La presencia de Arantxa Muñoz en la final es uno de esos casos curiosos que se dan sólo uno de cada mil. Primero, por la edad: 36 años. Después, porque estamos hablando de alguien que es «muy alguien» en la fiesta desde hace tiempo: es una de las dueñas de la tienda Somnis Valencians dedicada a la indumentaria tradicional. Y ahora se encuentra a un paso de firmar, por ello, dos hitos en uno.

A los que no renuncia. «Para nada. No voy a decir que no. Voy a por todas porque tengo un respeto enorme a lo que es la corte de honor y sería faltárselo si ahora llego y digo al jurado «mira, conmigo no conteis». En los últimos años se han abierto muchas puertas en la corte de honor y no tengo porqué cerrármelas yo». Arantxa regenta la tienda son su madre y su hermana Elisa. «No es una profesión: es una vocación. La adoro y no hay nada que me guste más que trabajar en algo que me gusta tanto».

No es el suyo un «falleramayorismo» tardío: «fui infantil en 1989, con nueve años, y después fui fallera mayor en 1998, el año del 25 aniversario de la comisión. Somos de Lleons desde siempre. ¡Vivimos arriba de la falla!. Y este año se alinearon los planetas. La fallera mayor infantil era mi sobrina, tenemos muy buena relación con el presidente y, al final, me decidí a repetir. Fue un año de diez». Y llegó la preselección. «Me lo pensé al principio, pero luego decidí que había sido mi año de fallera mayor, que serlo es un privilegio y, ¿por qué no iba a presentarme? Tiré hacia adelante».

Con los resultados que ahora saltan a la vista. La que no salió fue la sobrinita, aunque no fue un trauma: la niña tiene seis añitos. Muy tiernecita posiblemente.

Ahora el barrio está revolucionado. «Las clientas viene a verme. Todas están contentísimas y me animan a seguir hasta el final».