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Auge de la extrema derecha

Alerta en la derecha española ante el populismo que se “expande” desde EEUU, que coge fuerza tras el asesinato de Kirk

Las intervenciones de Aznar en el campus de FAES, muy críticas con Trump, ponen de relieve la encrucijada a la que se enfrenta el PP

Santiago Abascal, el pasado domingo en el acto de Vox en Vistalegre, junto al líder de Chega, André Ventura

Santiago Abascal, el pasado domingo en el acto de Vox en Vistalegre, junto al líder de Chega, André Ventura / Carlos Luján - Europa Press

Madrid

La discusión abierta en todo el mundo, y también en España, sobre la catástrofe humanitaria que se vive en Gaza tras dos años de respuesta de Israel al atentado de Hamás del 7 de octubre del que pronto se cumplirán dos años, y la dura diatriba lanzada al alimón este viernes por Alberto Núñez Feijóo y José María Aznar contra Pedro Sánchez eclipsaron, o directamente sepultaron, algunas de las reflexiones vertidas en el campus anual de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) celebrado este semana en Madrid. Una cita algo venida a menos con respecto a los tiempos de su mayor esplendor, cuando el campus se celebraba en Navacerrada, en la sierra madrileña, y por allí circulaba todo el que pintaba algo (o aspiraba) en el mundo conservador español, además de rutilantes estrellas internacionales de ese mismo espacio político. Por allí se dejó ver varias veces, naturalmente sin protagonismo alguno dada su juventud, un prometedor pero aún bisoño dirigente del PP vasco, hijo de un histórico del partido en Álava, de nombre Santiago y de apellido Abascal.

Si al Aznar recién salido del poder en la primera década del siglo en la que empezaron a celebrarse esos campus de la fundación que fundó e impulsó en sus últimos años en La Moncloa, o al Feijóo que ya cimentaba como líder del PP de Galicia su futura hegemonía en la Xunta, les hubiesen dicho que aquel joven dirigente sería dos décadas después su adversario político, muy difícilmente lo hubieran tomado en serio. Si además les hubiesen vaticinado que Abascal se convertiría en una seria amenaza para la hegemonía del PP en la derecha española, habrían dudado seguramente del buen juicio e incluso la estabilidad mental de quien así se hubiera manifestado, y mucho más si les hubieran dicho que aquel joven diputado y concejal del País Vasco sería, andados los años, el principal correligionario político en España del presidente de los Estados Unidos, del de Argentina, de la primera ministra de Italia o del jefe del Gobierno de Hungría. Pero eso exactamente, a grandes rasgos, es lo que ha sucedido. Y el shock en la derecha tradicional española está lejos de disiparse, aun cuando las encuestas les dibujan un escenario de victoria electoral y de futura vuelta al poder que perdieron con la salida de Mariano Rajoy de La Moncloa en el año 2018.

Las comparaciones son odiosas, sobre todo para el que menos favorecido sale en ellas. FAES recabó para su evento la presencia de un expresidente latinoamericano, el chileno Eduardo Frei, en la inauguración de su campus el miércoles. Apenas tres días antes, con una plaza de Vistalegre, al sur de la capital, a reventar, Abascal se hizo acompañar presencialmente o por vídeo, incluso por vídeo en directo, de todos los grandes dirigentes de la derecha radical mundial, con la sola excepción de la francesa Marine Le Pen y del propio Donald Trump. Pero nadie más faltó a su fiesta, desde Javier Milei (en directo desde Buenos Aires) a Giorgia Meloni; desde André Ventura, el fogoso líder de Chega, la formación de la extrema derecha de Portugal, que encendió Vistalegre pidiendo la cárcel para Sánchez y mostrando su orgullo por la actuación de Vox en Jumilla (Murcia) para desterrar de los lugares públicos de esa localidad el rezo musulmán, a Viktor Orbán; desde el expresidente colombiano Álvaro Uribe hasta María Corina Machado, la líder de la oposición a Nicolás Maduro; desde el neerlandés Geert Wilders al vicepresidente italiano y líder de La Liga, Matteo Salvini, y así unos cuantos nombres más.

Feijóo no puede igualar ese poder de convocatoria, desde luego, pero tampoco lo podría hacer Sánchez en el espacio de la socialdemocracia europea o mundial. Y eso da cuenta de que, como advierten en Génova y aledaños con preocupación, "el mundo está cambiando y ellos [Vox] están subidos a esa ola". Todo ello cuando las encuestas ya sitúan a Vox muy consolidado como tercera fuerza en España, aproximándose al 20% del voto y con una estimación de doblar sus escaños actuales en el Congreso de los Diputados, hasta por encima de los 60.

