La política en las instituciones europeas se basa, en las acciones de cara al público, de gestos. Los hechos se dejan para las bambalinas. En esa clave hay que entender que la Comisión Europea, vía su delegado de Justicia, DIdier Reynders, haya recibido al president Pere Aragonès para hablar sobre el Catalangate.
La interpretación es doble. Por un lado, tras siete años fuera de la casa europea, (desde 2015 que un president no era recibido por un comisario) por la incomodidad que generaba en el seno de la UE el independentismo unilateralista y por las presiones ejercidas por el Gobierno, la visita de Aragonès a Bruselas cabe entenderse en clave de reintegración. Y por otra parte, cabe recordar que, hace apenas 20 días Reynders visitó Madrid para presionar en pro de la renovación de CGPJ, Reynders haya recibido al president catalán.
El papel de Europa
Dicho esto, las palabras de Aragonès a la salida, al pie de la misma sede de la Comisión Europea, fueron medidas. “Hemos intercambiado impresiones sobre el espionaje con el software Pegasus y hemos constatado que esta vulneración de los derechos fundamentales de los ciudadanos, en este caso independentistas catalanes, es algo que preocupa en Europa”.
Aragonès añadió que la CE “se halla en plenos proceso de requerir información al Gobierno del Estado sobre el espionaje”. Y sentenció: “Ya dijimos que la carpeta de Pegasus no estaba cerrada. Ni judicialmente, donde hay varios procedimientos abiertos, ni políticamente, como acredita esta visita”.
Según el president, el comisario de Justicia también le ha expuesto las quejas recibidas por la no aplicación de la sentencia del TSJC sobre el catalán en las aulas.
