Mayor prevalencia de la violencia física, uso de los medios digitales que facilitan el control de la víctima y un ciclo de maltrato más explosivo en el que se pasa rápidamente de los primeros signos de alarma a las agresiones de gravedad: así es la violencia machista en adolescentes y jóvenes.

Entender los celos como muestras de amor y la perpetuación de acusados estereotipos de género que distorsionan la percepción de las relaciones de pareja, la falta de experiencia emocional de las víctimas y la tecnología como herramienta facilitadora del daño son caldo de cultivo del maltrato machista en las edades más jóvenes.

“Se consideraba que había cosas superadas gracias a la educación de una época más igualitaria, pero aparecen conductas de control extremo que con rapidez pueden tornarse en situaciones violentas”, explica a El Periódico de España la magistrada de la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Navarra, Esther Erice.

“La violencia sobre la mujer tiene una capacidad adaptativa brutal y en el caso de los más jóvenes se adapta a las formas peculiares de interaccionar que se facilitan por los medios digitales. La ciberviolencia va a facilitar la violencia de control en todas sus manifestaciones, incluida la sexual. El número de delitos que vemos en los juzgados y que tienen que ver con fuentes digitales ha aumentado, fundamentalmente en los jóvenes. (...) Las situaciones de violencia, en comparación con lo que se veía hace unos años en los juzgados, son más graves”, asevera Lucía Avilés, magistrada del Juzgado de lo Penal número 2 de Mataró (Barcelona).

Según la Macroencuesta de Violencia de Violencia contra la Mujer 2019, el 19,3% de las mujeres de entre 16 y 24 años que han tenido pareja ha sufrido violencia física y/o sexual de sus compañeros sentimentales; el 43,1%, violencia psicológica; y el 43,8%, violencia de control.

Desde los 12 años

La Fundación ANAR ha atendido más de 15.000 casos de violencia de género con víctimas menores desde 2009 y alerta de un incremento en el tiempo, ya que en estos años la atención se ha multiplicado por diez: “Las chicas empiezan a llamarnos desde los 12 años, como la tecnología está tan accesible y mucha de esa violencia se ejerce a través de ella, ya empiezan a sufrir situaciones de control. La edad media de la víctima menor es de 15,8 años”, indica la directora de las Líneas de Ayuda ANAR, Diana Díaz.

La violencia machista en edades tempranas se diferencia de la que se detecta en edades adultas, como detalla la jueza Cira García, magistrada del juzgado de violencia sobre la mujer de Castilla-La Mancha y coordinadora de Violencia de Género de Juezas y Jueces para la Democracia.

En primer lugar, los agresores en las parejas más jóvenes se sirven de la tecnología para ejercer su violencia: ciberacoso, control, ciberamenazas son muy frecuentes. Por otro lado, la ausencia de convivencia influye, ya que el sometimiento y el control del maltratador difiere cuando vive bajo el mismo techo de la víctima y prevalece la violencia psicológica, el insulto, el acoso y la amenaza continua a la mujer.

Además, no se puede perder de vista que la forma en la que perciben la violencia los chicos y las chicas más jóvenes es diferente: “Esto sí es un problema, la normalización de estas conductas”.

Si eres víctima de violencia de género

El 016 atiende a las víctimas de todas las violencias contra las mujeres. Es un teléfono gratuito y confidencial que presta servicio en 53 idiomas y no deja rastro en la factura. También se ofrece información a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y asesoramiento y atención psicosocial mediante el número de Whatsapp 600 000 016. Además, los menores pueden dirigirse al teléfono de ANAR 900202010.

La adolescencia es un “momento muy vulnerable” y padecer maltrato en la primera relación sentimental puede marcar la vida de la mujer: “La gravedad es enorme, al no tener perspectiva emocional ni de riesgo, no tienes recursos emocionales para afrontar esta situación. Se va normalizando, no soy capaz de detectarlo, tolero altas dosis de violencia. Al principio son micromachismos, cosas muy simbólicas como ‘no te vistas así’, pero luego están tolerando aislamiento, abusos y violencia física de todo tipo”.

La falta de madurez impide a la chica entender lo que está pasando en un momento crítico de descubrimiento de lo que son las relaciones sentimentales y así tolera y normaliza las formas de control, los insultos y descalificaciones. Sin ser consciente de que es víctima, la violencia va escalando a formas cada vez más graves. El agresor la aísla y corta el contacto con quienes pueden influir en la víctima. Así que “ellas asumen que la violencia es inevitable en las relaciones de pareja y a veces incluso justifican al agresor hasta el extremo”, subraya Díaz.

La magistrada Avilés cuenta que a su juzgado llegan casos en los que se entrecruzan agresiones físicas, violencia sexual, violencia de control y psicológica, también digital, actitudes vejatorias, incluso abortos y embarazos forzosos: “Hay un cóctel bastante explosivo”.

Las expertas coinciden en que la raíz del problema tiene que ver con la educación emocional, con la consideración de los celos como prueba de amor y con la percepción distorsionada de lo que es una relación de pareja.

En la actualidad, 190 chicas menores de 21 años llevan pulseras de control telemático porque su vida corre un alto riesgo debido a la amenaza de sus parejas o exparejas.

Las contraseñas

La Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género hace hincapié en la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019 que la concepción de las relaciones sentimentales entre personas jóvenes difiere bastante de la de mujeres adultas: las chicas “tienden en mayor medida a idealizar el concepto del amor romántico, lo que puede llevarles a confundir el amor o la pasión con los celos y el control”. 

