Guerra de Ucrania
El Rey visita el adiestramiento de soldados ucranianos por el Ejército tras la congelación de la ayuda americana

Visita de Felipe VI a la unidad de formación para el combate de ucranianos en la Academia de Infantería de Toledo / José Luis Roca

Con un viento gélido y húmedo adueñándose de un monte embarrado y gris, el campo de maniobras de la Academia de Infantería de Toledo se asemejaba al Donbás cuando Felipe VI ha llegado, a primera hora de la mañana de este miércoles, hasta un puesto de mando instalado bajo redes de camuflaje. El Rey ha podido ver in situ, a apenas 20 metros, cómo un pelotón de ucranianos, acompañados por soldados españoles, entraba en una zona urbana de siniestros bloques de hormigón, bajo el acecho de los drones, o asaltaba una trinchera enemiga.
El jefe del Estado ha llevado a cabo una esperada visita al principal punto habilitado por Defensa para la misión EUMAM de asistencia militar a Ucrania. Se trata de un encuentro planificado antes de la obscena secuencia de ruptura con la causa ucraniana que protagoniza el presidente norteamericano, Donald Trump, pero mantenida en la agenda del monarca en plena congelación de la ayuda norteamericana al país invadido por Rusia.
Este encuentro con el programa de formación de soldados ucranianos ha adquirido así una significación fuera de la habitual, solo dos días después de que, en la inauguración del Mobile World Congres en Barcelona, Felipe VI reafirmara su solidaridad con Ucrania y su reivindicación del derecho internacional.
Sobrevivir
Acompañado del Jefe del Estado Mayor de la Defensa, almirante Teodoro Esteban López Calerón, y del general jefe de EUMAM, Antonio Bernal, el Rey ha llegado a las 9 en punto al recinto militar toledano, en el que actualmente se forma una rotación de 200 soldados y mandos de la defensa de Ucrania. Son los últimos llegados de un contingente total de 7.400 que han pasado ya por las clases y ejercicios impartidos en 17 centros militares de toda España, entre ellos El Retín (Cádiz) Cartagena (Murcia), o Sant Climent Sescebes (Girona), en los que civiles ucranianos se convierten en combatientes.

Felipe VI visita a la unidad de formación de ucranianos para el combate en la Academia de Infantería de Toledo / José Luis Roca
Los reclutas siguen módulos de entre 15 y 40 días de duración, con horarios de seis de la mañana a seis de la tarde, para aprender las técnicas básicas de lucha y supervivencia en el campo de batalla. Se forman en el disparo, asalto en zonas boscosas, combate en bosques, elusión de trampas explosivas, y el TFC, la estabilización de heridos en el campo de batalla… "El primer día reciben una clase teórica de armamento, pero es importante también saber cómo colocarte un torniquete si te alcanza metralla o un tiro en una pierna y estás todavía consciente", empieza a explicar el soldado algecireño de Regulares de Ceuta Fernando Bernal, uno de los instructores.
Los civiles ucranianos que vienen a Toledo, últimamente con una edad media de alrededor de 40 años, llegarán incluso a recibir algunas nociones de derecho internacional y Derechos Humanos, pero antes aprenden "cómo colocarse el equipo, qué llevar en la mochila..."
Y de lo básico a lo complejo: también les enseñan en Toledo a identificar medios del enemigo, y a moverse en medio de la guerra de drones, el nuevo campo de batalla que se ha inventado en el frente de Ucrania. "Les enseñamos a evitar los drones, que es lo que más bajas les está causando; cómo colocarte, si te alcanza un dron, para evitar una hemorragia masiva...", relata Bernal.
"La única manera de sobrevivir a un dron es esconderte, camuflarte entre los árboles, localizar dónde tiene la cámara y moverte sólo cuando sepas que no te está enfocando", explica, mientras le limpia las gotas de lluvia a un pequeño robot volador, otro soldado de la unidad de Caballería de Ceuta que está formando al grupo.
Dice el capitán Ignacio Román, zaragozano de 30 años, jefe de instructores, que los ucranianos salen de Toledo "sabiendo perfectamente realizar ejercicios de combate de nivel pelotón, de ocho a diez personas"
"Dabai dabai"
Ataviado con uniforme de faena del Ejército de Tierra, el jefe del Estado ha departido después con los soldados de la unidad instructora en el campo, y bajo techo en la Academia ha mantenido también un encuentro con la oficialidad ucraniana y española de EUMAM.
Lo que ha visto este miércoles el rey Felipe es "un día más de instrucción", explica el sargento primero Francisco Javier Escobar. Es un día más a pesar de que están bajo el efecto de ver por televisión cómo Donald Trump acorralaba a su presidente, Volodimir Zelenski. "Aquí todos estamos al tanto de todo", dice Escobar, sin querer hacer más comentarios.
Un pelotón de ucranianos ha aparecido a la carrera junto al falso poblado. El rey y un grupo de altos oficiales han presenciado cómo se desplegaban con sus fusiles de asalto, todos con una banda azul ciñéndoles el casco. "¡Dabai, dabai!" (Vamos, vamos), les gritaba el jefe del grupo, y los soldados iban tomando cada esquina a saltos, botándoles el equipo en el cuerpo y los cascos en la cabeza, hasta que ha aparecido un dron que, arrojando una granada (en esta ocasión de humo) ha iniciado un infierno de tiros y explosiones.
Ha sido la primera parte del ejercicio. "De Ucrania nos piden que les enseñemos a pasar por una población. No se trata de tomarla, porque en ese guerra las poblaciones a las que llegan están en ruinas, y hay que saber pasar rápido, porque es peligroso", le ha explicado al rey el teniente coronel de Caballería José Luis Roberto, jefe de lo que en la base llaman UFC, la Unidad de Formación para el Combate.
Después ha llegado el "paso de trinchera". Con esa expresión se refieren a lo que más gráficamente ha explicado Roberto a Felipe VI: "Buscan con el dron el punto débil de la trinchera enemiga, y entran por ahí para limpiarla". O sea, una clase de asalto a los estrechos parapetos que, como en la I Guerra Mundial, llevan tres años arañando por doquier el este y el sur de Ucrania.
Ese asalto lo ha presenciado el rey en una pantalla, con las imágenes que le servían desde lo alto unos drones asomados más allá de una loma, el punto del que llegaba el ruido de los disparos de fusil de asalto, la banda sonora de cada día en el Donbás y Zaporiya en la desesperada lucha que por su existencia libra Ucrania.
Los instructores califican la moral de los reclutas como alta, pero no por una cuestión de esperanza, sino por necesidad de vivir: "Vienen con actitud positiva, ganas de aprender -relata el capitán Román-, y aunque se lesionen no quieren perder ni una sola clase, porque saben que se van a ver en una guerra y lo que aprendan aquí les va a ser muy necesario".
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