Abascal y Orbán

El caso de Abascal, un hombre con origen en Amurrio, un pequeño pueblo de Álava donde su familia sufrió la amenaza de ETA y donde como él mismo comentó en una entrevista en ABC fue casi "alistado" para las listas electorales del PP en esa comunidad, muy difíciles de rellenar en los tiempos de la amenaza terrorista, se asemeja bastante al de Orbán. Ambos, como muchos otros dirigentes de la derecha populista cuyo poder no para de crecer en el mundo, comenzaron su periplo político en las filas del partido conservador tradicional para finalmente abandonarlo. Nadie pensó en sus formaciones que su aventura fructificase, e incluso sintieron a las claras el desprecio de sus entonces compañeros de filas. Orbán, un húngaro de provincias, todavía recuerda cómo en sus inicios un famoso diputado de la Alianza de los Demócratas Liberales (en el mismo espacio que el PP) Miklós Haraszti, en una recepción, se dirigió a él para ajustarle la corbata con altanería, como se ha relatado en varias ocasiones en la prensa húngara, algo que sonrojó al entonces principiante, que parecía ver como una cierta élite urbana le trababa con como a un novato paleto. No es imposible que Abascal sintiese cosas semejantes cuando empezaba a frecuentar los ambientes madrileños.

Hoy Vox está en un momento político dulce, con un apoyo creciente, con gran pujanza entre el voto joven y con un PP que en ocasiones parece ir en su estela. Esta misma semana el Grupo Popular votó a favor de la toma en consideración de una Proposición de Ley (PL) del partido a su derecha, que fue rechazada por la mayoría de la Cámara baja, para restringir drásticamente la figura del arraigo, por considerarla una suerte de coladero para regularizar inmigrantes.

Feijóo no ha dudado en fijar la política migratoria como una de las tres prioridades en su tarea de oposición al Gobierno, evitando algunos acentos o astracanadas, como cuando Abascal pidió hundir el barco de la ong española Open Arms -algo que el número dos del PP, Miguel Tellado, desautorizó expresamente en una reciente entrevista con EL PERIÓDICO- pero compartiendo buena parte del diagnóstico sobre la cuestión migratoria, incluida su supuesta vinculación con una delincuencia creciente, también en el terreno de los delitos sexuales, como suelen enfatizar los dirigentes de la derecha. Se trata de una problemática que al PP, como relatan sotto voce en el primer partido de la oposición, le empieza a llegar por la preocupación creciente que le manifiestan muchos de sus alcaldes en poblaciones de tamaño medio, que pese a no tener grandes competencias en la materia viven de primera mano cuestiones problemáticas en su vecindario como la de la integración de los jóvenes custodiados en los centros de menores.

Volviendo al campus de FAES, si Aznar no se hubiera pronunciado de manera tan tajante en defensa de Israel en el contexto de la invasión de Gaza, posiblemente hubieran asomado a la prensa titulares sobre una de las cuestiones a las que mayor tiempo dedicó en su intervención inaugural junto al chileno Frei. En un foro no en vano enfocado al "futuro del vínculo atlántico", el expresidente se explayó sobre la amenaza que supone la administración Trump, entre otras cosas por su capacidad, expresó, de "expandir el populismo", a su juicio "uno de los problemas que tenemos hoy en todo el mundo". Aznar, que este mes de octubre publicará un libro reflexionando sobre este particular, señaló en el foro que él mismo promueve que "desde el punto de vista demográfico Europa vive una auténtica catástrofe, y desde ese punto de vista vive una inmensa polémica que está dando lugar al crecimiento de los partidos populistas, tanto de extrema derecha como de extrema izquierda, pero más de extrema derecha, por todo lo relativo a la inmigración". El diagnóstico, como todo lo que sale de boca del expresidente, no pasó desapercibido en Génova.

Y por si faltase algo para la alarma de la derecha europea tradicional, en lo que atañe a España el PP, septiembre ha traído un acontecimiento lo suficientemente disruptivo, además de trágico, como para marcar época. El asesinato del agitador conservador Charlie Kirk, alguien con una influencia enorme en la actual administración norteamericana (particularmente en la elección que hizo Trump de J.D. Vance como su vicepresidente) lleva camino de hacer surgir un mártir para toda una generación de conservadores norteamericanos, europeos y, también, españoles. Y en ese terreno, en el de la subcultura juvenil que subyace tras la gran revolución conservadora que se vive desde Washington a cualquiera de las capitales europeas, sin olvidar a Latinoamerica, Vox parece estar mucho más adaptado que el PP para el futuro inminente. La alarma en Génova 13, por mucho que en público se transmita tranquilidad, sigue en su nivel máximo.

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