Mucho ha pasado desde que el 20 de diciembre del año pasado el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, disolviera las Cortes y rompiera la coalición con Ciudadanos enviando a Castilla y León a nuevas elecciones y, de paso, a su socio naranja a la irrelevancia política. El PP convirtió sus 29 escaños en 31, pero las urnas dejaron un mensaje claro: Mañueco debía buscar socio. Un mensaje que la misma noche electoral leyó con tino Santiago Abascal -"menuda cara de presidente se le está poniendo a Juan García-Gallardo"- y costó más interpretar en las filas populares.

Vox, que desde un primer momento tuvo claras sus aspiraciones, no renunció a nada. Presidencia de las Cortes, vicepresidencia de la Junta y tres consejerías; lo mismo que tuvo Ciudadanos en la legislatura anterior. Si hubo negociación, el PP no la supo rentabilizar. Quizás por la premura, porque el "nuevo PP" de Alberto Núñez Feijóo quiso nacer impoluto, sin la mochila de un pacto de Gobierno regional con Vox. Así que PP y Vox pactaron en marzo formar Gobierno, promesa que formalizaron en abril, con Mañueco investido, de nuevo, presidente de la Junta en una sesión en la que llamaban la atención las presencias -Abascal- y más aún las ausencias -el propio Feijóo-.

El Gobierno de coalición llega al fin del curso político más de cien días después de su constitución, que se ha traducido en la primera incursión de Vox en los despachos en los que se toman las decisiones. Una primera incursión que, de momento, destaca por una presencia más ideológica que de gestión. La formación cuenta con tres consejerías. Gerardo Dueñas es consejero de Agricultura, Mariano Veganzones lleva Industria, Empleo y Comercio y Gonzalo Santonja es consejero de Turismo, Cultura y Deporte. Tres consejeros con unas competencias tan marcadas como inexistentes son en el caso del vicepresidente.

Juan García-Gallardo es el número dos de la Junta de Castilla y León, pero su labor diaria está centrada a todas luces en el plano más ideológico, con mensajes públicos que encuentran más cabida en el debate nacional que en el regional. Nada que ver con el socio de Mañueco en la anterior legislatura: el omnipresente Francisco Igea, vicepresidente con competencias en Transparencia y Ordenación del Territorio y, sobre todo, portavoz de la Junta después de los Consejos de Gobierno de los jueves. Habrá quien piense que, en este sentido, Mañueco ha salido ganando. Pero el empeño de García-Gallardo en marcar las líneas ideológicas de Vox en el seno de Gobierno incomoda.

Juan García-Gallardo (i) y Alfonso Fernández Mañueco (d) a su llegada al debate de investidura. Claudia Alba / Europa Press

No puede pasarse por alto su presentación del primer plan contra el "gasto superfluo", que contaba con una reducción de las subvenciones de más de 20 millones de euros y que se hizo público sin contar con el visto bueno del socio mayoritario. Como tampoco pasan desapercibidos para el electorado "meteduras de pata" como cuando García Gallardo se dirigió a Noelia Frutos, procuradora discapacitada del PSOE: "Voy a dirigirme a usted como si fuera una persona normal". O cuando culpó de la sangría demográfica de la región al "sexo por placer". 

Llama la atención, así las cosas, la diferencia entre la presencia pública del vicepresidente y la de los consejeros, más centrados en su labor de gestión de competencias y sin discrepancias sonadas con sus socios populares. De hecho, poco se puede señalar, si se habla en grandes líneas, de las funciones que durante los últimos meses han desempeñado Dueñas, Veganzones y Santonja. Los tres han mantenido un perfil bajo, resguardados a la sombra de unas consejerías que, salvo excepciones, han tenido una etapa tranquila. Lo más destacado hay que buscarlo en las semanas en las que Grupo Siro estuvo cerca de abandonar Castilla y León.

Veganzones "pagó la novatada" y tuvo que ser la ministra de Industria, Reyes Maroto, la que desbloqueara la situación. Gerardo Dueñas, por su parte, ha destacado por sus declaraciones en contra de la ley de protección del lobo también al norte del Duero -suya es la iniciativa que ha llevado la disputa hasta Bruselas- y quiso ponerse del lado de los agricultores en la polémica sobre la instalación de las placas solares, planteando una norma que regule dónde se pueden instalar. 

La actualidad ha favorecido también esa aparente "falta de actividad" en Vox. El verano ha comenzado marcado por los incendios y el partido de Abascal ha querido saber bien poco del asunto. Los fuegos, que han avanzado con una evidente pérdida de popularidad para Mañueco y con la caída a los infiernos de la opinión pública de su consejero de Medio Ambiente, Suárez Quiñones, no han hecho mella en Vox. Sus consejeros no han "buscado la foto", más allá de una fugaz visita del vicepresidente a la Culebra en junio (solo retratada en su Twitter) y de la idea de celebrar un concierto en la provincia en otoño o poner a los parados a limpiar los montes.

El presidente del PP de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, en una imagen de archivo. EFE/NACHO GALLEGO

Los de Abascal han tratado de huir de las consecuencias de una mala gestión forestal que araña a las filas populares en la Junta. Unas filas populares en las que ha tomado fuerza Isabel Blanco, mano derecha de Mañueco en las negociaciones para formar gobierno y dotada de un mayor perfil político en esta legislatura como garantía de "moderación". El rostro visible de la Junta en servicios sociales y la encargada de "poner la cara" cuando, después del incendio de Losacio, ningún consejero se atrevía a venir a Zamora. Para no repetir, se entiende, esa imagen del presidente saliendo "por piernas" de Villanueva de Valrojo y que evidencia el cambio de sentir de la opinión pública zamorana con respecto a su figura.

Mañueco, una ‘rara avis’

Más allá de los incendios, la legislatura ha comenzado tranquila. Con una actividad muy baja, solo asoman en el horizonte la ley de memoria y la de violencia intrafamiliar que impulsa Vox, verdaderos sapos que tendrá que gestionar el PP. De la ley que blindaría la atención sanitaria a los ciudadanos, prometida por el PP, de momento poco se sabe. Habrá tiempo para tramitarlas... o no, porque a día de hoy nadie se atreve a decir cuánto durará una legislatura en la que el PP está incómodo. 

Mañueco es una rara avis en su partido, un partido que Gobierna en solitario (Madrid) o con mayorías absolutas (la más reciente de Andalucía) y en el que él es el único presidente que comparte mesa y mantel con Vox. ¿Será esta una legislatura reducida a la mínima expresión y volverán los castellanoleoneses a votar en mayo, coincidiendo con las municipales? ¿Esperará Mañueco a después de las generales del 2023, suponiendo que se celebren cuando toca? ¿O agotará la legislatura?