Brexit, territorio de la mentira


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5 de junio, 2019



La palabra “Brexit” es una contracción de dos palabras inglesas: “Britain”, es decir, Gran Bretaña y “exit”, es decir, salida. Este término alcanzó mucho éxito tanto en Inglaterra como a nivel internacional pero no ocurrió lo mismo con la acuñación contrapuesta de “Bremain”, formada por los vocablos Gran Bretaña y el verbo permanecer.

Asimismo, la pregunta si Inglaterra debe dejar la Unión Europea se realizó a la sociedad el 23 de junio de 2016 quedó de la siguiente forma: participaron en el referéndum el 72 % de los ingleses con un total de 33.577.342 votos. A favor del Brexit votaron 17.410.742 (51,9%) y, a favor de permanecer en la Unión Europea, 16.577.342 (48,1%). Es decir, solo 833.400 votos marcaron la diferencia en la balanza de los 64 millones de habitantes sobre la decisión de permanecer o no en la Unión Europea. Además, como añade la Dra. Ruth Abril Stoffels, profesora de Derecho de la Unión Europea en la Universidad CEU Cardenal Herrera, “es preciso destacar que entre las grandes ciudades del Reino Unido, por ejemplo Londres, Glasgow o Edimburgo, el voto a favor de mantenerse en la UE ha sido aplastante, de igual modo que en las zonas rurales y más deprimidas el voto a favor del Brexit ha sido mayoritario, lo cual nos hace intuir el impacto que el Brexit tendrá en estas zonas que son el motor de la economía del país”.

2016 fue el despertar de las noticias falsas porque empezaron la filtración de datos personales de millones de sus usuarios de Facebook a la consultora Cambridge Analytica, a la que se atribuye un papel decisivo en las elecciones de EE. UU. y en el referéndum británico del brexit. Desde entonces, se registraron intentos de injerencias en distintos procesos electorales en Francia, Alemania, Italia, Holanda, Ucrania, Suecia y hasta en el referéndum de independencia de Cataluña del 1 de octubre de 2017. La desinformación, en ese sentido, ha aprendido idiomas y, más allá del inglés y el ruso iniciales, actualmente se difunde deliberadamente también en alemán, árabe, el búlgaro, estonio, rumano, moldavo, español, ucraniano y francés.

Reino Unido destina todos los días 350 millones de libras, unos 400 millones de euros, a las arcas de la Unión Europea”, expresó el principal candidato a primer ministro británico, Boris Johnson, cada día de campaña que viajó con un autobús sobre la geografía británica. Una afirmación, desmentida por La Oficina Nacional de Estadísticas, que llevó al político conservador ante los tribunales. Este hecho desdibujó la imagen de uno de los principales candidatos para suceder a Theresa May. Johnson, exministro de Asuntos Exteriores y exalcalde de Londres, también fue recriminado por parte del activista Marcus Ball a través de una operación de crowdfunding. De esta forma nació la campaña de ‘Brexit Justice’, con el objetivo de lograr el equivalente a 115.000 millones de euros para costear los gastos legales. Lo que parecía una ilusión por parte del activista se ha convertido en una causa legal que podría arruinar la carrera de Johnson en la política.

Otra afirmación manipulada es que “la inmigración bajará de inmediato tras hacernos con el control de nuestras fronteras”. La campaña del Leave puso de manifiesta la voluntad de acabar con la llegada masiva de inmigrantes, 300.000 al año según las últimas cifras netas, cuando Cameron había prometido en la campaña de las generales de 2015 que no pasarían de cien mil anuales. El propio Gobierno también admitió que no habrá una caída acusada de las cifras de inmigrantes tras el Brexit.

El Brexit también amenaza la integridad del Reino Unido a pesar de que los políticos partidarios del brexit aseguren de que la unidad de la nación no peligrará, sino que se fortalecerá. Por ejemplo, el problema territorial en Irlanda del Norte se visualizó en los resultados donde la permanencia ganó por 56%-44%. Tal y como destaca la Dra. Ruth Abril Stoffels, “aunque esta fue la región que tuvo una mayor abstención de todas las que componen el Reino Unido, lo cierto es que votó mayoritariamente por quedarse, y mantener con ello los espacios abiertos con la vecina Irlanda. Y el segundo lugar, Escocia fue la región que más en contra estaba del Brexit, votando a favor, solo un 38% de los votos. Pero si tenemos en cuesta que esta región tiene una serie de derecho reconocidos internamente que le permitirían en un momento dado salirse del Reino Unido y quedarse en la Unión Europea”.

Para la profesora de la Universidad CEU Cardenal Herrera, “el Primer Ministro David Cameron olvidó que el que juega con fuego se puede quemar, y con unas previsiones mal hechas y menospreciando el activismo de los partidarios del Brexit, metió al Reino Unido en una encrucijada de la que es difícil salir, y en la que las pérdidas económicas, el desprestigio político y la inestabilidad social provocadas hacen cada vez más difícil una salida honrosa de este gran país.

Por otro lado, no debemos olvidar que al final de la Segunda guerra mundial, y a pesar del impulso que entonces dio EE. UU a la cohesión europea, Reino Unido boicoteó varias iniciativas antes de que se aprobase el Tratado de Roma que es el principio de la construcción europea. No quiso entrar desde los inicios a este proyecto, y desde que lo hizo ha sido un país que ha estado frenando continuamente los intentos de profundización en el carácter supranacional de la Unión Europea y que ha obligado en varias de sus iniciativas más importantes a permitir que se le dejase fuera, para que el resto pudiese avanzar, tal es el caso de la zona Schengen o del Euro. Es decir, que las reticencias al avance de la Unión Europea y a su papel dentro no son nuevas. De hecho, el origen del término “euroescéptico”, que hoy se aplica a los partidarios y partidos políticos de todos los Estados miembros son reticentes al avance de la Unión Europea, está el artículo de Ronald Tierski publicado en “The Economist” en 1992 refiriéndose a la posición tradicional británica”.