El pasado 23 de mayo se comunicaba el suicidio de Hana Kimura, la luchadora profesional japonesa se quitó la vida después de sufrir un prologando acoso en redes. Poco después se hizo pública la noticia del cierre del conocido caso Iveco, en el que una mujer se suicidó tras la difusión, en la empresa donde trabajaba, de un vídeo sexual en el que aparecía.

Ambos casos escapan a la concepción de violencia de género en el ámbito de la pareja. Sin embargo, son claras manifestaciones de violencia de género ya que, como indica la definición de las Naciones Unidas, se entiende por violencia de género «cualquier acto de violencia basada en el género que resulta, o puede resultar, en daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico en la mujer, incluyendo la amenaza de tales actos, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o privada».

Así, para abordar la complejidad de los casos anteriores es imprescindible comprender que las TIC son portadoras de género. Tal y como apunta el colectivo DonesTech, «la sociedad actual todavía no está libre de desigualdades de género ni de una de sus expresiones más severas, las violencias machistas. Internet y las redes sociales tampoco y, por tanto, no son neutras».

Las violencias existentes fuera del ámbito digital se reproducen en el ámbito digital, incluso en ocasiones con mayor virulencia y a mayor velocidad. Un estudio realizado por Amnistía Internacional concluye que las mujeres participantes en él habían recibido 1.100.000 tuits ofensivos o problemáticos durante el último año. Es decir, un promedio de un comentario cada 30 segundos.

La situación empeora si las mujeres tienen trabajos en los que necesiten ser visibles, como por ejemplo periodistas o políticas, o bien si cruzamos la etnia como variable. En esos casos, uno de cada diez tuits es ofensivo o problemático. Ante estas situaciones, las principales redes sociales han respondido implementando sistemas para el reporte y denuncia de perfiles. Sin embargo, profesionales como Irantzu Varela han expresado en redes sociales la desesperación que implica la lentitud de los procesos de eliminación de dichas cuentas, pese a que estas estén divulgando datos personales, como el número de teléfono.

No son casos aislados

No se trata de casos aislados. Ya en 2015 el informe de Naciones Unidas recogía que el 73 % de las mujeres había experimentado algún tipo de violencia digital. En este sentido, es imprescindible visibilizar estas violencias y comprender el fuerte impacto de ellas en las vidas de las mujeres.

Con el fin de facilitar la detección y erradicación de dichas violencias, Amnistía Internacional publicó un decálogo de necesidades de las usuarias de Twitter y proyectos como Acoso.online o DonesTech publican periódicamente lo que denominan «Kit contra violencias machistas online», en los que facilitan información y recursos.