Aunque no tienen la repercusión mediática de las mayores, la corte infantil tiene también su cuota de adhesión en el apartado representativo de la fiesta. Si hay trece mayores (y trece fallas, trece familias y trece entornos) pendientes de lo que suceda el día 10, lo mismo sucede con las «infas». Y detrás también hay historias vitales y multitud de anécdotas. Son éstas:

Mar Ortega Sancho

Mar forma parte del particular desembargo de ginecólogos que hay en Almirante Cadarso, llegados de la mano del presidente Vicente Fuster y que han contribuido a dar estabilidad a la comisión.

Varias son las circunstancias que unieron a Mar con la reina vigente, Sofía Soler. Tanto es así, que en la Fonteta la agraciada con recibir de sus manos la banda de novata con las que las niñas de 2016 obsequiaron a las nuevas. Muy buena dibujante, le encanta vestirse de valenciana y este año, además del inglés que aprende en el Hispano Americano, ya se atreve con el alemán.

La casa de Mar es un maravilloso ejemplo de convivencia: la pareja de su madre es Quique Mollá, vicepresidente de la falla y hermano de fallera mayor de Valencia (Mari Carmen Mollá, de 1987) y padre de cortesana infantil (María Mollá, de 2006). Pero hay más. Tanto Mar como su madre se han hecho algún traje en la tienda de la anterior esposa de Quique, Mari Paz. Y no sólo eso: la niña será vestida por ésta en el ejercicio porque ha sido nombrada indumentarista oficial de la JCF.

Marina Gozálvez Piquer

Los locutores deberán aplicarse con Marina. Ni es González ni Gonzálvez. Es Gozálvez. Que ese apellido paterno procede de Alfarrasí, aunque su familia acabó por trasladarse a Alborache, que se ha convertido en su lugar de veraneo, en «el pueblo», a cuyas fallas, que se celebran la semana anterior a Valencia, le gusta acudir siempre que el programa de festejos de su comisión, Ramón de Rocafull, no tenga contraprogramación.

La otra mitad de la familia es marítima al cien mil por cien. El abuelo, del barrio de Peixcadors y la abuela, de Llamosí. Que dieron lugar a su madre, Alicia Piquer, la «Alipiqui» que conocimos en la corte mayor de 1996. La comisión celebra el regreso al cuadro de honor tras dos décadas teniendo finalistas.

El «Marina» de su nombre tiene, pues, cierta justificación. Y una curiosidad: las cinco veces que este apelativo ha aparecido en la corte ha sido siempre con infantiles. Y este año, por partida doble.

Marina «Ge» (habrá que distinguirla de «Marina Ce») es una niña dulce, como su expresión, que ha vivido una existencia sin sobresaltos y feliz con su hermano Hugo, de tres años, que ya quiere ser presidente infantil. Ahora aparcará el atletismo para vivir la carrera de su vida.

Marina Cutillas Villaverde

Y la segunda Marina le debe ese nombre al consenso de sus padres que, estando en Ibiza con su madre embarazada, fusionaron sus preferencias: Mar uno y María otro. Mirando hacia las aguas del Mediterráneo optaron por Marina. Y seguramente por eso muestra desde pequeña especial habilidad para el surf y el windsurf, que ha practicado incluso en santuarios de ambos deportes, como Cantabria y Tarifa.

Marina ha conseguido el puesto, la corte de honor que se le resistió a su madre, Amparo Villaverde, que fue finalista una vez de infantil y dos de mayor. Conoció por ello tres escenarios diferentes de la elección de la corte: la Sala Xúquer, la Feria de Muestras y el Velódromo. En una de esas finales coincidió con Alicia Piquer, que sí que tuvo la dicha de ser elegidas, y ahora ambas comparten el rutilante cargo de «mamá de Marina de la corte». O lo que venga.

Cuentan testigos presenciales que la «plorera» más grande fue la del abuelo, el locutor de radio fallero Pepe Villaverde. Por esa rama materna es ruzafeña mil por cien.

Para satisfacer la curiosidad infantil le gusta experimentar; es decir, mezclar elementos culinarios y ver qué pasa con ellos.

Claudia Navarro Martín

Tres minutos de distancia la convierten en la mayor de la familia por delante de Javier, su hermano mellizo. Y disfruta con la suerte de ser la única chica de la generación, puesto todos los primos son chicos. Es la heredera de la estirpe Martín Moret. Su tía, Amparo, fue fallera mayor infantil de Valencia en 1984 y su madre, Marisa, finalista adulta para la de 1993.

No podía ser de otra comisión que de Pie de la Cruz, donde ya se conocieron sus abuelos, Amparo y el poeta y festero polifacético Donís Martín (el «iaio» tuvo para ella, como es fácil imaginar, un poema especial en su presentación). Fácil de llevar, «todo le parece bien» dice su madre. Debe su nombre al consenso: ella elegía el nombre de la niña y él, el del niño, aunque derecho a alegaciones mutuo. No pudo tener mejor décimo cumpleaños porque lo celebró subida a una carroza: fue el día de la Batalla de Flores. Le pusieron la fiesta en casa.