El Barómetro Jóvenes y Género 2021 de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción saca a la luz datos preocupantes: tres de cada diez chicos de entre 15 y 29 años entienden que una pareja limita la libertad y normalizan los celos como prueba de amor. Además, el 18,1% reconoce que es normal mirar el móvil de la pareja y uno de cada cinco cree que la violencia de género no existe, sino que es un invento ideológico. 

La magistrada Erice denuncia que los chicos reciben por múltiples canales (redes sociales, videoclips, series, pornografía, televisión…) estereotipos de un “machismo activo” en los que se proyecta una imagen de sumisión de la mujer, con relaciones personales carentes de valor y propiciadoras de desconsideración y agresividad.

“Cuando hablamos de violencia machista en adolescentes son relaciones plagadas de actitudes de desigualdad, de control férreo de qué ropa te pones, con qué amigos sales, tener las claves del móviles, el control de las redes sociales. Las claves se piden como prueba de amor”, matiza Díaz.

La tecnología va a facilitar la violencia en todas sus manifestaciones, como enuncia Avilés. La ciberviolencia aumenta la capacidad de hacer daño, de someter, acorralar e intimidar a la víctima.

ANAR precisa que en casi el 70% de los casos de violencia de género que afecta a menores está implicada la tecnología. Según sus datos, la violencia física está presente en el 44,3% de los casos y la directiva de la fundación incide en que es “muchísimo”.

Además de la prevalencia de la violencia física, superior en jóvenes que en edades adultas, ésta es explosiva y el ciclo (cortejo-violencia) es mucho más rápido: “Son situaciones en las que de pronto hay una agresión porque se culpabiliza a la pareja por haber estado con las amigas, por ir vestida de una determinada manera o no haber querido mantener relaciones sexuales. Y en un espacio muy corto de tiempo se reanuda la relación, con un tiempo bueno y luego vuelve a producirse esta situación”.

“Una vez que se produce una vez, las siguientes fases son muy rápidas. La pareja se vincula y se vive con mucho romanticismo, luego hay una fase de tensión en la que el agresor, por cualquier motivo, encuentra una sospecha y se produce una explosión de tensión. Con la violencia, la víctima va a intentar escapar e interrumpir la relación, pero el agresor la va a ir a buscar y va a comenzar un “bombardeo de amor” para reconquistarla. Volvemos a la luna de miel y a la tensión”, describe Díaz.

La presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del CGPJ, Ángeles Carmona, sostenía hace unos días que estas chicas tienden, por desconocimiento, a minimizar actos que son constitutivos de delito y a justificar a los maltratadores. Además, sufren de forma más dramática el aislamiento de la violencia de género, pues temen al agresor y la reacción de sus progenitores y sienten vergüenza de reconocerse como víctimas. Carmona insiste en que la educación es clave para cambiar esta realidad.

La ley contra la violencia de género, que se aprobó en 2004, supuso un cambio enorme para dejar de considerar la violencia en el ámbito de la pareja como un asunto privado y para empezar a apreciar la magnitud de este problema estructural. Sin embargo, la fiscal Inés Herreros subraya en declaraciones a El Periódico de España que la ley no ha venido acompasada con una sensibilización para con el género masculino.

“Ven amenazados sus privilegios, viven en la primera generación en la que se ha puesto la lupa sobre el machismo. Sus padres sentían que sus acciones eran impunes, ellos no. (...) Existe una brecha de género muy importante en la juventud: las chavalas cada vez están más concienciadas de sus derechos y de las múltiples discriminaciones que sufren y los chicos no se mueven del espacio de la generación anterior, consideran que ya hay igualdad y que ellas son unas exageradas y unas quejicas”, precisa.

La fiscal cuenta que los chicos piensan que esto no va con ellos y se sienten ofendidos y preocupados “cuando se dan cuenta de que conductas que ellos mismos realizan han llevado al calabozo a un compañero o amigo suyo y no lo entienden”.

Las cifras de la violencia machista en los más jóvenes

En el sistema Viogén de seguimiento policial de víctimas de violencia de género, el 35% de mujeres tienen menos de 30 años.

El Ministerio del Interior evidencia en su Informe sobre violencia contra la mujer 2015-2019 que la violencia física en el ámbito de la pareja o expareja tiene mayor prevalencia en el grupo de edad de víctimas de 18 a 30 años (el 48%) y de las menores (43%) que entre las víctimas de mayor edad.

A menor edad, se reduce la diferencia en términos porcentuales entre la violencia física y la psíquica, siendo la psicológica proporcionalmente más importante en las víctimas mayores de 31 años.

Entre 2015 y 2019, se denunciaron 9.717 hechos constitutivos de delito de violencia de género que afectaban a mujeres menores: 4.225 casos de violencia física (43%); 5.009, psicológica (51,5%); 459, sexual (4,7%); y 24, económica.

En el grupo de mujeres de entre 18 y 31 años, se denunciaron en esos cuatro años 128.145 delitos de violencia de género: 61.583, física (48%); 63.338, psicológica (49,4%); 641, sexual (0,5%); y 2.583, económica (2%).

El Consejo General del Poder Judicial ha analizado los asesinatos de género de chicas menores de 21 años: desde 2003, son 45 las jóvenes que han perdido la vida a manos de sus parejas o exparejas, un 4% de las 1.117 mujeres asesinadas. Trece de ellas eran menores de edad, la más joven tenía 13 años y su pareja, 39.