­Desfilar delante de la Geperudeta en la ofrenda es, para una fallera, uno de los momentos más importantes del año. Sin embargo, muchas de ellas dejan de lado el ritual de vestirse y llevarle flores a la patrona cuando el cáncer se cruza en su camino. El perder el pelo a causa de los tratamientos contra la enfermedad es un trago muy difícil para las mujeres y más para las falleras cuando la pérdida del cabello les impide llevar los moños, las peinetas y los pinchos «com déu mana».

Consciente de lo que significaba para las festeras poder vestirse y vivir de forma «normalizada» las fiestas josefinas, Salu Català se lanzó a pergeñar la manera de modificar las pelucas que ya tenía en su centro de estética oncológica y aplicada a la salud para que sirvieran para este cometido. «Fue una chica con alopecia universal la que primero me preguntó por ello. Era muy fallera y quería poder desfilar con sus moños. Me puse a pensar y me di cuenta de que con las pelucas con las que trabajábamos sí se podía hacer aunque no sabíamos cómo se podían acoplar los moños», relata la esteticista oncológica.

Tras recurrir a su peluquera de cabecera vieron que las pelucas con las que trabajaban tenían todos los ingredientes para dar como resultado un perfecto peinado de fallera que, el ojo inexperto, nunca catalogaría como una peluca.

«Es pelo natural cosido a mano sobre un tul frontal que deja ver el cuero cabelludo cuando se hacen las tres rayas necesarias para acoplar los moños», explica Catalá. Una vez peinadas y con los accesorios puestos se transforman en una segunda cabellera que ya ha hecho felices a cerca de 150 falleras en estos tres años en los que la clínica Cáncer&Beauty de Catalá las viene adecuando.

«La acogida ha sido buenísima. Están encantadas porque la gente ni siquiera les pregunta, porque no se nota. Yo siempre les digo que no tienen nada que esconder, pero entiendo que la peluca normaliza mucho. La gente que ya está pasando por la enfermedad y que es festera tiene ganas de vivirlo como siempre» sin tener que dar más explicaciones, evitando comentarios y miradas compasivas.

El precio, para Catalá, tampoco debe ser un problema. «Es cierto que las de pelo natural son más caras pero normalmente se suelen recomendar para alguien con una alopecia o algún problema de pérdida de pelo definitivo que las vayan a utilizar de normal y solo haga falta peinarlas y acoplarles sus moños», explica la esteticista. Para gente que está recibiendo tratamiento para un cáncer en el que la caída del cabello es algo temporal «existen pelucas también muy buenas y más económicas en las que también se puede hacer».

Las «chicas» de Catalá ya han recogido sus pedido para este año, aunque el proceso, pese a que es personalizado se puede reducir a tan solo 10 o 15 días. «Las pelucas vienen hechas pero se pasa por un taller para acoplarlas», explica Catalá que incluso se ofrece a las comisiones falleras por si hubiera algún caso en el que ella pudiera ayudar. «Si hay alguien que está pasando por un mal momento y lo necesite, que me la manden, que yo haré que salga», asegura resuelta.

Su objetivo, ya sea con la adaptación de las pelucas o dando consejos sobre el cuidado de la piel o el maquillaje es hacer que las mujeres que están pasando por un mal momento se sientan bien.

La importancia de verse bien

Ya sea de fallera o de calle, Salu Catalá reivindica que la estética oncológica y aplicada a la salud se tenga en cuenta y se introduzca en los hospitales como una manera más de apoyar a las pacientes. «La autoestima es el 90 % de la fuerza para la recuperación. Si te ves bien, te sientes mejor y ahí la gente necesita una ayuda», explica la técnico. En el gabinete, más allá de las recomendaciones capilares, Salu da pautas para el cuidado de la piel y sobre maquillaje a utilizar y evitar. «Es triste pero la imagen es muy importante y en estos procesos crea inseguridad».