La candidatura de las Fallas tuvo que responder a las aceradas críticas recibidas en la Unesco por parte de cuatro vecinos que pedían que fuera rechazada como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Unas quejas que, como forman parte del protocolo, tuvieron que ser contestadas formalmente. Las réplicas debieron ser altamente satisfactorio, puesto que el informe de evaluación no hace referencia a las mismas y, como ya ha quedado demostrado, da el visto bueno a la candidatura y recomienda el voto favorable a la Comisión Intergubernamental.

De las cuatro quejas, una de ellas se recibió en septiembre de 2014 y otras tres en 2016, una en febrero y dos en marzo, nada más acabar las fiestas.

«Des raisons toxiques pour les NO fallas Valencia» fue el primer correo, enviado expresamente a Giovani Scepi, miembro de la Oficina de Patrimonio Inmaterial. Y este vecino en concreto daba «las razones para no declarar estas fiestas como patrimonio universal porque son muy contaminantes y peligrosas para la salud».

En un perfecto francés hace referencia a cómo se queman «700 de esas "cosas de poliestireno"» que es «altamente cancerígeno». Asegura en su escrito que las fiestas son «un infierno para gran parte de la población, que no puede dormir». Además, hace referencia a la feria taurina, «un espectáculo público de tortura y muerte de animales».

El pasado 29 de febrero se recibió la carta, «Alegaciones sobre el proyecto de declaración de las Fallas de Valencia como Patrimonio Cultural». En este caso se queja de la «despertà» y recuerda la prohibición de fabricar los «trons de bac» por la Unión Europea (hecho que, año tras año, se salva de momento gracias a una moratoria) y también alega los problemas de compatibilizar la fiesta con una mayoría de gente que trabaja.

Con las fallas recién quemadas, una vecina envía a la Unesco otra carta-queja en la que habla de «estallidos», «botellón», «berridos» e impunidad con la anuencia de la Policía para disparar petardos. «Hay muchos sitios y fiestas populares de verdad de la buena por delante de las Fallas que merecen ser Patrimonio de la Humanidad y de momento aún no lo son» concluye.

«Lo peor de la Humanidad»

Y tan sólo cuatro días después de la «cremà» llegó otra que, textualmente, dice que «las Fallas es la guerra imitada al cien por cien. Recuerdan a todos lo peor de la humanidad: la guerra. Vivir en Valencia en Fallas es una de las mayores torturas que se le puede someter a cualquier ciudadano». Entre las quejas de esta vecina está que «hay que dar tranquilizantes a las mascotas que no entienden por qué se les persiguen a tiros» y que «los hospitales y ambulatorios están llenos (sic) de pacientes con quemaduras. «No defrauden a muchos valencianos que ni se atreven a decir esto porque los falleros son tan fanáticos, que son capaces de cualquier cosa» concluye esta vecina que hace un cálculo de magnitudes de población sui generis: «Valencia tiene un millón de habitantes y los falleros son sólo treinta o cuarenta mil personas que controlan a sus vecinos, los atemorizan y condenan al sufrimiento (...) y a los más débiles que son los enfermos, los niños, los viejos, los minusválidos y las mascotas».

Contestaciones concluyentes

Las contestaciones incluyeron que «desde las administraciones se está incentivando la reintroducción de los materiales tradicionales», pero recordaba que «hay expertos que indican que diariamente se contamina mucho más con los humos de los coches y aceites quemados, aspecto que se minimiza al no haber tráfico rodado».

La tauromaquia se descarta porque «la feria es un evento aparte de las fallas. Y desde hace años, las falleras mayores no acuden a las corridas de toros y en ningún momento forma parte de este expediente». De la suciedad se recuerda el notable refuerzo e inmediatez de los servicios de limpieza y las iniciativas para estimular la recogida de residuos por las propias comisiones. Las contestaciones recuerdan también la norma para la venta de pirotecnia y la exigencia de titulación para alguno de los casos (los célebres CRE). «Cada año se evalúan y revisan los permisos para regular la calle» y recuerda la existencia de la figura del mediador.

Las contestaciones tuvieron que desmentir también la última queja, la de «la guerra», que iba firmada por la recurrente como «Universidad de Valencia», buscando, obviamente, un golpe de efecto.

La contestación oficial decía que «la alegación es el sentir de una vecina y no de la institución que figura en su pie de firma, que en su día emitió un informe favorable a la declaración de Bien de Interés Cultural Inmaterial de la Fiesta de las Fallas». Unas alegaciones que convencieron plenamente a la Unesco, cuyos evaluadores aseguran que las Fallas satisfacen todos los criterios exigidos.