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Entrevista

Gil Manuel Hernández Martí: "El Museo Fallero debería reunir toda la riqueza de la fiesta y no solo a los ninots indultados"

El director del museo propone sacar la Junta Central Fallera de Monteolivete para crear un megacomplejo

Gil Manuel Hernández Martí: "El Museo Fallero debería reunir toda la riqueza de la fiesta y no solo a los ninots indultados"

El Día Internacional de los Museos de 2016 coincide con la puesta en marcha de una iniciativa municipal para dar esa condición a la colección de indultos falleros que, a día de hoy, funciona como Museo Fallero sin serlo técnicamente. Lo que no le impide ser uno de los espacios más visitados de la ciudad.

¿Qué significa ser museo que, hasta ahora, no lo sea?

En la ciudad tenemos tres museos o «no museos» especialmente singulares: el Fallero, el de Semana Santa y el del Corpus. Son singulares porque tienen un contenido altamente distintivo. Conseguir el rango de «Museo» permite tener acceso a fondos para su protección incluso de la Unión Europea que permitan la restauración, tanto la preventiva y urgente como la profunda, mejoras en la difusión de los mismos€ es la forma de ponerlos en valor. Supondría una mayor promoción turística. Si no es museo, es un almacén de objetos.

También supone entrar en el Consejo Internacional de Museos (ICOM). Eso supone tener más prestigio a todos los niveles. Le pasa al de Gandia, que ya están esa red de museos.

¿Cual es la situación actual de los fondos allí almacenados?

Hay deterioros sin duda. Hace veinte años que no se invierte en restauración. En el de Semana Santa se ha hecho un poco más porque es un ente más autónomo y en el del Corpus se había hecho algún trabajo de restauración.

Ser un museo oficialmente es tener acceso a fondos para acometer esas restauraciones.

Si leemos el libro «L'Indult del Foc», realizado por la ADEF y sufragado por el anterior gobierno municipal, y empezamos a leer la historia de las restauraciones de los ninots indultados€ en muchos casos es para coger una depresión. Casi se podría hablar de figuras echadas a perder.

Al final, una restauración mal hecha también es un testimonio de la historia. Las restauraciones, en algunos casos, se realizaron con buena intención pero no la llevaron a cabo restauradores profesionales.

Y se han cometido errores, hasta el punto de llegar a perder el significado al ninot en cuestión. Siempre estamos a tiempo de «reinstaurar» .

Pero entonces, a base de quitar y poner, poner y quitar, poco o nada queda de, por ejemplo, el trabajo hecho en los años cuarenta por Regino y compañía.

Es que cuando se restaura un claustro, a lo mejor el ochenta por ciento del material que está a la vista es actual y sólo queda el veinte por ciento antiguo. El valor del ninot indultado no es tanto por el componente artístico como por lo que significa: ser el producto de una votación popular, por la historia que cuenta, por su valor antropológico, histórico€ y algo por lo artístico. Lo que no tiene por calidad artística lo tiene en sus enormes valores etnológicos.

Desde hace muchos años, los fondos del Museo son figuras muy bien hechas técnicamente, pero de escaso recorrido estético: figuras realistas llenas de ancianos y niños.

La votación popular tiene ventajas e inconvenientes: refleja el gusto popular y el inconveniente de que no refleja estilos artísticos. Pero es lo que significa como Museo Fallero: la voluntad popular. En cualquier Museo hay un experto en museología que se reserva el derecho de admisión y que selecciona lo que puede estar y lo que no. Aquí estaría "vendido" porque, sí o sí, tiene que admitir lo que se le va a llevar: la voluntad del pueblo.

Uno se acerca al Museo (o al «no museo») del Artista Fallero y ve otra cosa mucho más variada en materia de ninots. Hay figuras de Monterrubio, Espinosa, Manolo Martín, Pepet€ seguramente amalgamado, pero sin duda más representativo de lo que han sido las fallas.

Es un concepto diferente. Ahí han indultado los profesionales de las fallas, los propios artistas falleros. Es innegable que refleja más variedad en ese sentido, pero también refleja otra lógica.

Un aspecto fundamental en el Museo es su futuro. ¿Hasta donde puede estirarse?

El complejo de Monteolivete tiene 4.800 metros cuadrados, de los que el museo ocupa 1.850. Ahí tenemos los ninots indultados, que ocupan la mayor parte del espacio, más los cuadros de las fallares mayores, insignias, carteles y poco más. Ahora mismo, y moviendo piezas, nos queda espacio para dos años más. Tres a lo sumo.

¿Qué solución hay?