Nuria Olivares Robledo

Aún no había nacido Nuria cuando la comisión de Jose María Bayarri-Los Isidros tuvo por primera y, hasta ahora, única vez, una representante en la corte, Olivia del Peso, que lo fue en 2005. Nuria es la primera infantil que lo logra, lo que ha desatado la locura entre los niños de esta humilde y joven comisión. Y para que luego digan de lo difíciles que pueden ser las relaciones entre hermanos, Nuria debe su existencia fallera a Raúl que fue quien, con apenas tres años, insistió a sus padres de que lo apuntaran a la falla del barrio porque los amiguitos de la infancia eran de allí.

Apuntaron a los dos y los padres fueron detrás. No es de extrañar que Nuria reconozca que si tiene que agradecer a alguien estar en la corte es, de origen, a él. Y también le debe el nombre, porque cuando estaban en casa de debate fue Raúl quien se descolgó con el Nuria.

Si saliera fallera mayor coincidiría en algo con Estefanía López Montesinos: en que su padre es ferroviario, aunque en este caso de Metrovalencia. Los Olivares llegaron hace dos generaciones a Valencia procedentes de Villalgordo del Marquesado, uno de los numerosos pueblecitos de Cuenca que hay en los ancestros cortesanos. La parte materna señala a Requena, donde le quedan primos y tíos. Con once años ya tiene maña para ir valiéndose por si sola, incluyendo ponerse el corpiño de valenciana.

Ariadna García García

Después de dos hermanos de 17 y 15 años llegó a casa Ariadna, que tiene ocho años. En realidad no: tiene «ocho para nueve», que a estas edades los infantes quieren sentirse mayores y como el cumpleaños es en diciembre, está en su pleno derecho a apostillarlo. Y cumpliendo con la tradición, la falla Doctor Sanchis Bergón aporta una infantil por década a la corte: en los ochenta, en los noventa, en la primera del siglo y en la actual.

Cuando sus padres se casaron pertenecían a Paseo Alameda, pero con el cambio de domicilio pasaron a una falla más cercana, donde los niños habían encontrado amigos. Tranquila, creativa y conformista, es de vestirse siempre que puede y más. La familia paterna es del «cap i casal» y por la materna hay origen ibicenco. Empezó a tocar el piano, pero con las nuevas obligaciones lo aparcará momentáneamente, lo mismo que esquitar, para lo que tiene, dicho textualmente por los monitores, cualidades innatas.

Natalia Pilar Calvo Gómez

Se está quedando con el «Natalia», aunque le gusta que le nombren con los dos (el Pilar es un recuerdo a una amiga de la familia). Es un ejemplo, cada vez menos inusual, de fallera con «doble nacionalidad»; es decir, perteneciente a dos comisiones. Porque empezó en Lope de Vega, pero como el roce hace el cariño, empezó a conocer a los infantiles del Mercado Central y acabó apuntándose también a ésta. Y así puede disfrutar de las dos: la que hoy no tenga juegos, tiene merienda y viceversa. Y encima, están a tiro de piedra.

Ha conocido las dos situaciones: ganar y no ganar. Porque fue fallera mayor infantil de Lope y llegó a la final para la corte de María Donderis. Y dos años después, el Mercado estaba ante la situación de no tener fallera mayor infantil. Ella pidió permiso en casa y... permiso concedido. Luego... lo demás. Y como demostración, cuando su nombre se oyó en la Fonteta gritó el Mercado y gritó Lope, que por allí andaban porque tenían candidata mayor.

Así las cosas, el tiempo ha ido transcurriendo y ha alcanzado la corte con trece años, una edad inusual, pero no única en la historia. Está aprendiendo a peinar de valenciana, cabeza de maniquí incluido.

Oido musical: con dos años chapurreaba el himno de la Comunitat; con tres empezó música y con cuatro empezó a tocar el violín.

Yaiza Aguilar Lozano

Pasar un tiempo trabajando en Playa Blanca llevó a sus padres a visitar la cercana población lanzaroteña de Yaiza. Como para no enamorarse de un nombre de princesa canaria. Y por eso tuvieron claro que la niña se llamaría así. Un nombre que se estrena en el santoral de la corte de honor y que, además, lo hace por partida doble.

La comisión de Vicente Sancho Tello vuelve a la corte infantil trece años después de hacerlo Ana Ortiz. Yaiza llegó allí de la mano de sus abuelos. Luego se apuntaron los progenitores... y el padre debió cogerle tanto gusto que lleva cuatro años de presidente.

En casa tienen grabado a fuego una muestra de su madurez: su bisabuela, a la que estaba muy unida, faltó durante la semana grande, en la que era fallera mayor infantil. No le dijeron nada para que disfrutara sin tristeza. Y el día 21 de marzo fue ella la que se dirigió a sus padres y se lo dijo: «Ya sé lo que me vais a decir. Que la "iaia" se ha ido». Y ni se le notó durante los días grandes.

