Levante-EMV

REPORTAJE ESPECIAL 29-0

Ona, la niña milagro de la dana

Ona llegó al mundo quizá en el momento más difícil y oscuro al que se ha enfrentando la Comunitat Valenciana en los últimos años. En medio de tanta oscuridad un rayo de luz y esperanza. Aquel 29 de octubre de 2024 nada hacía presagiar lo que iba a suceder. Sus padres, Lourdes y Pepe, se preparaban para uno de los momentos más felices de su vida: el nacimiento de su hija. Mientras tanto, la histórica crecida del río Magro avanzaba sin freno hacia l'Alcúdia.

Saray Fajardo

Sólo habían pasado cuatro o cinco minutos desde que sus móviles habían emitido ese sonido tan extraño, entre pitido y sirena, cuando escucharon por primera vez el llanto de la pequeña. Ona nacía en el Hospital Universitario de la Ribera, donde se produjeron dos partos más, para protagonizar la única noticia positiva de aquella trágica jornada. La vida se abría paso entre el barro y la destrucción. "Cuando sonó la alarma, ya se habían llevado a Lourdes a la sala para practicarle la cesárea. Yo estaba en otro lugar mirando el teléfono y, a los pocos minutos, empezó a sonar el pitido", explica Pepe. Ella también recuerda el temor que vivió al escuchar aquel pitido: "Los médicos estaban a punto de hacerme la cesárea y les sonó el móvil. Me dijeron que no pasaba nada, que era un aviso de Protección Civil, pero me asusté". No es la primera vez que cuentan esta historia. Y tampoco será la última. "La gente se sorprende cuando les decimos el día que nació", indica él.

Lourdes y Pepe ingresaron en el Hospital de la Ribera el lunes 28 de octubre, un día antes del caos. Aquel día no llovía. Ellos habían salido de su casa con una mezcla de ilusión y temor, sentimientos a los que se enfrenta cualquier familia que va a conocer por primera vez a su hija. Nunca hubieran imaginado que aquella imagen que vieron de l'Alcúdia no iba a ser la misma que observarían cuando regresaran cuatro días después. "Ingresamos el lunes porque el parto estaba programado. Ese día ya estábamos allí y no habíamos visto nada", afirma la madre, que añade que "no había ventanas en la habitación y, por lo tanto, no veíamos nada. Sólo escuchábamos la lluvia".

La pequeña Ona Botella gatea por el parque de la Florida, en l'Alcúdia, mientras sus padres, Lourdes Martínez y Pepe Botella, observan con atención cada uno de sus movimientos. Él aparta una piedra del suelo para evitar que su hija tropiece o se haga daño, mientras ella intenta calmar los llantos de Ona. "Está un poco malita. Desde que va a la guardería parece que ha hecho huelga de hambre y de sueño", bromea Pepe mientras la sostiene en brazos. A pesar del cansacio, la pequeña no duda en sonreír cada vez que sus padres le dicen alguna cosa. Los gestos de ambos les delatan. Son padres primerizos, por lo que el miedo y la felicidad se reflejan a partes iguales.

Con apenas un año de vida, la pequeña Ona todavía no es consciente de que llegó en el momento más difícil y oscuro de la sociedad valenciana para aportar un rayo de luz y esperanza en medio del caos y la catástrofe en la que estaban sumidos decenas de municipios. Justo hace un año, Ona no podría haber gateado por ese parque, ya que el desbordamiento del río Magro anegó de lodo y agua gran parte del municipio. En ese punto, el agua superó el metro de altura arrasando con todo a su paso. Pero un año después la estampa es muy distinta. Han pasado 365 días. Probablemente han sido los más difíciles del municipio, pero los más alegres para ellos.

El Presidente de Prensa Ibérica, Javier Moll, con Ona durante la entrega de premios Levante-EMV

El miércoles 30 de octubre, como muchos de los ciudadanos que no habían vivido en primera persona la riada, pudieron empezar a ser conscientes de la magnitud de la catástrofe. "Piensas que se puede haber salido algún río e inundar algún camino o paso a nivel, pero nada comparable a todo lo que vimos después", indica Pepe.

