Suelo tener cierta preferencia por quienes se toman en serio su oficio y se preocupan por aprender y mejorar. También por quienes son accesibles y, especialmente, por aquellos que me confían sus secretos para que yo aprenda más sobre este noble arte de la pirotecnia. Como es obvio, yo no nací sabiendo sobre este tema. Mi formación se ha basado, principalmente, en la retroalimentación que me ha producido, en los últimos veinte años, el análisis de los espectáculos con los artífices de los mismos. Sobre todo cuando, como por ejemplo ayer con Martí (de Borriana, Castelló), el propio pirotécnico tiene el cuajo de recibir mis primeras percepciones en caliente diseccionándomelas, él, en vivo, para que yo entienda el por qué de lo que pasa en la plaza entre las dos y las dos y seis de cada tarde de primeros de marzo. Carlos Granados Martí se toma muy en serio lo que hace, se preocupa, aprende y mejora, es accesible y me confía sus secretos. Su madre, la mediática Reyes Martí Miró, le ha dejado hacer a su gusto. Él maneja el cotarro artístico de esta casa pirotécnica familiar. Su hermano pequeño, Adrián, está más en la sombra. Carlos dirige y muy bien, pero como director de orquesta debe estar al tanto de todos los instrumentos (e intérpretes) de su «mascleà». Al nivel al que se está encarando ya, debe controlar «minucias» como que el fuego digital inicial no pueda comenzar sobre la traca valenciana ritual del comienzo, porque eso ensucia. O tener la picardía de que el primer efecto aéreo (el de acompañamiento de tierra), inmediatamente siguiente a los de la pantalla de cierre del inicio aéreo, no sea igual a los que formaban esta, porque podría llegar a aparentar ser un fallo (un tiro que se hubiera quedado atrasado), cuando no lo es. El desarrollo del fuego de cuerdas, acuerpado con calibres pequeños, es un sello de la casa. Llevaba descargas y diamantina roja, incluso peines, pero no rastres y, quizá, esto permitió que se ahuecara la «mascletà» en algún determinado momento. La entrada al terremoto fue bonita, con trueno volado (directo), entrando con tres ramales de calibre pequeño y dando cuatro pasadas. Lo mejor, otro sello de la casa: lo digital. Dos grandes aciertos: primero la repetición (hasta ser reconocibles) de recorridos y juegos en alturas y efectos del comienzo. Muy interesante. Y segundo, el final, con recorridos por el lado oriental de la plaza. Para un servidor ha sido el año en que más sentido estructural ha tenido su final de «mascletà»: con el tiempo preciso (reducido) y con ademanes claros y enérgicos para ganarse al público, que es lo que hizo ayer.