España selló su pase a cuartos ante Croacia en un partido de extremos, de locos, en un 5-3 con prórroga, remontadas, errores inexplicables y volantazos con en el guión. Así es esta selección, tan periférica en su concepción, como en su juego, tan rebelde para ser comprendida por la crítica, como para levantarse de la lona. Irreverente para atacar, con Ferran Torres atreviéndose con todo, bordando el papel de extremo y de ariete con un gol, una asistencia y una docena de regates y centros. Pero al mismo tiempo es un bloque sin la templanza para adormecer la pelota con todo a favor, sin saber jugar a ser conservadores porque todo en este equipo es juventud. Croacia, ordenada y experta como Luka Modric, no supo frenar los ataques racheados por banda del equipo de Luis Enrique, pero agradeció la ausencia de oficio de su rival para asegurar las rentas. Solo un deporte indescifrable como el fútbol es capaz de ofrecer partidos como el del Parken, en el que Unai Simón y Morata salieron reforzados tras haber pisado las brasas del infierno.

Arconada contra Francia en 1984. Zubizarreta contra Nigeria en 1998. Las generaciones van pasando, pero las cicatrices se parecen. La memoria colectiva entierra recuerdos para que vuelvan a florecer con el dolor de las primeras veces. Ese amago agrio tuvo en el aficionado el fallo de Unai Simón, en el minuto 20 de una tarde plácidamente controlada en Copenhague contra una Croacia oculta en su caparazón. De esa clase de errores de los que un equipo ya no se levanta y van directas a las enciclopedias de los horrores. No sería el caso. El pase de Pedri tenía un punto de fuerza contraproducente, pero había distancia y tiempo para evitar el fallo que cambió el partido. España se tambaleó durante diez minutos, masticando perplejidad, pero reaccionó de la misma manera con la que había llevado la iniciativa. Con el atrevimiento impulsivo de Sarabia, con el acierto de sus mejores días en el Sevilla, y de un Ferran Torres que descosía la zaga croata una y otra vez encarando contra Gvuardiol, un lateral con cuerpo y gestos de pesado central.

Koke y Pedri desviaban sus conducciones hacia las bandas, donde el tráfico era constante con Sarabia, Ferran y Gayà. Encerrada atrás, Croacia tiraba de altura para repeler el peligro pero sin excesiva contundencia, dejando la posibilidad de segundos remates. La sensación era de gol inminente. Con el disparo al lateral de la red de Sarabia en el 12, la clarísima aparición de Koke en el 15, obligando a intervenir a Livakovic como un buen guardameta de balonmano croata. Un minuto más tarde otro centro del atacante del City, tenso y fuerte, difícil de defender, fue picado de cabeza con poca convicción por Morata.

El control era tan absoluto que costó muchísimo despertar de la incredulidad del tanto en propia puerta de Unai Simón. Fueron diez minutos terribles en los que Luka Modric mandó sentenciar, pero los de Luis Enrique se levantaron buscando el refugio de los extremos, con Azpilicueta y Gayà subiéndose a la chepa de los rivales. Así en el 39, el capitán del Valencia enganchaba un zurdazo rechazado espléndidamente por Livakovic, y Sarabia establecía el empate para acabar con la zozobra.

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Croacia - España, en imágenes Agencias

Croacia, que no había disparado entre palos, estiró líneas después del descanso. Dio la oportunidad a que España contase con metros y espacios para explotar su velocidad. Así, en el 57, Pedri capitaneaba una contra en la que frenó las pulsaciones nada más llegar a los dominios del área. Caleta Car cayó en la trampa y acudió a por el centrocampista canario, desordenando la zaga balcánica. Pedri cedió a Ferran, que con la zurda mandó un centro perfecto al segundo palo cabeceado con furia por Azpilicueta.

Con ventaja en el marcador, a España le tocaba cambiar el guión, guardar el vértigo y la velocidad por control y posesión. No es la mejor de sus virtudes y fue incapaz de adormecer la reacción de Croacia. Y en el 67 Unai Simón rescataba la mejor de sus especialidades, como son los reflejos a quemarropa, para sacar una mano abajo al remate de Gvardiol. Justo con la lesión de Gayà, en el 77, Pau Torres mandó un cambio de orientación de 40 metros para que Ferran Torres rubricase su gran partido. El de Foios escapó de Gvardiol, diluido como un azucarillo y batió por debajo de las piernas a Livakovic. Octavo gol en 15 internacionalidades.

Con mayoría en la grada, Croacia se dispuso a caer pero con la fortaleza mental de una subcampeona del mundo. No se descompuso, colgó balones y en el minuto 85 la tecnología detectaba que el disparo de Orsic fue rechazado por Unai estando ya dos palmos dentro de la portería. El descuento se hizo eterno para una España desbordada y disminuida con los cambios, con un ritmo endiablado de juego. En el 93, Pasalic cabeceó un envío desde la izquierda para firmar una remontada imposible.

La prórroga se iba a decantar a golpes de estados de ánimo. El de Modric llevándose por delante en un balón dividido a Pedri, otro ajedrecista como él. El de Unai Simón para salvar el cuarto gol rival, en una pelota muerta que Kramaric pegó con el alma. El de Dani Olmo, el más croata de los españoles, que probó a Livakovic, su excompañero en Zagreb, y luego envió un centro perfecto a Morata, que colocó el cuarto en el minuto 100. El delantero de la Juve controló y la reventó con fuerza, disparando la pelota y todos los memes, directos a la escuadra. Completamente huracanada, Oyarzabal colocaba el quinto, con otra asistencia de Olmo. Quedaban 15 minutos de prórroga. Un mundo en el que el balón siguió volando de área en área, como un tiovivo enloquecido, en la que España le faltó pericia para transformar la victoria en goleada y en el que a Croacia le faltó aire para seguir el ritmo febril del partido más rebelde de esta Eurocopa.