Más que “hombre tranquilo”, Alfonso Fernández Mañueco es paciente. De los que se sientan a la puerta y ven pasar el cadáver de su enemigo, sin inmutarse. Nunca se le escuchará un tono desabrido, ni alzar la voz. Sin gastar bigote ni sombrero es todo un caballero a la antigua usanza en cuanto a modales y formas, incluso cuando destituye de un plumazo a cuatro consejeros y disuelve las Cortes. Puestos a jugar a Sibila, habrá que mentar los astros: Nació en Salamanca un 29 de abril de 1965, bajo el signo de Tauro. Pacientes, respetuosos, pero tozudos son los tauro.

Mañueco es el menor de ocho hermanos de una conocida familia salmantina. Casado con su amor de juventud, Fina, con la que tiene dos hijas. La familia es su única pasión confesa. Su padre, Marcelo, fue alcalde en su tierra y gobernador civil de Zamora con la dictadura de Franco. La influencia paterna fue decisiva para el devenir político del ganador en votos de la noche del 13-F. Salamanca es tierra de toreros y ganaderías bravas. Mañueco es taurino y futbolero “moderadamente”, de la Unión Deportiva Salamanca (hoy desaparecida) y del Real Madrid. Nunca habrá pisado la arena del coso, aunque sí ha ejercido, en su infancia, como portero de fútbol sala. Aguardando bajo los palos a los delanteros que se le cruzan por el camino.

Abogado, como su padre, aunque su auténtica vocación es la Historia, cuando las cosas de la política se le ponen cuesta arriba sueña con esa otra profesión que ve la realidad con perspectiva y con el apasionamiento justo. En la Universidad de Salamanca fundó la Asociación de Estudiantes Independientes. En 1983, cuando el PSOE contaba por millones los votos de las generales con las que barrió un año antes, se afilió a Nuevas Generaciones, la rama juvenil de lo que acabaría siendo el Partido Popular, en el que escaló como concejal y, posteriormente, como alcalde de su ciudad en dos ocasiones: la primera con mayoría absoluta y la segunda con una coalición también con Ciudadanos. Pero “moderación” es su mantra y se declara admirador de Adolfo Suárez y la Transición. No le costó desmarcarse de los populares más beligerantes en plena pandemia del Covid, cuando el “idilio” con Ciudadanos atravesaba mejores momentos, para adoptar medidas restrictivas lejos de la “libertad y las cañas” de Isabel Ayuso. Pero fue igualmente comprensivo con las quejas de los hosteleros y del comercio, una fuente económica trascendental para la comunidad y de la que vive el grueso de los autónomos y micropymes de esta tierra. Eliminó dichas restricciones de la misma manera que las impuso: sin gran ruido.

Su carrera política comenzó de la mano de su antecesor en la Junta: Juan Vicente Herrera, el presidente “eterno”, durante 18 años, en los añorados tiempos para los populares de mayorías absolutas. Con él fue consejero de Presidencia y de Interior. Pero la confianza entre ambos se quebró a raíz de lo que, desde Valladolid, se calificaba como “eje del mal”. Mañueco era el tercero en discordia entre la belicosa Isabel Carrasco en León (que también fuera consejera de Economía y Hacienda y era presidenta de la Diputación leonesa cuando fue asesinada en 2014) y Fernando Martínez Maíllo como presidente del PP zamorano. Éste último ascendió a vicesecretario de Organización nacional con Mariano Rajoy como presidente, justo cuando llegó la hora de la sucesión en la cabeza de la directiva popular en Castilla y León y, previsiblemente, del candidato a la Junta. Herrera ya había descartado a Mañueco, al que habría nombrado secretario general (el número 2) en 1993. Sonaban los nombres de Rosa Valdeón, apeada a raíz de dos sentencias condenatorias por superar la tasa de alcoholemia mientras conducía, y de Antonio Silván, histórico consejero “herreriano”.

Fue este último el que acabó disputando en 2017 las primarias a Mañueco, quien ganó holgadamente, sin que para ello fuera decisivo el judicializado proceso en Salamanca, y con todas las bendiciones de Génova. Y así comenzó un paréntesis de bicefalia resuelto en 2019. Mañueco fue el candidato, pero los resultados no le acompañaron. El socialista Luis Tudanca rompía la hegemonía de más de 30 años de PP en un parlamento regional cada vez más fragmentado. El candidato de Ciudadanos, Francisco Igea, había renegado previamente del pacto que finalmente suscribió. Mañueco aguardaba, paciente. Y accedió a la presidencia. Ahora toca de nuevo esperar, pero las prisas no van con Alfonso Fernández Mañueco, cuya película favorita es “La vida de Brian”. Y ya saben: “Busca siempre el lado bueno de la vida”. La búsqueda ha comenzado.