Estudiosa de las fallas, de las que no duda en decir que «son mi vida», tiene un huequecito para levantar la tabla de windsurf y cortar las olas.

Yaiza Delgado Tomás

Y para ser la primera vez, las Yaizas han entrado con fuerza en el cuadro de honor. Que no han sido una, sino dos. Yaiza Delgado salió la novena. Yaiza Aguilar fue la primera y no: el jurado no optó por abrir y cerrar con Yaizas el cuadro selecto. El caso es que, catorce años después, la comisión de Aras de Alpuente vuelve a la corte con ella y sus nueve años. Comision familiar donde las haya, y por eso todos los miembros de la familia, los cinco, pertenecen a la misma. Santa Magdalena Sofía es el colegio donde celebran su éxito. La hemos escuchado definirse como responsable y simpática.

Clara María Parejo Pérez

Qué grande que es vivir apegado al territorio. Es lo que le pasa a Clara: su abuelo fue uno de los fundadores de Zapadores, Francisco Pérez Lluch. Y ese Lluch, en esa zona, donde hay una calle Salvador Lluch, forma parte de una auténtica estirpe de «Lluchs» en la zona. Aunque ella ya no lo luzca, debe ser un orgullo pertenecer a una dinastía casi ancestral en aquellas antiguas tierras de labor.

A todo esto, arrasa en la quiniela de Levante-EMV. ¿Cómo lo hace? Pues al parecer empuja mucho la rama extremeña de su padre (Oliva de Mérida), y los primos, y los amigos, y los amigos de los amigos, y los del grupo de wasap... el caso es que se ha convertido en la auténtica reina del «click».

Finalista en más de una ocasión en el concurso de «play back» infantil de la JCF, todos, absolutamente todos en casa, han pasado por los cargos representativos: presidentes infantiles y falleras. El piano tendrá que esperar un poco.

Paloma Ayora Balaguer

Ojos azules Balaguer. Los de su madre. Nueve de los ocho primos hermanos, incluyendo a Paloma, los tienen. Se la ha conocido un poco más de la media por tener una tía ilustre, Covadonga Balaguer, la fallera mayor de la ciudad en 1989. María, la madre de la niña, tenía once años y recuerda el trasiego en casa y algunos actos, sólo algunos, porque antes no había tanto comboi de ir detrás de reina y corte.

Paloma es de Pizarro-Cirilo Amorós porque de allí es su padre, José. Mamá eligió nombre, porque decidieron que las chicas las elegiría ella y los chicos él. Vino primero Paloma y luego María. A los 15 días ya desfiló en la Ofrenda, porque su cumpleaños despide febrero y ser fallera mayor de Pizarro no es su primer cargo: también lo fue de la guardería y del pasillo de casa, donde no dejaba de jugar con su hermana a intercambiar bandas y desfilar. Y siguiendo la tradición familiar, se la puede escuchar en los Pequeños Cantores de Valencia.

Rebeca Sánchez Agüero

Y también Rebeca disfrutaba desde los tres años de ser la «fallera mayor del pasillo de casa» junto a su hermano Héctor. E l pasado ejercicio, sí que compartieron el trono infantil en Rosario-Plaza Calabuig, completando un doblete monumental con Raquel, el primero de la historia. Sonn los abuelos los que «vinieron» (de Tazona y Casas de Ves) y las abuelas son de Valencia. Papá y mamá han desempeñado cargos durante años: tesorero él y secretaria ella. Ella, además, también fue fallera mayor en 2004. Muchos factores se unen para que luego pase lo que pase: las súplicas paternas para que, el 19 de marzo a mediodía, se quite ya el traje de valenciana, que esto se acaba.

Un pedigrí entrañable: uno de sus bisabuelos es el mítico Juan Rodrígo, creador de la pirotecnia El Traca desde el barrio del Carmen.

Sonia Palomera Ibáñez

¿Habrá aparcado la corte de honor una super-nadadora en potencia? Porque Sonia empezó con sincronizada, siendo fallera mayor la pusieron en natación para no tener que estar tantas horas (las obligaciones del cargo aprietan) y resulta que hacía unos tiempos más que buenos para alguien que no entrenaba cuatro días a la semana. El caso es que, de momento, la piscina del Club Delfín, cerquita de la falla, esperará el regreso de la sirena.

A fuerza de frecuentar al grupo de la falla, su padre y su madre, que ya «festeaban», se apuntaron a la comisión de Lo Rat Penat, que era la del barrio de su padre. Nació Sonia, nació Javier y el año pasado hubo celebración doble: fallera mayor Sonia I e infantil ella: Sonia II. Mamá se presentó incluso a la preselección

Su cumpleaños es el 1 de marzo, quizá por ello se creó en su honor la primera mascletà del ciclo. Sea o no así, el caso es que en más de una ocasión su padre la ha llevado en moto a verla, un particular regalo.