Tiene guasa que dos de las preseleccionadas para la corte de honor empezaron su biografía fallera en la comisión de Alberique-Héroe Romeu. Marta Martínez se metió por el túnel de las Grandes Vías hasta Isabel la Católica. Raquel Alario se quedó más cerca, en Fernando el Católico-Angel Guimerà, casi a tiro de piedra bien tirada, cuando tenía cuatro años. En el currículum cortesano de la familia se puede apuntar que su abuela estuvo en la corte de honor de Gandia.

Se lo han tomado con calma en casa porque su hermana melliza Esther fue fallera mayor en el año 2008 „un nombre que alguna vez ha aparecido en listados de carreras populares„. Raquel ha esperado a cumplir dos años de ingeniería industrial en Bruselas para volver a tener la oportunidad. «Ahora conseguí ser porque no se presentó nadie más». Con 24 años y 175 centímetros (que la mandarían, en caso de ser elegida, a las últimas filas) llega con la carrera más que finalizada, y con el proyecto a realizar: establecimiento de patrones de movilidad en población trabajadora mayor de 55 años. O algo así. «En Bruselas también hice otro master, lo que pasa es que te acostumbras a hacerlo en inglés y cuando vuelves a casa hasta te cuesta un poco el recuperar el vocabulario técnico». Diferente, y éste sin traducción, es el vocabulario de su pasión: «la indumentaria».

Guarda como un tesoro «una carpeta en la que guardo recortes de cosas que me interesan».

El 7 es el número de la suerte en la comisión del Bunyol: tuvieron cortesana en 1987 y 2007. De hecho, hace diez años que no tienen un puesto en e cuadro de honor de la fiesta.