En apenas una hora, una decena de ramos de flores de toda clase llegaron a la casa que ayer ocupaba la familia de Sofía Soler Casas, la radiante fallera mayor infantil 2016. Pero la pequeña apenas tuvo anoche tiempo ni para ver las flores que le daban la enhorabuena por su designación, ni para compartir el triunfo con la familia. Se pasó horas entre flashes y periodistas, y atendiendo a todas las autoridades que quisieron felicitarla con una sonrisa y mucha fuerz. «Desde los tres años estaba preparándose para esto», decía su madre, Paqui Casas, para justificar su actitud. Las lágrimas de felicidad que habían inundado el rostro de esta estudiante de sexto de primaria solo minutos antes, habían dado paso a unos ojos llenos de ilusión.

«Cuando ha empezado a sonar el teléfono me he puesto a llorar y no podía decir nada y como en mi casa no paraban de chillar me he tenido que salir al balcón para escuchar al alcalde», contaba Sofía entre risas. Apenas una hora después, Joan Ribó, junto al concejal de Fiestas y Cultura Popular, Pere Fuset, se acercó a su residencia para darle la enhorabuena y animarla a que disfrutase del cargo, asegurando que debía verse «con normalidad» su designación. Sin embargo, el de ayer no fue un nombramiento más. Y es que Sofía Casas es la primera fallera mayor en la historia de Valencia que ni vive en Valencia, ni es fallera de una comisión de la ciudad. Por eso anoche, cuando el protocolo acabó, la pequeña y su familia acudieron a su comisión, la Falla General Asensio-M. Solferi de Quart de Poblet, a celebrarlo.

«Un handicap muy importante»

«Nosotros no creíamos que la fuesen a escoger porque ser de fuera era un handicap muy importante y contábamos con eso desde el principio», relataba emocionado Ximo Salas, el padre de la pequeña, un joven funcionario. Consciente de ello, Sofía decía sentirse «muy orgullosa de pasar a la historia». «Ahora solo tengo muchas ganas de que empiece ya todo», relataba la niña, para quien la mejor parte de su reinado va a ser compartirlo con su Corte de Honor. «Yo voy a ser como soy, una niña simpática, abierta y amiga de mis amigos», sentenciaba la pequeña. Su madre lo corroboraba asegurando que su hija «es muy responsable» y por eso sabía que el cargo no le iba a cambiar. «Tiene un ángel», decía.

Los miembros del jurado también estaban encantados con ella. «Es un amor de niña, es buena, encantadora, muy fallera y discreta», explicaba Julián Carabantes, miembro del mismo. Carabantes restó importancia a su procedencia, asegurando que «no hay ninguna norma que dijese que no pudiésemos elegir a alguien de fuera. Simplemente era la mejor candidata», resumía.