«Tranquila que si tu te equivocas, yo lo haré treinta veces más» le decía Joan Ribó a Alicia Moreno en los instantes previos a salir al escenario. Porque aunque el ensayo no deja de ser una mentirijilla, para las que van a ser protagonistas de la fiesta luce y emociona tanto como si fuera de verdad. Esa verdad que les llegará mañana por la noche. Es lo que tiene la exaltación de las falleras mayores de Valencia y sus cortes de honor, acto fallero, social y de interés general donde los haya.

Apenas unos minutos antes, la misma Alicia se abrazaba con las dos falleras de la corte que quedaban (las otras ya estaban en el escenario) mientras una de ellas decía que «es el día más importante de nuestras vidas». Momentos de emociones, incluso con algunas lágrimas verdaderas porque, barroquismo al margen, el acto es sentimiento al mil por cien. El ensayo ya es un acto más, con las falleras con vuelos imposibles del cancán, a la espera de que las faldas los aplomen, y los sentidos despiertos.

En la exaltación de 2016 casi todo lo material es nuevo. Las falleras son nuevas, pero eso es normal. Prácticamente todas estuvieron el año pasado, pero en el patio de butacas. Y los representantes políticos, Joan Ribó y Pere Fuset, son nuevos. Y se les nota, porque en los primeros ensayos no tienen medidos los pasos ni la ubicación. La aguja para fijar las bandas cuesta de poner y los pasos a avanzar o retroceder se han de aprender tan rápidamente como las falleras, adultas y pequeñas, que tienen que prestar atención a cómo subir, como girarse, cómo sentarse a la vez y cómo marcharse. En el ensayo todos y todas están verdes.

Para Joan Ribó, la exaltación es un acto poco habitual. Lo reconocía. «Habré venido una o dos veces». Lo que no tiene prácticamente ningún cambio es lo inmaterial: sin novedad en su rígido protocolo. «La ciudad tiene muchas cosas que cambiar. Lo que no es necesario, no hay que cambiarlo».

Para oídos inquietos avanzó que vestirá en modo «Ribó de gala». «Llevaré un traje porque es un acto con mucha solemnidad. Pero corbata no. Sabéis que no tengo. La última vez me la puse hace quince años, en el funeral de mi madre, que le gustaba que llevara».

Habrá canastillas militares

Habrá canastillas de militares aunque puntualizó que «no tengo nada ni contra los militares ni contra los eclesiásticos, pero considero que en determinados ámbitos hay que desmarcar los aspectos litúrgicos y militares. Pero no, no se va a cambiar nada». Tampoco va a llevar ningún distintivo de alcaldía.

Va a ser también el primer baño de multitudes del alcalde ante la sociedad fallera. «Estoy preparado y estoy encantado. Es un colectivo muy interesante. Yo las he vivido de base, en mi barrio y estoy encantado de protagonizar este acto tan solemne».

Que la primera autoridad vuelva a ser un hombre, 26 años después, no cambia el protocolo. «Eso de llevarla cogida del brazo está bien, podría hacerlo» comentaba rememorando cómo accedían las falleras mayores de las épocas que acabaron con Ricard Pérez Casado. Pero hay un problema evidente: el pasillo del Palau es bastante más estrecho que el del Teatro Principal.