Cisma en el partido naranja

Ciudadanos implosiona y abre una guerra por liderar los restos del partido

El núcleo de Arrimadas asume el paso de Bal para encabezar una candidatura como un desafío y duda de si ha calibrado los apoyos

Ciudadanos sigue luchando para evitar su desaparición

Agencia ATLAS | Foto: EFE

Paloma Esteban

Exdirigentes muy relevantes de Ciudadanos no esconden su sorpresa ante el cisma que ha terminado por abrirse en el partido. La decepción de ver a los principales dirigentes enfrentados —“que todo haya acabado así”, repiten— es compartida entre muchos cargos actuales. Los cercanos a Inés Arrimadas insisten en mostrar su sorpresa, hablan de "puñalada" y reconocen el “desafío” que ha supuesto la decisión de Edmundo Bal cuando hasta hace muy poco tiempo era su colaborador más próximo. Los partidarios del abogado del Estado justifican el paso adelante: “No había otra salida. Hacía falta mostrar ya una alternativa a los afiliados y poner cara al sector crítico”.

Ciudadanos, ahora sí, se asoma al abismo. El consenso al que llegó la ejecutiva nacional hace justo una semana, evitando una ruptura que se podía haber producido y pactando el nuevo modelo organizativo de la formación (una bicefalia donde se reparte el poder interno y la representación política) ha hecho aguas. La implosión, ocurra lo que ocurra, parece inevitable

Bal, una de las caras más conocidas del partido, confirmó este viernes en una comparecencia por sorpresa (avisó a Arrimadas cinco minutos antes) que optará al liderazgo naranja en la asamblea general de enero en la que debe concluir el proceso de refundación. El malestar interno no puede ser mayor: la noche del jueves los diputados coincidieron en una quedada informal, compartieron cervezas y charla, y había aparente normalidad. Este viernes por la noche se celebró la cena de navidad del partido en Madrid.

Quienes están al lado de Bal (el grupo parlamentario del Congreso casi al completo con la excepción del diputado malagueño Guillermo Díaz, además de muchos dirigentes de la Ejecutiva) aseguran que poner las cartas boca arriba era un paso ineludible para evitar que las costuras del partido reventaran. La tensión interna ha ido a más desde aquel cónclave y existía el riesgo, según explican, de que los cargos y afiliados que piden un cambio en el liderazgo no creyeran que realmente se produciría la opción alternativa: “Había que actuar ya”, aseguran.

Son el denominado ‘sector crítico’ (que afirman tener el apoyo mayoritario por toda España tras la gira de la refundación) y que aseguran que sería imposible explicar al electorado un nuevo partido si Arrimadas no se aparta. La cuestión es que ninguno de ellos quiso pronunciarse en público inmediatamente a pesar de respaldar al abogado del Estado. Solo Sara Giménez, diputada muy cercana a Bal, lo hizo. Una circunstancia que descoloca al otro lado, los más fieles a Arrimadas, y que siembra dudas sobre si el portavoz tiene calibradas las bases con exactitud.

El único cargo de peso que ha pedido a Arrimadas públicamente marcharse es Francisco Igea, exvicepresidente de Castilla y León y actual diputado en las Cortes. La decisión de Edmundo Bal es todavía más contundente. Afirmó que su candidatura pretende ser integradora y que “no se presenta contra nadie”. Pero, inevitablemente, hay un mensaje claro detrás: Arrimadas no puede continuar siendo la líder del partido y debe entregar las armas cuanto antes, lo que no implicaría, avanzan, que tuviera que dejar la portavocía en el Congreso. “Eso más adelante se verá. Pero no puede seguir siendo la cabeza visible”, repiten una y otra vez.