Creo que lo mejor sería la creación de un Museo Fallero global. El indulto del fuego es sólo una parte de la fiesta. Y las Fallas tienen una riqueza de contenidos enorme, que no está convertida en exposición permanente. Estoy hablando de la indumentaria, de las comisiones, de los estilos artísticos, de la pirotecnia, la música€ de aquellas facetas que más se destacan en la candidatura de la Unesco. Un museo global convertiría el indulto en una parte de un todo mucho más variado, ameno, turístico e importante. Ahí podrían hacerse exposiciones itinerantes, intercambio con otros museos falleros para, por ejemplo, conocer los trabajos de artistas falleros que no plantan en Valencia. También ahí podría ya la Junta Central Fallera realizar sus propios indultos para enriquecer los fondos más allá del de votación popular.

¿Para eso haría falta ocupar todo el edificio?

Sería necesario. Un gran complejo dedicado a la fiesta. La solución sería, obviamente, trasladar la Junta Central Fallera a otro local donde tuviera las comodidades necesarias para desarrollar su labor organizativa y administrativa.

Ese nuevo museo suena muy bien€ pero también suena a dinero para llevarlo a cabo.

Y a voluntad. La voluntad existe y el dinero hay que buscarlo. Un museo integral de la fiesta debe ser al más alto nivel. Exige planificación, voluntad, personal€ y dinero, claro. Pero el Museo Fallero tiene mucho que ofrecer y que ahora no puede. Potencialidad la tiene toda para ser el más importante de Valencia.

Ya lo es€

Y tan sólo es una parte de lo que significa la fiesta. Y ni siquiera tiene una implantación en campos que no están explotados, como las redes sociales, pinterest, instagram. La divulgación en colegios y formar parte de la red de museos son pasos a seguir.

Eso está muy bien, pero suele ser más importante estar presente en Grimaldi, Royal Caribbean, Catai Tours€

Eso también y después. El turismo cultural, de clases medias, tiene mucho recorrido. Actualmente, siendo un museo muy visitado, da una visión sesgada de lo que es la fiesta, tanto por los contenidos por el espacio que ocupa.

En el Extra de Fallas de Levante-EMV ya hablaba Pere Fuset de ese concepto del turismo masivo y, dentro de él, el de sacar las fallas de la temporada de marzo. Lo que se llama «desestacionar».

A nivel turístico, las fallas tienen también grandes posibilidades si sabemos encajar los espacios. Está ese turismo de experiencia, que puede conocer, incluso vivir, los aspectos de las fallas aunque sea, por ejemplo, en noviembre. Hacer una paella, construir una falla y quemarla€ de la misma manera que está empezando a ofrecerse ya en marzo la participación en la vida de una comisión de falla durante, por ejemplo, un día, viviendo las experiencias de un casal, hasta participando en la Ofrenda.

Usted ha formado parte del comité que preparó la candidatura a Patrimonio Inmaterial. En noviembre llega la reunión en Addis Abeba donde se informará de si hemos pasado o no el corte. ¿Hay peligro de estrellarnos?

Creo que no. Riesgos siempre hay pero creo que es poco porque el trabajo está bien hecho. La candidatura tiene fuerza y, sobre todo, la Unesco valora mucho aspectos en los que las fallas tienen mucho poder. Por ejemplo, la sociabilidad, que aquí es apabullante; el vínculo con el barrio, la diversidad de estilos y matices, la integración, la inclusión, el arraigo y la transmisión de generación a generación€ si esos son factores que se valoran mucho, y aquí los tenemos de sobra, no deberíamos tener muchos problemas.

Leyendo el listado de patrimonios inmateriales, las fallas estarían en un grupo que no tiene nada que ver con los que se leen en internet de «Las diez mejores fiestas del mundo». En la Unesco no está el Holi Run, el Carnaval de Río, la Oktoberfest ni la Tomatina.

Son dos lógicas distintas. Esas listas son de carácter exclusivamente turístico y ésta es patrimonial. Con la de la Unesco es como tener una Estrella Michelín. Te da potencialidad turística, sí, pero sobre todo te da prestigio. Cuantas más referencias culturales tienes, más prestigio tiene la ciudad y más posesionada está en la red de ciudades globales. Las fallas le darían ese plus a la ciudad que hace falta para ser más competitiva.

Ya sé que a ustedes eso les da «yu-yu», pero€ también estábamos posicionados... con la Fórmula 1.

Lo que nos puso en el mapa era un contenedor, una estética que era la misma en otras partes del mundo. Unos estándares con fecha de caducidad. En el caso de cosas como las fallas, los beneficios se quedan aquí y se autogestionan aquí. Estamos hablando de las necesidades perentorias del museo fallero. Ahora podemos acometer, en el mejor de los casos, algún arreglo de pintura y de iluminación. Sólo que se hubiese quedado aquí una parte mínima, ínfima, del dinero que se movió con la Fórmula 1€

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