Un portavoz parlamentario contaba este martes que nunca había visto a los representantes del PSOE tan tocados. Varios resortes emocionales se han tambaleado desde que el Gobierno anunciara un cambio de posición sobre el Sáhara Occidental, y de reacciones emocionales también vive la política. A la oposición entera, da igual que sea de centroderecha, derecha, centroizquierda o izquierda, ha molestado el viraje histórico, pero no sólo eso. También han enfadado la opacidad y el secretismo con los que se ha formalizado. Contra ese ambiente de frustración, impotencia y rabia se movió el portavoz socialista, Héctor Gómez. Fue su día más duro desde que asumió el cargo en septiembre del año pasado. El día en que se encontró solo.

Intentó sortear las preguntas de los medios en la rueda de prensa, que no fueron pocas ni sencillas. E intentó sortear el momento más adverso, el que se produjo apenas unos minutos antes en la Junta de Portavoces, que tampoco fue fácil. Lo propició el portavoz del PNV, Aitor Esteban.

Porque la reunión de la Junta de Portavoces de este martes resultó bronca y áspera, como hacía mucho tiempo que no se vivía. Habría que remontarse a la época de Cayetana Álvarez de Toledo al frente del grupo del PP para recordar una sesión tan brusca.

El motivo de que la confrontación fuera tan dura tiene que ver con el cambio de rumbo del presidente respecto del Sáhara Occidental y con cómo se informó de ello. De situarse en una posición neutral a colocarse en el lado de Marruecos, que defiende un plan autonomista. De Rabat provino la primera noticia; posteriormente, el Ejecutivo la confirmó. El resto de la historia es sabida.

La secuencia en el Congreso, desde el viernes pasado hasta el martes, es una película que refleja fielmente el estado de ánimo político. El PP registró una petición de comparecencia del presidente poco después de conocer la noticia; los grupos habitualmente aliados hicieron lo propio el lunes, es decir, ERC, PNV, EH Bildu, Más País, Compromís... Cs fue al registro horas más tarde. La Mesa calificó la primera en la reunión de este martes. Alrededor de estos pasos formales, una serie de declaraciones y tuit muy críticos con el Gobierno.

Esta sucesión de emociones y procedimientos culminó este martes, en la Junta de Portavoces, en la que el PSOE se quedó completamente solo. A continuación, una reconstrucción de la reunión, según las versiones dadas a El Periódico de España, diario del mismo grupo, Prensa Ibérica, que este periódico, por cinco fuentes presenciales.

Aitor Esteban estaba equivocado (a medias)

La Junta de Portavoces es el órgano parlamentario encargado de fijar la agenda de los plenos, o en otras palabras, de todos sus debates. En la reunión de este martes, como es preceptivo, los asistentes (los portavoces y secretarios generales de los grupos) revisaron las preguntas de la sesión de control. Advirtieron un cambio de última hora por actualidad. EH Bildu había pedido sustituir la registrada la semana pasada por una nueva sobre el Sáhara Occidental y el giro del Gobierno. En ese momento, levantó la mano Aitor Esteban.

Lo primero que hizo fue tranquilizar a los asistentes. Por regla general, estos cambios son siempre respaldados por unanimidad. Dijo el portavoz del PNV que su intervención no sería para que se produjera una excepción. Apoyó el cambio de un grupo rival, Bildu, como siempre ha hecho, más aún si el asunto a tratar es tan relevante como el del Sáhara. Sin embargo, aprovechó la oportunidad para pedir un cambio del orden del día del pleno de la semana y que, así, se incluyera la comparecencia urgente de Pedro Sánchez. El objetivo era hacer ya una sesión monográfica sobre el cambio de la política seguida en el Sáhara Occidental durante los últimos 47 años.

Contestó la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, para indicar que un cambio del orden del día necesitaba la unanimidad, lo que Esteban negó. Precisó que en ningún pasaje del reglamento de la Cámara consta semejante requisito. La diputada socialista replicó entonces que la costumbre es no aceptar cambios sin ese grado de respaldo absoluto. Aquí el portavoz del PNV se mostró más vehemente: proclamó que la costumbre no está nunca por encima de la ley.

