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Perfil

Margarita Robles, la ministra de los servicios al Estado

Juez de carrera y responsable del Ejército ha asumido la defensa incondicional de los servicios secretos

Margarita Robles, cuando tomó posesión en 1994 como secretaria de Estado de Interior, junto al entonces ministro Juan Alberto Belloch. EFE

Margarita Robles es de esas personas que parece que siempre van un paso más allá. Por eso, resulta difícil de creer que cuando, como ministra de Defensa, del que depende el Centro Nacional de Inteligencia, se echó sobre los hombros defender sin fisuras la legalidad de la cualquier actuación de los servicios de Inteligencia y, por ende, del Tribunal Supremo y del Gobierno, no barruntara que existía el riesgo de convertirse en la pieza a cobrar por el independentismo catalán para zanjar la polémica surgida con el espionaje de Pegasus.

Y más sabiendo de primera mano lo que ocurrió en 1995 con el antecedente más próximo a lo que, según ha publicado The New Yorker, ha ocurrido en España, las escuchas del Cesid, por las que fue condenado el excoronel Juan Alberto Perote. Entonces las cabezas que rodaron fueron la del ministro de Defensa, Julián García Vargas, y su antecesor, Narcís Serra, que había ascendido a vicepresidente del Gobierno.

Ella vio desde la barrera el caso, pero ya formaba parte del Gobierno. Era secretaria de Estado de Interior con Juan Alberto Belloch de ministro de una cartera bicéfala de Justicia e Interior que solo ocupó él.

Pionera

Por eso, no solo conoció aquella historia de oídas y, de alguna forma, hace que cobre especial relevancia la respuesta que este miércoles dedicó a la diputada de Junts Miriam Nogueras: “Yo llevo prestando servicios al Estado hace muchísimos años. Muchos más que usted. Así que no se preocupe por los servicios que yo presto al Estado”.

“Yo llevo prestando servicios al Estado hace muchísimos años. Muchos más que usted. Así que no se preocupe por los servicios que yo presto al Estado”

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Y desde luego son muchos, porque es juez desde hace más de 40. Fue la primera mujer en presidir una Audiencia Provincial, la de Barcelona, y la tercera en llegar al Tribunal Supremo.

En su primera etapa en la política, durante el Gobierno de Felipe González que acabó por la multiplicación de los casos de corrupción y el GAL, hizo gala de corregir a sus compañeros de partido en relación con los fondos reservados. Se estaba en plena polémica con el uso de este dinero del Estado y se le atribuye el que dejaran de recibirlo los expolicías José Amedo y Michel Domínguez, lo que contribuyó a que recuperan la memoria en el momento en que Baltasar Garzón retomó a la Audiencia Nacional y empezó a investigar el terrorismo de Estado.

Haciendo enemigos

Pero si de algo puede presumir Robles es de que pocas veces se ha caracterizado por actuar de forma timorata. Entre sus enemigos figuran Garzón, que pidió que no interviniera ella en su suspensión por haber escuchado a los abogados del caso Gürtel, lo que le costó su carrera de juez; el entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, al que se la tenía jurada desde el Consejo General del Poder Judicial que presidía Carlos Dívar, y hasta su actual presidente, Carlos Lesmes.

Y la práctica no le ha abandonado en su segunda etapa política, donde el enfrentamiento con el exvicepresidente Pablo Iglesias ha sido tan notoria, que este prácticamente le dedica en exclusiva sus últimos tuits. La animadversión no ha acabado con su marcha del Ejecutivo, sino que ha sido heredada por la secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra. Ninguna lo disimula en sus respectivas declaraciones.

Quizá eso y el papel institucional que ha asumido al mando de los ejércitos, especialmente visible en lo más duro de la pandemia, cuando contó cómo se había velado a los cadáveres del Palacio de Hielo de Madrid, la han hecho ser una de las ministras mejor valoradas, según el CIS. Y hasta le ha supuesto algún apoyo que si se siente de verdad sería mejor reservar para uno mismo, como el que le ha dirigido el alcalde Madrid, José Luis Martínez-Almeida, del PP, que ha hecho hueco para hablar de ella en pleno caso de las mascarillas.

Cuanto más arreciaba la polémica, Robles más insistía en la defensa de “este gobierno”, que “no esconde la cabeza como el avestruz”, y de “todos los servidores del Estado”, que “cumplen con la legalidad”. A los que no, les amenaza con los tribunales, a los que, como buena juez, también anima a acudir a todo el que duda de la actuación del Ejecutivo, un guante que el Parlament recogió esta misma mañana.

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