Es un pabellón en toda regla, tan alto que casi podría jugarse al tenis. Císcar-Burriana ha sorprendido a propios y extraños plantando la que es, sin duda, carpa más grande de la ciudad. Por lo menos, del centro de la ciudad, porque algunas comisiones, como la de Gloria-Felicidad-Tremolar, en l´Oliveral, o Valencia-Teodoro Llorente de Xirivella tienen a gala plantar construcciones aún más grandes en zonas alejadas de la calle, para albergar a sus cientos de falleros. Pero en lo que es de cruces hacia adentro, entre calles, no hay un gigante de plástico blanco como éste.

Y, sin embargo, está levantada con la intención de evitar que la demarcación se convierta en lo que ha sido en los últimos años: un macro-botellón. Con esta carpa desaparecen las verbenas al aire libre que, literalmente, asolaban ese barrio y que provocaba que las matinales fueran una cloaca al aire libre.

La carpa está compuesta por tres elementos: el pabellón propiamente dicho, una zona de transición donde hay un pequeño vestuario y la zona privada de la comisión. Esta última es su espacio de reunión y donde celebran sus comidas y cenas y el primero es el espacio público. Tal y como aseguraban los directivos de la comisión, habrá un gran cartel con el lema «Entrada Libre», «pero ya no será como antes: ahora no puede entrar nadie a hacer un botellón. Quien quiera puede venir a bailar y, en todo caso, consumir en la barra, como hemos tenido siempre, pero lo que no podemos permitir es que se nos vaya de las manos la verbena, como ha ocurrido últimamente. Esto es lo más parecido a un parador. Todo el mundo está invitado a venir a divertirse, pero sin el concepto de desmadre de los últimos años. Habrá vigilantes en la entrada sin más cometido que impedir que se entren botellas».

Salamanca y Císcar, abiertas

Císcar-Burriana se suma, de esta forma, a comisiones como Blanquerías, que hace unos años ya canceló su verbena. En plena zona de Cánovas, la verbena de Císcar había sido en los últimos años uno de los grandes referentes de fiesta en la calle, aunque el precio que se pagaba por ello «a estas alturas, ya no era el deseado», por no hablar de las molestias a los vecinos. Lo que se alza ahora es una gigantesca carpa que en la práctica, causa menos daño al tráfico que lo que había en años anteriores. «La calle Salamanca tiene abierto al tráfico un carril completamente y, lo que es más importante, la calle Císcar, que es una vía importante, también queda abierta, cosa que no pasaba con nuestra anterior carpa. Así, las dos calles paralelas, una en cada sentido, tienen acceso. Sólo se corta un pequeño trozo de Burriana». Eso sí, el proyecto fue una obra de empeño. El proyecto se presentó a la concejalía de fiestas hace meses y el dossier con todas los requisitos técnicos está incluso encuadernado».

Ochocientas personas es el aforo del pabellón, que también tiene sanitarios. En la comisión esperan ahora que el efecto llamada sea el adecuado para que también sea un éxito económico. «No vamos a pagar la falla con esto, ni mucho menos, pero sí que queríamos que tanto el fallero como el no fallero no asociara a Císcar-Burriana con un ambiente poco adecuado».