Entre aquellas que superan la primera criba siempre hay «candidatas» y «candidatas». Que se escribe y se pronuncia igual, pero no es lo mismo. Las hay que son perfectas desconocidas y otras que llevan detrás una estela. La de Carmen es, lógicamente, ser «la melliza de Nuria». Aquella niña que, en 2006, aparecía en una discreta segunda fila a la sombra del brillo de la fallera mayor infantil de Valencia. Durante los siguientes diez años, Carmen ha crecido, ha estado en todas las obligaciones festivo-sociales exigibles a todo aquel que se precie de pertenecer a la familia najordanista y con los 20 años cumplidos... quiere analizar fluidos de personas muertas. «La carrera que estoy estudiando, Química, da para muchos ámbitos. Desde medicamentos a alimentación o pintura. Pero cada vez estoy más convencida de lo que quiero hacer: química forense». Ha tardado relativamente poco en volver: diez años. «Quería ser fallera mayor siendo mi primo el presidente infantil» y entre ambos y el tío Pere se lo han guisado y se lo han comido: este año no hubo fallera mayor infantil.

Así que Carmen protagonizó las 24 horas más irregulares de la historia de la comisión. El 15, la locura de la victoria; el 16, la depresión del batacazo. «Bueno, todo lo que nos llevaron fueron "unos": el 1 en la falla infantil y el 11 en la mayor. Lo primero fue increíble porque no pensábamos que nos lo fueran a dar por muy buena que fuera la falla de Joan Blanch, que lo era. Y al día siguiente... bueno, tampoco esperábamos que a la falla de Lafarga le dieran ese premio».

«Nunca sentí celos de mi hermana y nunca me sentí sola. Sé que es difícil de creer, pero es la verdad. Me siento orgullosa de lo que pasó», pero la historia ahora es diferente porque es ella la que "juega". «Soy quien soy y la que se ha presentado soy yo. Mi hermana no va a hacer las pruebas y espero que me juzquen sólo por quien soy. Ni para bien ni para mal».