Pasan los años y las falleras mayores de Valencia siguen tocadas por una particular varita de la fortuna: sus reinados se desarrollan sin más sobresaltos que los propios de la fiesta y de la propia convivencia. Aquellos que protagonizan los humanos. Mientras, los dioses permiten que el escenario no sea arte y parte. De momento, lo que le paso ayer a Estefanía López lo tendrá que considerar un mal menor. Porque la ventolera que sufrió ayer la ciudad sería una catástrofe monumental si se produjera a partir del 13 o 14 de marzo. Ayer símplemente le privó del castillo que servía de colofón (lo poco que, junto con el de hoy para María Donderis, ha contratado Vicente Caballer para el ayuntamiento, ya es mala suerte) y que la llegada no fuera especialmente apacible. Pero a partir de ahí, se produjo su particular regreso. Ya son cinco las veces que pisa el Palau por méritos propios. En 2002, como fallera mayor infantil de su comisión; en 2003, como corte infantil de Valencia; en 2004, como cortesana saliente; en 2014, como fallera mayor malillera. Y ayer, como monarca absoluta.

La exaltación transcurrió tranquila. La tranquilidad de lo ritual y que, de momento, no cambia. El concierto tenia que funcionar sí o sí. Serafín Zubiri no es Nino Bravo, pero se le parece mucho. Tiene voz y aunque no es lo mismo el original que la copia, ésta era muy digna. El éxito estaba asegurado si además la banda municipal iba como un tiro. El dos veces eurovisivo confesó que fue una canción de Nino Bravo la primera que leyó con escritura Braille. El patio de butacas cantó, entrelazó manos, tarareó y lo pasó en grande.

La corte pasó sin pena y con mucha gloria. Aunque es el día de la reina, ellas cuentan. Para Ana, Marlene, Paula, María, Laura, Alejandra, Lourdes, Empar del Remei, Marta Aznar, Marta Marco, Sara y Amparo también era su día.

Con la emoción contenida (no lloró como en el ensayo), recibió los atributos y saludó, tras subir una escalera que ya se conoce de memoria. Faltaba la ofrenda floral y el discurso de Blanca Pons-Sorolla. «Sé que a través de mí, habéis elegido a Joaquín Sorolla» dijo refiriéndose a su bisabuelo con voz muy plana. Sufren mucho los mantenedores que no están acostumbrados ni a hablar en público ni hacerlo en un escenario que atemoriza y empequeñece. Tras explicar sus orígenes y quizá recrearse demasiado en las exequias forenses y fúnebres de su ilustre antepasado (hubo mucho más Sorolla que Estefanía), sí que transmitió un sentimiento de la fallera mayor: el agradecimiento a sus padres «el gran esfuerzo que han hecho tus padres y tu familia, para hacer posible que durante este año seas la reina de Valencia». Le pidió a ella y a la corte «gozar el tiempo que os queda, saboreando cada momento como lo hizo Sorolla mientras pintaba Las grupas, y recordar que trabajando honradamente y con pasión en lo que os gusta, dejaréis siempre alto el pabellón de vuestra tierra, estéis donde estéis en el mundo». El remate fue lo mejor del discurso. Para las trece, y desde hoy para las trece infantiles, también el remate tiene que ser lo mejor que les queda.