Cerrar el paso a Arrimadas

Precisamente, Bal busca cerrar el paso a la actual presidenta, que aún debe decidir cómo estará en una candidatura "de unidad" en la que está trabajando y que también pretende ser la oficialista. Según distintos dirigentes consultados por EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, ella no ha comunicado oficialmente su decisión. En su entorno aseguran que la presidenta "es consciente" que hace falta un cambio más intenso, "caras nuevas", y que podría optar por un papel secundario. En todo caso, no está decidido. El sistema de bicefalia se propuso, justamente, para garantizar un cambio en el poder interno (la figura del secretario general, encargado de liderar todo lo orgánico) mientras que la representación política e institucional tendría a otra persona al frente.

Arrimadas insistió mucho a su partido que debían debatir y decidir el modelo organizativo en los nuevos estatutos sin pensar en los nombres que estarán detrás de cada perfil. Pero el sector crítico desconfiaba, convencido de que la presidenta buscaba descargarse las responsabilidades orgánicas y seguir al frente de la portavocía y la estrategia política.

El escenario aboca a una guerra sin retorno. Si Arrimadas sigue adelante, su candidatura, se batirá en duelo con Bal. El partido quedará fracturado. La otra opción pasaría por renunciar a presentarse en busca de que el abogado del Estado liderara la única lista, lo que algunos dirigentes analizan como una marcha definitiva del proyecto, que no ven posible en vista de cómo se ha precipitado todo. “Pase lo que pase esto se ha roto ya”, dicen.

“Nada que perder”

Mientras el núcleo duro de Arrimadas aguanta la presión y decide sus próximos pasos, los dirigentes más cercanos al portavoz adjunto en el Congreso aseguran que no había otra salida posible. La creencia mayoritaria en este sector es que no podían arriesgarse a que Arrimadas liderara la única lista: “Nosotros creemos que ella no puede seguir al frente. Solo podemos plantar batalla para evitarlo. No tenemos nada que perder porque si no cambiamos nada estamos muertos”, aseguran.

Para Ciudadanos el próximo ciclo electoral es definitivamente la última bala. A pesar de los desastres electorales en Madrid y Andalucía, el partido sigue manifestando su convicción de concurrir a las autonómicas y municipales y, después, a las generales. Podría ser la última ocasión con una papeleta que lleve las siglas naranjas. “Nos peleamos por jugar la partida final. Los restos. Pero queremos intentarlo y jugarla”, explica un dirigente con trayectoria en una reflexión que es muy compartida.

Algunos cargos reconocen que la guerra se ha precipitado, en gran medida, por el contexto: una recta final de la legislatura con la incertidumbre de qué ocurrirá con los dirigentes actuales, las listas o el miedo a que otra hecatombe en mayo acelere la descomposición.

Los más optimistas, pegados a Bal, consideran que si es “la última bala, la última oportunidad” hay que ofrecer al electorado algo distinto. De ahí el trabajo de nuevos contenidos (como la oposición frontal a revalorizar las pensiones conforme a la evolución del IPC pensando en el votante de una edad media que teme por su futuro y en los más jóvenes) y la insistencia en un cambio de cara: “No podemos hablar de refundación con Inés”, zanjan. 

“Arrimadas merece una transición”

Los ‘arrimadistas’ responden al respecto que Bal, a pesar de que llevar poco tiempo dentro del partido, no se puede considerar como “una cara nueva” ni está libre de un fracaso electoral, recordando que concurrió como candidato a la Comunidad de Madrid contra Isabel Díaz Ayuso el pasado 4-M y no obtuvo representación.

Más allá de eso, en su núcleo duro se niegan a creer que la salida de Arrimadas tenga pasar por ceder ante este sector, y consideran que la dirigente ha sido “sincera” y “clara” con el partido en todo momento. Primero, al poner el proyecto “por delante”. Y, segundo, reconocen, liderando la formación durante esta etapa de transición, dejando todo en su sitio y no “de cualquiera manera como ella se lo encontró” (tras la traumática marcha de Albert Rivera) hasta decidir qué ocurre con su futuro político (si repite a las generales o abandona, siempre primarias mediante).