«Si regresas al pasado no toques nada porque puedes cambiar el curso de la historia de la humanidad». Y si las cosas funcionan y están aceptadas, tampoco las cambies en el futuro y te ahorrarás algún que otro disgusto. Esa debe ser la segunda parte de la tesis, porque los nuevos rectores de la fiesta se acogieron a esa estrategia sin dudar. La de anoche podía haber sido celebrada perfectamente bajo la advocación de, por ejemplo, Rita Barberá y Paco Lledó. El equipo organizador no movió más que lo que había que mover: el argumento musical porque cada año debe cambiar, las falleras porque cambian cada año y, coyunturalmente, los políticos, que han cambiado este año. Y prácticamente nada más. Las músicas de protocolo eran las mismas, las banderas valencianas y españolas eran las mismas. Y la ofrenda de flores, con sus ejércitos y su senyera de Lo Rat Penat „muy ovacionada, por cierto„.

La exaltación de la fallera mayor es el acto que es y no conviene marearlo. Lo intentó el equipo de Unión Valenciana a primeros de los noventa con buena voluntad, pero los experimentos no funcionaron.

Y las emociones son las mismas, pero esas son las que valen más que nada en esta noche. Por ejemplo, la corte de honor entró en el Palau y fueron cogiéndose de las manos una a otra. Algunas temblando, ya fuera de frío, emoción o las dos cosas. Luego, en el pasillo, esperando su nombre, todo son abrazos, suspiros y hondas respiraciones. No es pose: es realidad porque es uno de esos momentos por los que han suspirado durante años y especialmente en su pasado más reciente. En esos momentos, la fallera mayor sólo sale cuando falta muy poco para su gran momento. Detrás de ella Joan Ribó, que no movía un músculo. Rita Barberá era de las que se acercaba, golpeaba el vuelo de la falda y susurraba algún mensaje a la nueva reina. Se supone que la complicidad la aprenderá con el tiempo. No importa que la fallera tenga veintipocos años, como en su momento Estefanía López o Carmen Sancho o que tenga treinta, como Alicia Moreno. El momento es igual de cumbre para una fallera que aspira a esto y el público es generoso en el aplauso, especialmente en el patio de butacas, donde cientos de falleras lo hacen con una mezcla de admiración, envidia e ilusión por ocupar ese mismo puesto el año que viene.

Crespo y Grau acuden

El reparto del pastel político tambien dio titulares en la noche de ayer. Ximo Puig empieza la legislatura haciendo novillos, más allá del comité federal que tiene hoy. En su momento, Joan Lerma también acudió con cuentagotas y dejó su representación al conseller de hacienda, Vicent Soler, junto con algunos concejales. Como titular del Consell estuvo Mónica Oltra, con lo que Compromís copó buena parte de la oficialidad junto con Joan Ribó (traje sin corbata) y Pere Fuset, así como el conseller Vicent Marzá.

Valencia en Comú también tuvo representación en María Oliver, que tiene su vena fallera. Fernando Giner encabezó la nutrida representación de Ciudadanos, donde el fallerío abunda. Y todos buscaban con morbo los representantes del Partido Popular. Félix Crespo y Cristóbal Grau dieron la cara y estuvieron como tantos otros años.

Antonio Ariñoretrata el «Foc dels ideals»

No cabía esperar del discurso de Antonio Ariño un parlamento cargado de emotividad. Y así fue pero, a cambio, dejó un profundo tratado sobre lo que son las fallas en todas sus vertientes, tanto históricas como sociales. Durante su parlamento dejó sentadas las bases del porqué deben ser un patrimonio de la humanidad. Lo acompañó de los pasajes de la vida de Alicia y no faltó el toque lírico al asegurar que «serà una bella nit, la nit il·lminada, i sorgirà indomable el doc dels ideals»