Dijo Baudelaire que lo bello es siempre bizarro. Insólito y arriesgado, irónico e icónico, el colosal monumento que el artista Manolo García ha plantado en la plaza del ayuntamiento con la ayuda de 300 personas «al tombe» despierta ya opiniones enfrentadas entre los visitantes, a falta de muchos remates, de la vistosa iluminación nocturna y del montaje de la pasarela con las escenas que acompañarán la estructura central de 3.800 kilos, hecha con vareta y chapa de madera. Espectacular, inusual, horrorosa, impactante... Certificada por un notario como la falla municipal de mayor altura de la historia, con 42,89 metros, la creación no deja a nadie indiferente y suscita un amplio abanico de calificativos.

La gente mayor es la más escéptica. «Tengo 93 años, vivo 43 en València y esto no se ha visto nunca». A Pedro, uno de los muchos curiosos que ayer por la mañana quisiron observar de cerca el monumento, de momento la propuesta no le termina de agradar, aunque prefiere esperar a que la falla esté terminada para dar una opinión certera. «Su mérito tiene; para gustos colores», afirma diplomático.

«No nos gusta nada». Así, sin paliativos, se pronuncia en cambio un matrimonio de València que aguarda en un sitio privilegiado el inicio de la mascletà dos horas antes del espectáculo. ¿Es un cohete? ¿Es un palo? ¿Está acabada? Son las contrapreguntas que espetan al periodista buena parte de las quince personas que ayer fueron encuestados por este diario en la plaza. «Es una castanya; me parece muy fea», sostiene Juan, un joven del cap i casal que permanece apoyado en una valla escrutando el monumento, como intentando encontrarle un significado oculto. Él lo tiene claro: prefiere una estructura tradicional hecha de ninots y carga contra el material escogido. «Aquí algo así no va a triunfar. Va a ser muy criticada y a Fuset (el concejal de Fallas) le van a llover los palos», pronostica.

«De momento me parece fea, aunque no se puede opinar de algo que no está terminado», comenta Ramona, una pensionista que observa fijamente el monumento a poca distancia. «Impacta, pero te quedas algo despagada al verla», apostilla. El montaje le recuerda a las fallas «manuales» de antaño. Precisamente, para la plantà del domingo en la plaza del ayuntamiento se recuperó una tradición: cientos de falleros levantaron la torre de una sola pieza tirando de unas cuerdas desde el suelo.

Volver a los orígenes

Jonás, un estudiante de arquitectura, alaba la voluntad del creador de «volver a los orígenes» de la fiesta y de combinar lo «tradicional» con «lo innovador». También felicita al ayuntamiento por implicar a los falleros en la plantà: «Fue muy emocionante: una reivindicación de lo nuestro, de una fiesta que es de todos», observa. Esteban, técnico de telecomunicaciones, es otro partidario de la falla municipal. «La altura impresiona mucho: me parece un acierto total, tanto la torre como la crítica que lleva detrás», asegura.

La creación de madera emula la torre Telecomunicaciones que el arquitecto Santiago Calatrava ideó para la Ciutat de les Arts y que nunca llegó a ver la luz. «Ca la trava» satiriza las trabas que sufrió el proyecto, pero también los obstáculos a los que se ha enfrentado la ciudad durante décadas, con referencias a todo lo que se proyectó y nunca se ejecutó. Sueños frustrados que serán pasto de las llamas en una semana.

Antes de opinar, nada como visitar la falla en persona. Guste más o menos, pocos se resisten a captar el inmenso armazón con sus cámaras. Hacerse una autofoto, eso sí, representa toda una gesta: hay que alejarse varios metros para que aparezca toda la estructura.