son nuestros derechos y hay que defenderlos. El colectivo tiene que estar unido», coincide Rafael Ruiz.

Mejores y peores países para viajar si eres LGTBI

Pese al aumento de las agresiones homófobas en los últimos meses, España se mantiene entre los destinos turísticos más seguros y propicios para acoger a la comunidad gay. Con el fin de ayudar a los turistas LGTBI a viajar de forma segura, el portal alemán Spartacus publica desde 2012 el ‘Gay Travel Index’. En 2020, la clasificación comparó a 202 países en función de la situación de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales en sus territorios. En esta edición, España ocupa el tercer puesto del ranking junto a otros cinco Estados, entre ellos dos latinoamericanos, Argentina y Uruguay, cada uno con una puntuación de 9 sobre 12. Por encima, solo se encuentran cuatro naciones: Canadá, Malta y Suecia, que obtuvieron la máxima nota posible, y Austria en segundo lugar, con 11 puntos. Al otro lado del espectro, entre los menos acogedores para estos viajeros, se encuentra Somalia (-19 puntos), seguida de Arabia Saudí e Irán (ambos con -18). Para elaborar el índice en el que se basa la clasificación, los creadores se centran en las decisiones políticas que afectan a las personas ‘queer’, el marco legal y si se producen episodios de violencia contra ellos, entre otros parámetros. En este contexto, hasta 69 Estados miembros de la ONU continúan penalizando los actos sexuales consensuales entre personas adultas del mismo sexo.  

Un papel todavía por mejorar

Pero la lucha por erradicar la LGTBI-fobia va más allá del trabajo del colectivo. Como explica Rodríguez, «las administraciones públicas tienen que trabajar siempre con la complicidad del tejido asociativo». Así, frente a casos como el de Hungría, donde una polémica ley ha prohibido que se hable a los menores de homosexualidad en los centros educativos, los responsables asociativos coinciden en la importancia de actuar justamente desde este ámbito, el de la educación para que los más jóvenes se formen desde la base en la igualdad. «Para nosotros esto es crucial porque precisamente el agresor sigue siendo una persona muy joven, menor de 30 años en un alto porcentaje», asegura López. Según los datos del ‘Informe de la evolución de los delitos de odio’, de los 137 agresores identificados en 2019 por motivo de orientación sexual o identidad de género, el 41 % (57) tenía menos de 25 años.

Sin embargo, como recuerda Martínez de Heredita, la educación en las aulas no es el único camino, ya que en sus casas los más jóvenes pueden encontrarse también esos discursos discriminatorios. «Nosotros siempre decimos que cuando hablamos de gente joven vemos el mundo que tenemos. Y este mundo no lo ha creado la gente joven», reflexiona el dirigente asociativo vasco, que añade la importancia de que se realicen también campañas «muy concretas» dirigidas al colectivo heterosexual para sensibilizar en la lucha. «Se han hecho campañas muy potentes en España en momentos determinados que llegaron a todo el mundo. No podemos permitir que el odio se escampe de la forma en que lo está haciendo», apunta Eugeni Rodríguez.

Asimismo, como reconoce el coordinador de Ikusgune, otro de los puntos clave a desarrollar es el de mejorar la formación en ámbitos como el policial. «Hacen falta formaciones de verdad para que quien tenga que redactar una denuncia sepa cómo tiene que hacerlo y no haga preguntas que no debe hacer», destaca Martínez de Heredita. «Hay que educar en el trato a la persona que va a hacer una denuncia, para que se sienta protegida», añade Rafael Ruiz.

Esta sensación de seguridad, no en vano, resulta elemento esencial para que estas denuncias se acaben efectuando, más aún si se tienen en cuenta los obstáculos que aún hoy frenan parte de las mismas y que van desde vivir en el armario a las dificultades del proceso, pasando por las vivencias personales o el miedo a ser juzgado o rechazado. Porque la lucha contra la discriminación LGTBI sigue teniendo retos por delante.

El confinamiento, un cambio de contexto


El confinamiento que durante meses vivió la sociedad española a causa de la pandemia de la covid-19 cambió rutinas y realidades. Trastocó un día a día que se vio afectado por la obligatoriedad de permanecer en el entorno familiar, una situación que dentro del colectivo LGTBI, apuntan varios de los representantes asociativos, ha tenido también su repercusión. Frente a un descenso de las incidencias en el ámbito laboral, a causa de la falta de empleo o el teletrabajo, el coordinador de Ikusgune, Amets Martínez de Heredita, destaca que pasar más tiempo con las familias ha dejado ver también una «mayor hostilidad contra el colectivo LGTBI». «En algunos casos ha habido gente que ha sufrido muchísimo encerrada en casa con su familia», asegura.

En este contexto, no obstante, no ha habido una única realidad. Como relata Rafael Ruiz, trabajador social de la asociación Lambda, dentro del colectivo había personas que ya habían comunicado en sus unidades de convivencia que eran personas LGBTI pero que con la pandemia «perdieron la oportunidad de aliviar esa presión familiar en la calle o estando con amistades». Por otro lado, en aquellas que no lo habían dicho, «han aumentado los niveles de estrés y de ansiedad por miedo a contarlo o por paralizarse su salida del armario», remarca el también coordinador del Servicio Orienta en València.


Una atención al entorno digital

Sin embargo, la pandemia también ha traído consigo en muchas ocasiones una mayor presencia en redes sociales. «Durante el confinamiento hemos visto a gente que nos ha enviado tuits, mensajes, ‘instastories’ de personas que les insultaban», enfatiza el director de Observatorio Madrileño contra la LGTBI-fobia, Rubén López, quien también apunta al temor a que estos incidentes homófobos se estén «normalizando». «La gente ya asume que si sube algo a redes sociales les van a insultar. Hay que luchar contra ello», destaca López antes de poner énfasis en la influencia que sobre estos agresores tiene el discurso del odio de algunos partidos y el anonimato en el que estos atacantes se escudan para lanzar sus mensajes discriminatorios en las distintas plataformas.

Frente a ello, Eugeni Rodríguez, presidente de l’Observatori contra l’Homofobia de Cataluña, insiste en la necesidad de que se realicen políticas públicas que, más «allá de la retórica», se acompañen también de planes de prevención. «Hay que convencerles pedagógicamente de que el odio no es una salida, que estamos en una sociedad diversa y que han de convivir en la diversidad», concluye el dirigente asociativo catalán.

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