Ona había nacido sana. Sus padres disfrutaban de sus primeras horas de vida en esa habitación pendientes de todas las imágenes y vídeos que les llegaba del exterior. La falta de comunicación y de vías para desplazarse imposibilitó que sus amigos y familiares pudieran acudir al hospital a conocer a la pequeña. Además, el barro y el agua habían golpeado a la familia de Lourdes en l'Alcúdia. La vivienda de su hermana se había inundado, por lo que era el momento de iniciar las labores de limpieza y retirar los trastos, muebles y enseres inservibles. "Tenía toda la casa llena de barro, el garaje era una pecera. Por suerte, todos estaban bien, pero sabíamos que parte del pueblo se había inundado. No sabíamos qué nos íbamos a encontrar cuando llegáramos", indica Pepe.

Lourdes, Pepe y Ona iniciaron el camino de regreso a casa ese viernes 1 de noviembre. La estampa durante todo el camino era desoladora. "Todo estaba lleno de barro alrededor, algunas calles estaban cerradas y nosotros necesitábamos acceder al piso", explican ambos. La pareja decidió desplazarse a Càrcer, donde viven los padres de Pepe, para pasar los primeros días. "En l'Alcúdia no había luz ni agua, por lo que decidimos irnos", afirma. A los diez días, regresaron al municipio. "Volvimos cuando volvió el agua", explica.

Las primeras jornadas en la localidad no fueron fáciles. Los muebles llenaban las aceras, las calles todavía estaban repletas de barro y la tristeza sólo se desvanecía al ver a Ona. "Al principio fue complicado. No podíamos ni pasear por las calles ni utilizar el ascensor. La suerte que tuvimos es que l'Alcúdia se recuperó mucho más pronto que otras localidades. Mucha gente lo pasó realmente mal", reivindica.

Ambos se sienten afortunados por haber estado en el hospital el día de la catástrofe. "Si nos pilla aquí, hubiésemos pasado mucho miedo porque nos mostraron vídeos de cómo pasaba el agua y era aterrador. No quiero pensar qué hubiera pasado si estuviéramos aquí", lamenta el padre de Ona. La pequeña observa con atención a sus padres mientras hablan. Con sólo un año de vida es consciente de que hablan de ella. Sin saberlo, su historia ahora es la historia de muchos valencianos que aquel 29 de octubre también volvieron a nacer.

Lourdes todavía recuerda con emoción el primer encuentro entre Ona y su familia tras la catástrofe. "Los veías cansados y yo me sentía fatal. Mi hermana no quería que fuera", explica. Y, por fin, llegó el momento de reencontrarse. Los padres de la pequeña decidieron acudir a casa de los abuelos maternos. "Mi hermana estaba en su casa. Llamé para decirle que iba a casa de mis padres. Vino corriendo, estaba llena de barro, pero muy contenta", recuerda.

Aquel reencuentro iba a marcar un antes y un después. La visita de Ona, sin saberlo, era el inicio de la reconstrucción, tanto familiar como del municipio. Cada paso de la pequeña representaba un paso más en el largo camino hacia la recuperación. "Ona fue un impulso para mi hermana y para mi madre, que son las personas que peor lo han pasado en la familia. Han visto como su pueblo se llenaba de barro en pocos minutos, por lo que la pequeña es la alegría que les da ese empujón cada día", reconoce Lourdes. Añade: "Ha sido un año lleno de aprendizajes. Estamos destrozados al no poder dormir, pero sonríe y cambia todo".

El 29 de octubre supuso un antes y un después para la sociedad valenciana. Mientras el barro y el agua inundaban decenas de localidades, Ona llegaba como una ola de esperanza. "Siempre pensamos que para nosotros es el día más feliz e inolvidable, pero para otros es el más triste de sus vidas. Su cumpleaños será recordado como una fecha muy señalada por la riada", reconoce Pepe. Ellos quieren que la pequeña también sea consciente de todo lo que sucedió durante aquellas horas. "Cada año se lo recordaremos porque queremos mostrarle esa parte de la historia", afirma.

Ona se ha convertido en un símbolo de la dana, ya que nació el día más trágico de la historia reciente valenciana. Por ello, Levante-EMV le otorgó en esta edición de los premios de la cabecera el Reconocimiento Extraordinario. Ella es la primera pieza de la reconstrucción, tanto material como emocional, y un rayo de esperanza para todos los vecinos y vecinas que buscan resurgir de la catástrofe.

Un reportaje de Saray Fajardo

Fotografías de Agustí Perales Iborra. Video de Fernando Bustamante y J.M. López

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