Alfonso Fernández Mañueco (Salamanca, 1965) se ha labrado la imagen del presidente autonómico más prudente del PP. Sus más fieles colaboradores siempre recuerdan la palabra con la que pone orden cuando se encienden las alarmas: “Tranquilidad, tranquilidad”. Por eso, el adelanto electoral del 13 de febrero, anunciado en un tuit y sin avisar a sus socios de gobierno, dejó ojiplático a más de uno.

Amante de lo previsible (en eso se parece mucho a su amigo Mariano Rajoy), de evitar riesgos y convencido siempre de que en su tierra no gustan los sobresaltos, Mañueco se ha quitado el traje de la prudencia para ponerse el del atrevimiento y apostar por una decisión que, al menos de momento, conlleva más temeridad de la que le gustaría“Vaya transformación”, insistían distintas fuentes de la Junta en la mañana del lunes.

Siguió los pasos de Isabel Díaz Ayuso, remodelando su gobierno de la noche a la mañana y quitándose de en medio a Ciudadanos. Eso sí, dio un paso más allá: ni siquiera lo comunicó a sus socios y dejó que se enteraran por las redes sociales. El vicepresidente de la Junta, Francisco Igea (Ciudadanos) no escatimó en sus reproches: “Quien hace esto no es un hombre de bien”, le confesaba a Carlos Alsina después de haber leído Twitter.

La sorpresa llega por las formas, pero no tanto por el fondo. Era una opción plausible y el ‘presidente prudente’ lleva tiempo dando pistas. Mañueco emprendió hace días una potente gira interna por las distintas provincias de su autonomía en el marco de la reelección como presidente del PP de Castilla y León (a mediados de enero se celebrará el congreso regional), a pesar de que no tiene ningún rival interno. 

Será un cónclave de alfombra roja y el pistoletazo de salida a su propia precampaña electoral. En los últimos meses ha reforzado su equipo con asesores de perfil más político y lleva semanas pisando moqueta en Madrid sin perderse un sólo acto de pedigrí. Hace días se vio con Ayuso en la Puerta del Sol y fue el único presidente autonómico que acudió a la presentación del libro de Rajoy, donde también se gestó el reencuentro Casado-Ayuso para gloria de las decenas de cámaras que esperaban la imagen.

La historia de Mañueco es la de cómo ir de menos a más. Sus relaciones con Génova fueron malas desde el principio como candidato cuestionado por el área de influencia de Pablo Casado. Los problemas no aminoraron hasta hace muy poco tiempo. El mayor punto de fricción con Teodoro García Egea fue la contratación como asesor de un gerente despedido por el PP, al que Mañueco recuperó en Castilla y León, siendo incluso requerido por la cúpula popular. El PP de Salamanca también ha sido un quebradero de cabeza para las relaciones de ambos e incluso las tiranteces orgánicas amenazaron con problemas de mayor dimensión. La sangre no llegó al río y las relaciones, al menos de cara a la galería, parecen del todo reconducidas.

Los resultados de 2019, los primeros con Mañueco a la cabeza y con Casado como candidato a la Moncloa, fueron malos. En las generales de abril de ese año el PP perdía la primera plaza en Castilla y León después de 33 años. El peor resultado nunca obtenido. En las autonómicas la cosa tampoco mejoró mucho: 29 diputados frente a los 42 de la convocatoria anterior, pero como en tantas otras autonomías, al PP le salvó la suma con Ciudadanos. En este caso, con mayoría absoluta, lo que implicaba no necesitar a Vox

La legislatura estaba encaminada hasta la moción de censura de Murcia de la pasada primavera, que tuvo su réplica en Castilla y León. El PSOE fracasó pero la mayoría absoluta se perdió al marcharse al Grupo Mixto una procuradora de Ciudadanos. Ahí empezaron los problemas y Mañueco comenzó a barruntar la decisión del adelanto electoral. Hasta ayer mismo negaba estar pensando en ello. Engañó a sus socios, afirman en Ciudadanos. Y ya tiene nuevo mote: “De moderado a ‘killer’”, coinciden distintas fuentes políticas.