Polémica del aborto

Territorios del PP ven positiva la crisis de Mañueco: "La radicalidad de Vox nos devuelve votos"

Los dirigentes que necesitan robar votos a Vox para acercarse a la mayoría absoluta celebran el espectáculo que ha puesto contra las cuerdas al presidente de Castilla y León

El presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco y su vicepresidente, Juan García-Gallardo.

El presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco y su vicepresidente, Juan García-Gallardo. / Raúl García

Paloma Esteban

La crisis de Castilla y León aún tendrá distintas réplicas, pero cerró su primer capítulo después de siete largos días para Alfonso Fernández Mañueco cuando, el viernes, el Gobierno dio por acatado el requerimiento enviado a esa comunidad (paso previo a acudir al Tribunal Constitucional), dado que la comunidad autónoma no aplicará ningún protocolo con medidas antiabortistas. Lo había dicho ya de distintas maneras el presidente castellanoleonés, pero Moncloa decidió mantener el envite, que en el PP se ha vivido como una “manipulación de la realidad”. 

El comunicado del Ejecutivo llegó en plena jornada fuerte de Fitur con Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo y el propio Mañueco en el mismo pabellón de la Feria de Turismo de Madrid. En Génova y también en Castilla y León dan por hecho que aflorarán nuevas polémicas en torno a la coalición con Vox porque el Gobierno dejó claro en su texto que se mantendrá vigilante. “Ahora vamos a tener el foco y la lupa puesta. A ver qué nos pueden decir cada semana”, dice con enfado un dirigente de peso en esa comunidad.

Para Mañueco ha sido una semana muy difícil: su socio de coalición “le metió un gol” en palabras de compañeros de su partido, que además consideran que el presidente tardó en dar una respuesta clara, permitiendo a Moncloa reaccionar y dejar a un lado su desgaste. Sin embargo, y conscientes de que los ultra ponen a prueba la estrategia política lanzada por Feijóo, hay comunidades autónomas y ayuntamientos en las que las cosas se ven diferentes. Porque más allá de los pactos, la realidad es que algunos dirigentes ven “los exabruptos de Vox” y la imagen de radicalidad en asuntos como el aborto, como “una oportunidad”. 

Aseguran que esa deriva de los ultra (cuyo escaparate de gestión es Castilla y León, el único sitio donde gobiernan) pueden tener efectos positivos en las elecciones de mayo para las papeletas populares. Barones y cargos municipales destacados que gobiernan y aspiran a revalidar creen que esta situación ayuda para rascar votos del partido de Santiago Abascal y acercarse definitivamente a una mayoría amplia: “Que no los vean como una opción real y les genere rechazo lo que hacen es esencial. Ese votante vuelve de cabeza al PP. Y el que dudaba, con este tipo de espectáculos, puede decidirse. El voto del PP vuelve a ser un refugio en la derecha. La opción segura”, reflexionan.

En realidad, el punto de inflexión para los populares pasa realmente por ese fenómeno: que todos los electores que dudan piensen que es más positivo un gobierno en solitario de los conservadores, sin que Vox tenga suficiente fuerza como para entrar en un Gobierno y permanezcan como una fuerza externa. Es lo que ocurre en la Comunidad de Madrid ahora, aunque los de Abascal tumbaron el último presupuesto a Ayuso.

Algunos dirigentes populares no pasan por alto las fuertes críticas que en los medios de comunicación de referencia para la derecha abundan ahora contra Vox. El periodista Federico Jiménez Losantos amenazó a Iván Espinosa de los Monteros, portavoz en el Congreso, con una querella si no rectifica unas declaraciones sobre la supuesta financiación de su medio. Todo ocurrió después de una cruda entrevista a Rocío Monasterio, candiidata autonómica en Madrid. Un día antes el comunicador fue muy crítico con Juan García-Gallardo por sus posturas (“es un mendrugo fanático” que ha organizado “un lío morrocotudo por una bobada”) y las respuestas que dio a Ana Rosa Quintana en otra entrevista previa. 

En mitad de todo este contexto, los populares creen que han de mantener una postura firme y no dejar que Vox avance en ninguno de sus postulados. “Hay que seguir dando golpes encima de la mesa. Marcar diferencias y que todo el mundo vea lo que es una coalición con Vox y lo que podría ser un Gobierno en solitario en cualquier autonomía o ayuntamiento”, aseguran. En la cita de mayo el PP aspira a hacerse con algunas plazas socialistas a nivel autonómico. Pero también está encima de la mesa algo importante: volver a ganar los gobiernos autonómicos de Madrid y Murcia, igual que capitales fundamentales como la madrileña. En esos tres territorios Ayuso, López Miras y Almeida tienen aspiraciones de rozar la mayoría absoluta. 

Los peores días de Mañueco

La realidad es que en Castilla y León contaban con que el incendio no llegaría a tanto y, de ahí, que optaran por un perfil más bajo en vez de confrontar directamente con Vox, por ejemplo, desmintiendo públicamente al vicepresidente en plena rueda de prensa. La cuestión es que el dirigente ultra subió la apuesta asegurando que ese protocolo se aplicaría. 

Como publicó este diario, el enfado de Mañueco con su número dos está en cotas máximas y la advertencia es clara: o pisa el freno o podría haber problemas para que continuara en el Gobierno. Lo que está descartado por ambos lados, al menos por ahora, es una ruptura de la coalición. Fueron dirigentes nacionales de Vox los que, de hecho, tuvieron que rebajar el tono para deshacer la idea de que el Gobierno castellanoleonés estaba en riesgo.

En Génova la reacción ha ido de la sorpresa a la estupefacción. Ante las primeras noticias de ese “plan provida” como dijo Gallardo en la repetida rueda de prensa donde explicó las medidas, los populares mostraron sus reservas. 

Después, con la “sobreactuación” del Gobierno con el requerimiento sobre un protocolo fantasma, dieron respaldo total a Mañueco, aunque dejando en sus manos todas las explicaciones públicas. Feijóo intenta aislarse de esta alianza porque pretende llegar a una mayoría suficiente que evite un pacto con Vox. De ahí que recupere viejas reclamaciones como el apoyo a la lista más votada, lanzando el guante al PSOE, bajo la premisa de que los extremos, Vox y Podemos, quedarían aislados.