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Reclamos publicitarios

Las falleras siempre "venden"

Las estampas de mujeres ataviadas con el traje regional fueron recurso habitual en comerciantes y exportadores

Con peinetas, aderezos, traje regional y sonrisa amable. No había cartel o producto alimentario del siglo pasado donde no apareciera la imagen de una fallera. En una época donde el término «merchandising» estaba lejos de utilizarse, los comerciantes valencianos utilizaban como gran recurso el llamado «folclorismo regional». Los empresarios que exportaban sus cítricos al exterior no dudaban en estampar en sus cajas de madera o mallas un grabado, dibujo o pintura donde mujeres ataviadas con la indumentaria valenciana invitaban a consumir sus mercancías.

Era, sin duda, uno de los reclamos al que más recurrían los naranjeros de la época. La utilización de féminas con moños y manteletas en la exportación de agrios valencianos no obedecía, sin embargo, a problemas de mercadotecnia «sino como elemento diferenciador entre los millares de marcas existentes en el momento», tal como se recoge en «Las etiquetas naranjeras de la Comunidad Valenciana», de Tomás Viana. «La aparición repetitiva de personajes como labradores, valencianas o barracas es un deseo de dejar asociadas mandarinas y naranjas con el más genuino tipismo español», concluye el estudio.

Los envases metálicos de pimentón y carne de membrillo eran otros soportes ideales para la recreación de estampas típicas de la huerta y las fiestas josefinas. La recopilación del bibliófilo Rafael Solaz en la muestra «Falles de cartó» recupera desde marcas de bebidas como Anisette Verde Mastia, que data de 1950, hasta una elaboradísima publicidad de la farmacia Doctor Greus, de 1910. Con un tratamiento muy colorista, aparecen dos atareadas empleadas perfectamente acicaladas de fallera realizando pócimas mortero en mano y rodeadas de alambiques de laboratorio. Delicadas cajas-joyero de peinetas, o la Fábrica de Tejidos Mecánicos Calduch Calabuig y Cia, de Pedralba, utilizaban la combinación de ambos elementos, el árbol de naranjas y también la fallera.

En las bolsitas de arroz

Casas arroceras como SOS „ Algemesí, 1903„, también recurrieron a este tipo de estampas de corte regionalista en su primera bolsita de tela individual con dos valencianas vertiendo el arroz en una paella. Corría el año 1912 y hasta la fecha el grano se dispensaba en los ultramarinos a granel en cucuruchos de papel. La Fallera, originaria de Benifaió, y otro clásico en la gastronomía, tomó su nombre ante la sugerencia de uno de sus trabajadores. «En 1965, los hermanos Ballester vincularon la marca con su tierra, sus tradiciones, costumbres y fiestas populares», explican desde su departamento comercial. Aquella fallera con falda setentera que exhibía un «caldero» ya elaborado, ha ido modernizándose hasta el rediseño del actual logotipo. La esencia, aunque renovada, permanece. Sigue «vendiendo».

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