La falla oficial de este año, obra del artista Manolo García, es un canto a la fortaleza de los pueblos y una invitación a seguir trabajando unidos. Sin hacer concesiones a la sátira, algo habitual en la falla oficial, García ha simbolizado todos esos elementos en su león de la Cortes, en el monumento, reduciendo el acompañamiento del remate a seis escenas de corte costumbrista que salvo para los más expertos pasan casi desapercibidas.

«Daoiz», nombre del león reproducido por el artista, es «la fuerza» de la falla, que tiene precisamente en esas dos palabras su lema oficial. Elegido por su porte y su fiereza, ha sido dotado, además, de los atributos de su gemelo Velarde para que nada pueda reprochársele en ese sentido. Pero es la altura (22 metros), la presencia (cartón piedra y vareta) y la postura (rugiendo) lo que probablemente lo coloque en un lugar destacado de la historia de las fallas. Como el Moisés del año pasado, García he hecho una postal para toda la vida.

Quizá por ello, el resto de la falla palidece frente al remate principal. Se trata de seis escenas que tratan de pormenorizar las fuerzas que acompañan a los pueblos. La «voluntad» es la primera de ellas, representada por un carro de tiro y arrastre y un labrador, elementos de la huerta valenciana muy presentes en todas sus tradiciones.

El universo de la falla

Se representa también la fuerza del «Corazón», con las ONGs como salvadores de vidas; la del «Conocimiento», ilustrada con un búho maestro y sus alumnos humanos; la de la democracia, con la disputa del voto en un futurista «sogatira»; la del «Progreso», que se visualiza en una nave espacial; y la de la imaginación, que dibuja en un lugar preferente al capitán Nemo y las novelas, luego realidad, de Julio Verne.

Todas las piezas de este puzzle se salpican alrededor de las columnas y la peana que sostiene al león, aunque por su envergadura se cortan en los laterales y no se les puede dar la vuelta como al resto de las fallas. Tampoco se ha podido finalmente transitar por debajo. A los visitantes, de todas formas, no parece importarles. La falla es un «monumento» que todo el mundo quiere llevarse a casa. Posiblemente ya sea el selfie más popular.