El rifirrafe continuó. La presidenta de la Cámara Baja aportó otro dato: la petición de comparecencia que había firmado junto a otras formaciones como ERC, EH Bildu o Más País no se había calificado por la Mesa, y por tanto, carecía del trámite previo que estipula el reglamento para que la unanimidad sea un requisito indispensable. Esteban, muy incisivo, según las versiones recabadas por este medio, insistió en que ningún pasaje del reglamento consagra dicha condición, y leyó un artículo para corroborarlo, el 68, apunta una de las fuentes. Aquí es donde se equivoca el portavoz del PNV, aunque a medias.

Porque el artículo que le afecta, como firmante de una petición de comparecencia todavía sin el visto bueno de la Mesa, es otro, el 67.4, que señala que "a iniciativa de un Grupo Parlamentario o del Gobierno, la Junta de Portavoces podrá acordar, por razones de urgencia y unanimidad, la inclusión en el orden del día de un determinado asunto, aunque no hubiere cumplido todavía los trámites reglamentarios".

Cuca Gamarra toma la palabra

El argumento que dio la presidenta del Congreso, sin embargo, no era redondo. La portavoz del PP, nada más acabar Aitor Esteban, pidió intervenir para corregirla. Efectivamente la petición de comparecencia de las formaciones nacionalistas e independentistas no había pasado por ese trámite previo fundamental, el visto bueno de la Mesa, pero sí la de los populares, registrada el viernes, a tiempo. Ventajas de contar con compañeros de grupo en el órgano de gobierno del Congreso: uno se entera de ciertos trámites antes que el resto. Gamarra lo aprovechó.

Según el reglamento, artículo 68, el que citó el portavoz del PNV, a las iniciativas ya avaladas por la Mesa les basta el "ok" de dos grupos o de una quinta parte de los miembros del Congreso, es decir, 70 diputados. Lo dicen, en concreto, los artículos 68.1 y 68.3.

Este debate jurídico en la Junta lo zanjó Batet diciendo que nunca se había cambiado un orden del día de un pleno en curso sin unanimidad de los grupos. En un sentido similar intervino Héctor Gómez. Fue el encargado de explicar la posición del Gobierno. Dijo que el respeto al reglamento pasaba por favorecer primero la comparecencia del ministro concernido (José Manuel Albares, en este caso), y ya luego la del presidente. Exactamente lo que sucederá. Este comentario fue bastante discutido.

Sorprendió a varios asistentes la intervención del representante socialista, pues habló en nombre del Ejecutivo más que del grupo, según la opinión de las fuentes. Esta confusión llamó la atención porque en la Junta estaba presente el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, Rafael Simancas, quien no pronunció palabra en ningún momento a pesar de que antes de la Junta habló informalmente de la comparecencia del presidente con algunos portavoces.

Terminó entonces el conflicto de interpretación del reglamento, pero el político acababa de empezar. Todos los portavoces solicitaron un último turno de palabra para fijar posición. Todos menos uno. Fueron duros los que hablaron en representación de la oposición, desde Tomás Guitarte, del Grupo Mixto, hasta Iván Espinosa de los Monteros (Vox) o Gabriel Rufián. El representante de ERC destacó que se estaba abriendo un precedente peligroso, avaló la interpretación del reglamento a favor de cursar la comparecencia urgente de Sánchez y defendió la conveniencia de un pleno monográfico sobre el Sáhara. Empleo además esta expresión: "Que conste en acta mi desacuerdo". Gómez volvió a intervenir, de nuevo para defender el orden elegido: Albares primero; Sánchez después. Nadie le acompañó.

Sólo un portavoz no habló. Fue Pablo Echenique, de Unidas Podemos. Su silencio resultó más que elocuente, coinciden las fuentes. Un síntoma más de que el ambiente parlamentario se ha caldeado y que el PSOE, este martes, se encontró muy solo.

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