«De las fallas no sé mucho. Algo me han contado. Pero lo que yo creo es que son algo muy divertido, pero que producen pena cuando se queman sus figuras». Así respondía Sonsoles Suárez Illana al periodista de Levante, Vicente Murillo de las Heras, tras su proclamación como fallera mayor infantil de Valencia de 1977. Un nombramiento que forma parte del álbum de recuerdos de la familia y que es uno de los más recordados de la relación del ex presidente con la ciudad de Valencia, aunque no por ello estaría exento de polémica. Tenía nueve años y estudiaba cuarto de EGB. Fue el último gran nombramiento de fallera mayor a dedo, después de haber pasado por el mismo, indistintamente mayores o infantiles, hijas de generales, ministros o la mismísima nieta del general Franco. El nombramiento llegaba ya en los albores de la democracia, cuando este tipo de parabienes ya eran contestados y criticados y aunque la Junta Central Fallera mantenía las estructuras franquistas desde el mismo momento que también lo hacía el propio ayuntamiento „a Miguel Ramón Izquierdo le faltaban dodavía dos años de mandato antes de las primeras elecciones„. El nombramiento fue considerado, obviamente, un guiño al poder central. Contaba para ello con el apoyo del sector valenciano en Madrid, especialmente de Fernando Abril Martorell, por entonces ministro de agricultura y a un paso de ser su mano derecha en el gobierno a partir de la primavera de 1977. También contó con el apoyo del subsecretario de la presidencia José Luis Graullera, cuya hija Ester formaría parte de la corte de honor „aunque su nombre no aparece en el listado de componentes de dicha corte en el libro conmemorativo del 50 aniversario de la Junta Central Fallera, editado hace ahora un cuarto de siglo„. Lo mimo sucede con Pilar, la hija del entonces director general de Seguridad, Mariano Nicolás.

- ¿Qué opinas del presidente?

- ¿De mi papá?

- Sí.

- Que está muy atareado. Yo le veo poco.

- ¿Habeis comentado tu nombramiento?

- Casi ni hemos tenido tiempo, pero me dio un beso y me dijo: "Espero que cuando vuelvas me lo cuentes todo".

Compartió reinado con Teresa Martínez-Hueso Ferrer, una atractiva y espigada joven de 18 años, hija de un conocido industrial del momento.

La presencia de Adolfo Suárez en el acto de exaltación estuvo rodeado de misterio, puesto que el miércoles previo se anunciaba la imposibilidad de asistir. Finalmente, sí que acudió el domingo, 27 de febrero. «Adolfo Suárez, cuatro horas en Valencia» era el titular al día siguiente. Desde el aeropuerto, a donde llegó con el famoso «Mystere» del Ministerio de Defensa, se trasladó al hotel Astoria donde, a pie, hizo el camino hasta el teatro Principal (escenario de las exaltaciones hasta 1989). Se cree que, en ese interín, mantuvo una reunión con políticos de izquierda para anunciarles la inminencia de unas elecciones generales que se darían a conocer en plena semana de fallas.

Las imágenes que quedan de aquel acto son los de un padre con cara de felicidad, tan encantado como abrumado. Tanto él como su esposa Amparo y su hija, Amparín, ocuparon el palco principal. Un espectáculo parateatral «Pluf, el fantasmita» dio pie a la parte protocolaria. El mantenedor fue un fallero de casa, Emili Camps, toda una institución en la Junta Central Fallera desde la reanudación de la fiesta tras la Guerra Civil y que, hasta su fallecimiento, fue un personaje habitual en las asambleas y congresos falleros. Con su característica voz ronca le hizo un parlamento en verso.

La tensión social y política del momento se hizo patente cuando, al acabar el acto, la comitiva (tal como hace ahora) se trasladó a la Basílica de la Virgen. Allí, un numeroso grupo se acercó a abuchear a la oficialidad, tanto a Suárez „que, desde allí mismo se trasladó a Madrid„ como a la propia fallerita al grito,ya mítico en la historia de la fiesta, de «Sonsoles a Madrid, Sonsoles a Madrid» y que obligaron a intervernir a las fuerzas antidisturbios. Sonsoles todavía acudiría al acto de imposición de recompensas en la Lonja esa tarde.

El programa y la agenda de las falleras mayores no tenía nada que ver con la actual. La hija del presidente del Gobierno no regresaría hasta el 12 de marzo, en que ya presidiría los actos que le correspondían: visitas a la residencias de ancianos, Universidad Laboral de Cheste, el diario Levante y todos los correspondientes al programa oficial, alguno de ellos acompañado de alguna crítica a grito pelado.

«Éxito en lo diplomático»

En el balance, el presidente de la JCF, Ramón Pascual Lainosa se felicitaba por el éxito global de las fiestas „en lo regionalista, en lo diplomático, en lo social y en lo popular». El presidente no acudió, como se había rumoreado, a las últimas horas de las fallas de 1977. El día 17 se había confirmado que habría elecciones municipales y pasó la jornada de San José reunido con el Consejo de Regencia. Como entonces no había falla infantil municipal, Sonsoles acudió a ver quemar la ganadora del primer premio de la sección especial infantil, Obispo Amigó-Cuenca. Se marchó feliz, asegurando que había hecho muchas amigas. Aquellas fallas acabaron con la «cremà» de la falla municipal, una reproducción del Congreso de Diputados.

En su primer día como fallera mayor respondió unas preguntas que, con el paso de los años, y tras una existencia intensa y llena de altibajos emocionales, parecen premonitorias.

- ¿Te gustaría ser mayor?

- Un poco.

- ¿Para qué?

- Para no tener miedo.